Las horas parecieron largas en la solitaria espera de un acto que le desagradaba enormemente, ya debía estar acostumbrada ciertamente y sin embargo seguía siendo insufrible. La enfermería se encontraba herméticamente cerrada, abriéndose solo para dejar salir a un alumno y entrar al siguiente. Fue conducida hasta la ultima camilla que se encontraba delimitada -como las demás- por una impoluta cortina blanca. El tiempo pareció una eternidad y al mismo un tiempo un suspiro, la inconsciencia intermitente se llenaba con la blancura luminosa y los olores desinfectados de la lavanda; las voces susurrantes pasaban como las sombras alargadas que le rodeaban, la envolvían como los secretos que se ocultan ensordeciendo sus sentidos. Cuando logró abrir los ojos los sentidos le regresaron poco a poco, como si los sueños se resistiesen a dejarla ir.
El doctor Tabris sostenía su mano dando masajes como si tratase de hacer fluir de nuevo su sangre. Las muestras tomadas ya no se encontraban con ellos pero había orquídeas muertas en un jarrón, una tabla con anotaciones ilegibles donde apenas podía distinguirse un nombre al lado de un vaso de agua fría que sudaba a la sazón del calor que entraba por la ventana entreabierta. No había visto al doctor cuando entró a la enfermería pero allí estaba, atendiendo la emergencia.
May trató de repasar sus últimos recuerdos, las imágenes sordas de la larga fila que parecía no avanzar, el brillo de la aguja antes atravesar su piel, la sonrisa forzada de una enfermera que intentaba reconfortarla ante su tez lívida, la habitación emborronada que comenzaba a girar en torno a ella... el tierno rostro de un bebé durmiente... las caricias de una mano que surgía de entre las sábanas... la sonrisa del amor de su vida... el brillante azul de un cielo despejado... los olores de la primavera...
-¿Cómo te sientes?
-¿Qué pasó?
-Te desmayaste. Tus niveles de glucosa bajaron, también tu presión arterial -respondió
-¿Cuánto tiempo...?
-Un poco más de una hora -respondió con tranquilidad- ¿Qué tan frecuente sucede?
-Últimamente ha sido seguido -dijo, luego agregó- pero me ha pasado siempre, los doctores...
-No han encontrado las causas -terminó por decir- La escuela me ha proporcionado la documentación que necesitaba.
-Lo siento, yo lo olvidé.
-No hay problema, la escuela pide esos datos para otorgar seguros a los estudiantes de bajos recursos. ¿Qué tal te va hasta ahora? Escuché que tuviste un par de visitas a la enfermería.
-Si, creí que los ansiolíticos que debí me dio funcionarían y lo hicieron, pero luego su efecto era por tiempos más cortos y tomé más hasta que no me hicieron nada. No debí automedicarme.
-Por supuesto que no -aseveró- la medicación sólo puede dartela un profesional, en especial medicamentos controlados como los recetados por psiquiatras.
-Lo lamento.
May se encogió de vergüenza ante la seriedad del doctor y de entre su bolsillo sacó el frasquito casi vacío que había recibido. El doctor examinó el frasco y un haz de iluminación convertido en obviedad cruzó por su semblante, este suspiró y suavizó sus facciones para tranquilizarla un poco.
- De cualquier forma, estos medicamentos no son más que placebos para ella -Aclaró- Devi es un caso especial dado su estado híbrido, presenta resistencia a los medicamentos a casi a la misma velocidad que sus capacidades regenerativas, por lo que sus medicamentos son de un subgrupo especial prohibido para los humanos. Se le cambia el medicamento periódicamente cuando dejan de hacerle efecto.
-No entiendo. ¿Es por ello que no me hizo efecto?
-No, a decir verdad tampoco sé la razón, parece que desarrollaste resistencia. Bueno, no debería sorprenderme, son hermanas después de todo.
Una leve sonrisa se ocultó entre sus comisuras, observó con verdadera intriga cada facción que componía a May, hizo anotaciones rápidamente en su tabla y pasó a hacerle un chequeó de rutina un poco diferente al de la última vez, con instrumentos que tomó de un maletín que May no había alcanzado a ver, tardó un poco más de lo normal, haciendo cada movimiento de forma medida, como si estuviese ante algo desconocido; al final le entregó una hoja donde la citaba a su oficina para ese fín de semana. La campana sonó por los pasillos y llegó como un chillido ahogado dentro de la enfermería, May supuso que no entraría a su siguiente hora, mirando al reloj se dió cuenta que había perdido la mitad de sus clases y ya solo quedaba literatura, aunque para ser honesta consigo misma no estaba nada entusiasmada, su semana no fue tan buena y tampoco lo fue esa clase.
-No sabía que trabajaba en la escuela
-No lo hago, vengo en temporada de análisis por asuntos administrativos, entrego resultados, recibo informes y me llevo las muestras correspondientes.
-Muestras... no humanas, supongo -susurró May
-En efecto -asintió con una sonrisa- Analizaré tus muestras de sangre en un laboratorio pertinente.
-¿Puedo quedarme?
-Ya estás bien, puedes ir a tu clase.
Se levantó de la camilla de mala gana escuchando al doctor despedirse, asintió y salió con reticencia al pasillo pensando gravemente si debía tomar la clase o esperar el final de las clases, el área médica de la escuela estaba en el edificio administrativo, la clase comenzaba y no había forma de llegar a tiempo incluso si corriera para atravesar la escuela, de cualquier forma, no estaba de humor para las clases, de hecho no estaba de humor para seguir en aquella escuela, sosteniendo mentira tras mentira. Desde su entrada a clases su tiempo y su vida se volvió insostenible, era difícil y desgastante llevar esa especie de doble vida estando de vacaciones, intentando llevar la normalidad como una máscara que a finales de julio comenzaba a caerse y al mismo tiempo llevando al límite todas aquellas cuestiones referentes a la casa y sus problemas.
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Editado: 05.09.2023