Alguien estaba intentando eliminarme de la foto.
Habíamos llegado a esa evidente conclusión después de volver a repasar todos los eventos de los últimos días, no entendía quién o la razón detrás de estos intentos de desaparecerme, pero era evidente que, quienquiera que fuese, estaba perdiendo la paciencia por los intentos fallidos de sus mercenarios.
Salta y no intentes nadar.
Me estremecí con el recuerdo, mi garganta aun sufría una leve molestia que intentaba disimular para que nadie volviera a preguntarme si estaba bien; las cosas en la escuela fueron desconcertantemente normales, sólo mis amigas hicieron un complot y me esperaron antes de clases para cerciorarse que estaba entera antes de que la campana nos obligara a dirigirnos a las aulas. Al parecer el hecho de que haya saltado hacia mi posible muerte era pan de cada día en Coven Hills después de todo.
Nathan me echó una mirada desde su pupitre a mi izquierda. Lo ignoré mientras fingía tomar notas del problema que la profesora estaba resolviendo en el pizarrón.
Era extraño verle asistir a clases, no entendía cómo este chico aprobaba las asignaturas cuando nunca lo veía por aquí más que en gimnasia y a la hora de comer, pero más extraño me resultaba el hecho de que haya decidido comenzar a ponerse al día con su asistencia. No había que ser un genio para comprender lo que estaba pasando.
Nathan sospechaba que algo ocurría.
Lo comprendí apenas entró con paso relajado segundos antes de que la profesora comenzara a escribir en la pizarra, si se sorprendió no dijo nada, pero entonces nadie parecía querer ponerse en el camino de los hermanos Keller, quizás era el instinto de supervivencia. Nathan se paseó por el pasillo entre pupitres hasta detenerse en el que se encontraba a mi izquierda, Thomas Grill ya se hallaba instalado allí y todos esperamos atentos a que notara la alta figura a su lado.
—¿Sí? —Thomas finalmente levantó su atención del interior de su mochila para darse cuenta que era el centro de atención de la clase entera.
—Estas en mi lugar.
Alcé las cejas ante el tono seco de Nathan, sólo había sido juguetón, incluso coqueto, desde que nos habíamos conocido; esta era una nueva faceta que me recordaba demasiado a Nic, la idea me perturbaba.
—No, no es verdad. Me he sentado en el mismo banco desde el comienzo de clases…
La voz del pobre Thomas se fue haciendo más pequeña hasta desaparecer, quizás comprendiendo que un asiento no parecía valer las represalias que prometían la mirada oscura que le estaba lanzando Nathan.
—Creo que lo que tratas de decir es que recogerás tus cosas y buscaras un asiento cerca de la pizarra, he oído que necesitas visitar al médico, algo con respecto a tener la vista…cansada.
Miré intensamente a Nathan, intentando hacer que parara la estúpida escena y dejara en paz al pobre chico, pero ni siquiera echó una mirada en mi dirección, maldito.
—Eh, yo…sí. Buscaré un lugar al frente, esto…
Sentí lástima al ver al asustadizo pelirrojo correr hacia uno de los asientos vacíos cerca de la profesora, Nathan no esperó para ocupar su pupitre recién ganado; ningún cuaderno o libro en manos además de una pluma negra. El bastardo ni siquiera se molestaría en prestar atención a la clase.
Sólo entonces miró en mi dirección, sus ojos parpadeando hacia mis resaltadores pasteles, una sonrisita empezando a formarse en su boca.
—Eso fue bajo.
La sonrisa murió antes de terminar de formarse, la satisfacción me invadió mientras miraba hacia donde la profesora comenzaba finalmente con el problema del día, todo el drama adolescente olvidado.
—Pero entonces no seríamos los mejores amigos por siempre y para siempre. Compartiendo clases, sentados lado a lado, pasándonos notas, podrías dibujar corazones con tus marcadores de colores para mí; los atesoraría para siempre.
Puse los ojos en blanco mientras garabateaba en mi cuaderno, mis dedos picaban por tomar uno de los resaltadores y colorear un poco la tarea, pero no le daría la satisfacción de verme caer en la tentación.
—¿Te escuchas a ti mismo la mayor parte de tiempo?
Se inclinó hacia mí, llamando la atención de unos pocos compañeros, afortunadamente la profesora se hallaba de espaldas a la clase; me moví incómoda en mi asiento, realmente no tenía escapatoria en los confines de mi pupitre.
—No necesito hacerlo, Maine. Para eso los tengo a todos ustedes.
Argh, comenzaba a preguntarme si la arrogancia en exceso era un síntoma vampírico también, debía preguntárselo a Nic más tarde.
Sentí la mirada de Nathan durante la hora entera que duró la clase y suspiré cuando la campana del cambio de hora sonó y pude huir hacia la clase de historia. Sólo para encontrarme nuevamente con Nathan esperando por mí, ya había espantado lejos a la pobre alma que hubiera compartido asiento junto a mí.
Nathan no pensaba dejarme fuera de su vista.
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Editado: 28.01.2022