La semana pasó volando para la pareja gracias a que ambos estaban ocupados y no tenían tiempo de mirar la hora a cada instante.
Hablaban todas las noches por video-llamadas y se quedaban dormidos con el móvil encendido encima de la almohada.
El viernes ya estaba aquí y Maedow lanzó el último saque de su entrenamiento. Estaba cansada y sudada, pero no podía dejar de sonreír al recordar que esa noche la pasaría al lado de su novio, sintiendo su cuerpo.
Metió la raqueta en el macuto, sacó una toalla para quitarse un poco el sudor y caminó hacia el aparcamiento con su entrenadora.
Ambas pasaron por delante de una furgoneta completamente negra y se sobresaltaron cuando el conductor tocó el claxon. Miraron en el interior oscuro con los ojos entrecerrados y la puerta trasera se abrió para dejar paso a Seung con una gorra de béisbol.
—Nos has asustado —se quejó la entrenadora con la mano en el pecho, sintiendo los latidos acelerados de su corazón.
—Perdón. Quería darle una sorpresa a mi novia —se disculpó él caminando hacia la susodicha para dejarle un beso en los labios.
—Lo has conseguido. Supongo que tú vas a llevarla a su casa, ¿no?
—Por supuesto. Gracias por todo, Greta.
—No hay que darlas. Cuídate, la semana que viene es el primer partido de los Juegos y tendremos que viajar a Shania —le recordó a la chica con una palmada amable en la espalda antes de dirigirse hacia su vehículo.
—¿Te vas de viaje? —se sorprendió el joven al no tener constancia de ello.
—La semana que viene. Te lo iba a decir ahora, pero se me ha adelantado —le explicó ella frunciendo los labios para que él no se molestara.
—Le pediré a Joon si puede dejarme ese fin de semana libre. Vamos, nos esperan.
—¿Quiénes?
—Mis seguidores. Hoy haremos el directo, ¿recuerdas?
—Cierto. Lo he olvidado por un momento. Tengo que pasar por mi casa para recoger el macuto con mis cosas —le informó ella subiendo a la furgoneta.
—De acuerdo. En marcha, Lin, por favor —le dijo a su guardaespaldas que conducía el vehículo.
***
Llegaron a la casa alquilada después de recoger las pertenencias de la muchacha, saludaron a los demás con un movimiento de mano y subieron a la habitación para prepararse y hacer la conexión en directo.
Se ducharon juntos, se peinaron mutuamente sentados en las sillas de escritorio y se dieron el visto bueno para empezar a responder las dudas de los seguidores del grupo.
Maedow clavó su mirada en el número de visitantes y sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Nos están viendo todas esas personas? —señaló la muchacha con el dedo en el número de visitantes que no dejaba de subir a cada segundo.
—No te preocupes, es más fácil de lo que parece. Vamos a leer las preguntas y seleccionaremos algunas para responderlas —contestó él anotando en una hoja de papel las dudas que creía más relevantes.
La tenista sonrió con timidez y un poco incómoda al ser observada por tanta gente, movió su mano para saludarlos y miró hacia lo que escribía su novio.
—¿Cuál será la primera? —quiso saber ella leyendo algunas por encima.
—Iremos de más fáciles a más difíciles, así también te soltarás en esto de que te vea tanta gente a la vez —ella asintió con una sonrisa embelesada—. ¿Cómo nos conocimos?
—Gracias a Faith. En el partido de voleibol de Hyacinth.
—Cierto. Tu hermana se hizo daño con la red cuando remató y tú fuiste a curarle la herida para que continuara jugando. En ese momento, mis ojos se clavaron en ti y no pude desviarlos por más que lo intentara —confesó el chico mirándola con los ojos brillando de felicidad.
El chat del directo se estaba volviendo loco por los comentarios de los que los veían. Todos estaban llenos de corazones.
—¿Con cuál continuamos? —se interesó ella humedeciendo sus labios involuntariamente.
—Seguiremos con… ¿Quién dio el primer paso? Yo —respondió mientras ella le señalaba con el dedo—. La invité a una cita y fuimos al parque de atracciones por la noche. Lo alquilé para que estuviéramos solos y poder conocernos mejor sin nadie alrededor.
—Eso me sorprendió. Cuando me pidió una segunda cita tenía mucha curiosidad por saber qué alquilaría esa vez.
—Siguiente pregunta. ¿Dónde os veis de aquí en un año? Yo espero que siga a mi lado, aunque mi profesión no sea la mejor para tener una relación.
—No me importa tu profesión. Es lo que te hace feliz y no voy a pedirte que la dejes por mí. Yo también tendré que viajar si llego a ser profesional en el tenis, así que, estamos empatados —explicó la chica acariciando la nuca de él con la yema de los dedos, como si le hiciera un pequeño masaje.
Él la miró con una gran sonrisa de oreja a oreja y el chat volvió a volverse loco ante tantos comentarios llenos de corazones, esta vez, flechados.
—La próxima pregunta dice así: ¿Cuándo supisteis que estabais enamorados? —las cejas del chico se elevaron varias veces mirando a la joven con una sonrisa pícara—. Yo ya lo he dicho. Desde el primer momento en que la vi saltar a la pista de voleibol y correr hacia su hermana para curarla.
—¿De verdad? —se sorprendió ella—. Creo que yo tardé un poco más. Estuvimos unos meses sin vernos ni hablar, después pasó el verano donde me enfoqué en mi entrenamiento día y noche. Fue en el momento en que conversamos por la noche en la cocina de la casa de mis padres. Hiciste que mi corazón latiera a mil por hora al decir esas palabras en ese tono de voz tan sincero y sensual —confesó ella sintiendo que su corazón volvía a latir a gran velocidad con solo su mirada.
—Guau. Si lo hubiera sabido te habría pedido la cita esa noche. Prosigamos —bajó la mirada hacia el papel para leer la siguiente pregunta.
—Seung, deberías ver el chat —le aconsejó la chica con los ojos abiertos de par en par y el rostro pálido.