Suspiré aliviada cuando la primera semana de clases terminó, incluso si tuve que hacerles frente a los cortos viajes en auto con Nathan Keller, o las miradas furiosas nada disimuladas que me lanzaba su hermano en el instituto. Nic nunca me dirigió la palabra después de ese primer día, y cuando me había atrevido a preguntarle a Nathan al respecto, él sólo había reído de algún chiste que desconocía y soltó misteriosamente:
—No te preocupes por Nic; es inofensivo. A menos que le pidas que te muerda.
Dejé de preguntar después de eso.
A decir verdad, una pequeña parte de mí se sentía a gusto con la compañía de Nathan. No sólo era ardiente de una forma casi intimidante, sino que era bueno conversando de cualquier cosa y llenando los espacios vacíos para que no me arrojara del coche en movimiento antes de llegar a mi entrada.
Era en esos monólogos informativos que descubría cosas sobre los hermanos Keller y lo que pasaba en aquella casa idéntica a la mía.
Ahora sabía que Netta, su hermanita, tenía catorce años y estudiaba en casa por alguna enfermedad que le impedía estar mucho tiempo bajo el sol. Su tío, Alexander, no era un anciano como lo había visualizado en un principio; sino que era un exitoso hombre de negocios alrededor de sus cuarenta, que se hacía cargo de sus tres sobrinos. Sus padres no parecían estar en la foto, no me atreví a preguntarle al respecto.
Otra de las cosas que me gustaba de Nathan era que daba sin esperar nada a cambio; no hacía preguntas, no buscaba conocer mis secretos. Casi podría jurar que no le interesaba conocerme en absoluto, ¿entonces por qué se tomaba tantas molestias conmigo? ¿Era la novedad de la chica nueva? Supongo que lo descubriría pronto.
Un fuerte viento entró por mi ventana, tirando algunos de los papeles que descansaban sobre mi escritorio al suelo. Se acercaba una tormenta -sorpresa, sorpresa- y Ella ya me había advertido que me asegurara de que todas las puertas y ventanas estuvieran aseguradas antes de que comenzara. También me había dicho que no me asustara si la energía se iba con el temporal, al parecer era algo que ocurría a menudo.
Dejando la novela que había comenzado a leer esta tarde me puse de pie para recoger los papeles y cerrar la ventana. Sólo mientras cerraba las cortinas me percaté de la silueta oscura en la distancia.
De nuevo estaba espiándome.
Intenté vislumbrar si se trataba de Nathan o Nic, pero me era imposible distinguir nada más allá de la mancha sin dintornos; tentativamente alcé una mano y la sacudí en saluda, pero la mancha no respondió. Pasaron diez segundos antes de que se moviera, alejándose de la ventana y desapareciendo de mi vista.
Quizás deba preguntarle a Nathan al respecto en el futuro.
Fiel a la advertencia de mi hermana, la energía se fue con el comienzo de la tormenta.
Le había escrito antes de que comenzara, sólo para que me avisara que pasaría la noche trabajando en el laboratorio, al parecer el señor Keller había equipado el lugar con generadores para estos momentos.
Calentando un poco de sopa para cenar y llenando los rincones a la vista con velas me sumí en el libro que estaba leyendo; perdida en mi lectura casi no noté el sonido que provenía de arriba. Dejé la novela sobre el sofá mientras intentaba encontrar la fuente de mi distracción, entonces lo volví a escuchar.
Un… ¿golpeteo?
Buscando algo que pudiera usar como arma, elegí una estatua decorativa de cerámica de alguna planta que moriría sin conocer el nombre, y subí las escaleras silenciosamente; temblé al darme cuenta que debía moverme en la oscuridad si quería pasar desapercibida, una vela o la linterna de mi celular llamarían demasiado la atención.
El sonido provenía de mi habitación, agradecí en silencio haberme olvidado la puerta abierta antes de bajar, y me asomé sin revelar mi ubicación. Me tomó otro segundo que mis ojos se acostumbraran a las sombras del lugar, un poco de luz a causa de los relámpagos iluminaba de vez en cuando el cuarto, pero nada parecía fuera de lugar. Bajando la guardia mientras mi respiración volvía a un ritmo normal y me alejaba del umbral del infarto, encendí la linterna de mi móvil sólo para comprobar que todo estuviera bien.
Entonces lo oí.
El constante golpeteo, insistiendo y aumentando el ritmo, como si marcara el crescendo de la tormenta, me acerqué a la fuente del sonido, cerca de la biblioteca, y corrí la cortina hacia un costado en un solo movimiento.
La rama del árbol rota se balanceaba mitad dentro, mitad fuera; golpeando en su constante baile el cristal de la ventana.
La ventana que se encontraba abierta.
—Necesitamos conseguir los trajes.
Las palabras de Cassie durante el almuerzo me sacaron de mi ensoñación; mi menta seguía dirigiéndose a la ventana de mi habitación el fin de semana, y como mi hermana lo había aludido a que quizás mi mente sobre excitada por ser mi primera noche sola en la nueva casa me había jugado una mala pasada. Pero sabía que no era así; había asegurado esa ventana antes de bajar a cenar; era imposible que estuviera abierta.
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Editado: 28.01.2022