LEONOR
Caminaba nerviosamente hacia la oficina de Anthony, o como yo le decía, Tony.
Me había mandado llamar con su secretaria, no sabia que quería hablar, casi mis piernas temblaban a cada paso y peor con los enormes tacones.
En el camino sentía varias miradas a lo que supuse era por mi caminar de marimacho, no me esforzaba en subir pecho, sumir panza y sacar trasero. Osea, ¿para que?
Yo ya tenia mi futuro planeado, y era estar en soledad con un perico y sin gatos. Iugh, no me gustaban esos felinos, aunque se miraran muy tiernos y adorables, solo los acariciaba pero tampoco quisiera tener uno para que muera de hambre. Sí, soy una maldita.
¿Que si pensaba casarme? Permitanme reírme. Jamás tuve buenas relaciones, ni nunca ponía de mi esfuerzo y ni me gustaban. Adivinaron, toda una amargada.
Al ya estar frente la puerta, toque y escuche un "adelante" a lo que pase y camine frente el escritorio de Tony, él cual yacía sentado tras una laptop, y un traje favorecedor. Sí, era todo un guapetón. Pero nada más de ahí.
—Buenos días señor Caruso.— dije antes de sentarme.
—Buenos días. ¿Que eh dicho sobre decirme señor? Leonor tu dime Tony.— respondió sin mirarme y moviendo sus dedos en el teclado a una velocidad impresionante.
—Tony... Pero aquí eres mi jefe, y debo tratarte como tal.— bufé, pero seguí hablando.— ¿Para que me necesitas?
—Leonor... Necesito un favor... Y tu eres la mas cercana, y a la que le tengo confianza para esto...— se miraba entre nervioso y frustrado. Era difícil leer sus emociones en sus ojos.
—De acuerdo ¿Para que soy buena?— le sonreí. Mientras el me explicaba la situación, en el transcurso de esta, mi sonrisa cayo, y se formo un ceño fruncido.
«¿Pero yo porque?» Era la única pregunta que rondaba en no cabeza.
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Editado: 17.07.2019