Era verano. Lo había visto al abrir sus cortinas esa mañana. El sol lucía alto en el cielo e iluminaba las calles de Roma, dándole un color dorado que se mezclaba con el azul del cielo. Había estado toda la noche planeando su escapada, era obvio que fuera donde fuera, los secuaces de su padre estarían siguiéndola, pero eso había ingeniado un plan. Últimamente hacía muchos, pero estaba deseosa por salir a la calle, así que esperó que todo funcionara. Había decidido ponerse un sencillo pero corto vestido blanco que le llegaba por encima de las rodillas. Se ajustaba a su cintura, y bajaba con un estampado geometrico de color azul. Casi al final del vestido había una cenefa también azul que le hacía recordar al ambiente griego. Se puso unas pulseras en el brazo y unos zapatos de tacón el pelo llevaba una diadema blanca.
Una de las buenas cosas para las chicas de la mafia, es que siempre pueden vestir bien. Un hombre de la mafia no puede dejar a su mujer sin sus caprichos… , porque claro, ellos creen que todo lo que una mujer quiere hacer es comprar.
Él sabía que fueran a donde fueran, tendría calor. Roma en verano no es un lugar que se puede transitar así como así, realmente necesitas ir ligero de ropa porque, con las grandes multitudes que te empujan y apretan, es bastante fácil ponerse a sudar. Se puso una camiseta blanca y unos pantalones que le llegaban hasta la rodilla de color marrón. Sólo faltaba media hora para encontrarse con ella, así que decidió que ya era hora de irse. Cogió su moto negra, otro casco, y se encaminó hacia la mansión de los Swan.
Las dos mafias no estaban relamente lejos, y se preguntaba como podían estar tan cerca y a la vez nunca haber podido ser capaz de acabar fácilmanete con los otros. Charlie Swan era un hombre de mucha importancia y siempre estaba protegido, pero si tenía en cuenta la proximidad a la que sus casas estaban, las cosas se suponían más fáciles.
Una vez vestida decidió empezar con el plan, era bastante simple, lo único que tenía que hacer era poner unos cuantos somníferos en el desayuno de su padre, provocando que éste cayera dormido de repente, la guardia se asustara y le llevara al hospital, y nadie se daría cuenta de que ella no estaba. En cuanto a Jacob, bueno, ya vería que haría con él. Cogió las tres píldoras del cuarto de baño y se dirigió hacia el comedor, donde su padre estaba a punto de empezar a desayunar.
-Padre. -Dijo dándole un abrazo mientras con una de las manos tiraba las pastillas al café. -Espero que hayas dormido bien-
-Pues… , sí.
-Me alegro. -Dijo ella con una sonrisa.
Todo parecía ir bien. Su padre se tomó el café y al poco tiempo empezó a quedarse dormido. En el momento en que su cabeza tocó la mesa, como si eso hubiera disparado la alarma, todos los guardias salieron corriendo a ver qué le pasaba. Lo cargaron rápido y se lo llevaron al coche para llevarlo al hospital. Bella sabía que no volverían hasta la noche, a su padre le costaría despertarse.
Cuando se dirigía hacia la salida una manó la cogió fuertemente.
-¿A dónde crees que vas?. -Dijo Jacob.
-Oh, ¡si sabes hablar!. -Sólo estaba haciendo tiempo para inventarse una buen excusa, ella no había contado con encontrarle, y eso le dificultaba las cosas-
-Sí, ¡ahora respondeme!. -Ordenó él.
-De compras.
-Entonces voy contigo… -Dijo serio.
-¡NO!. -Él la miró extrañado- es que ya sabes… , no quiero que te aburras, tantas tiendas, en todas hay lo mismo… , además, digo, no me gustaría que vieras la ropa interior que me compro… , tengo la ilusion de que sea una sorpresa para el día de la boda. -Para el cual ya estaré muerta, pensó. -Y si vinieras se perdería la emoción.
-A mí no me importa… .
-Pero… . -Ya no sabía que decir.
-¡Señorito Black!. Algo le ha pasado a Charlie, tiene que ir al hospital a verle, si va a ser su sucesor tiene que estar con él en el momento de su muerte, ya sabe, el código de la mafia y todo eso.
-Sí claro… , volveré por la noche. -Dijo dirigiéndose a Bella.
-De acuerdo… , no se puede desobedecer al código, ya sabes, es muy importante. -Dijo ella.
-Adiós. -Dijo él mientras se iba.
Todos se fueron, la casa estaba sola con ella. Pero ella no quería quedarse allí, había pasado demasiado tiempo en esa casa, y aunque siempre estuviera llena de gente, ella la sentía como en ese momento, completamente vacía. No es que fuera un persona de necesitaba depender de las demás, pero un poco de compañía nunca es mala, el problema es que nunca la tenía.
Aparcó la moto y miró el reloj, las 9 en punto, ni un minuto más ni un minuto menos. Ella le había dicho que estuviera allí y él estaba. ¿Y si era una trampa para acabar con él?. Le entró el pánico y que pensó en la idea de irse, de huir de ese lugar, era demasiado joven para morir, sólo tenía 17 años, y muchas veces deseaba haber nacido en otro lugar, en otra familia. Un golpe de puerta le sacó de sus pensamientos, allí estaba ella, radiante con su vestido blanco con decoración azul. Se veía preciosa. Tenía una gran sonrisa en el rostro y sus ojos brillaban mas que el sol de la mañana, ¿qué le hacia tan feliz?, ella se fue acercando, ella en la sombra y él esperándola al sol sentado en su moto, como si fueran de dos mundos distintos, y en realidad, era algo bastante parecido.
Cuando llegó a la frontera del sol, lo primero que hizo fue estirar la mano para que el sol se la tocara directamente. Era una gran sensación, su piel se calentaba y le hormigueaba por el calor, pero se sentía tan bien. Adelantó un paso y dejó que todo su cuerpo fuera tocado por el astro rey, cerrando los ojos y disfrutando de ese sentimiento de alegría que le recorría el cuerpo. Edward la miraba, y veía su cara tranquila y plácida, los reflejos de su pelo bajo el sol, sus rasgos, todo. Se quedaron en un silencio cómodo.
-¿Vas a quedarte así todo el dia?. -Preguntó él rompiendo el silencio.