Maldición de millionario

Capítulo 24

Phedora camina por la calle, en negro. Su tristeza se convierte en rabia que grita de dentro. 

A unos pasos de ella, se encuentra Leonel, feliz y riendo, mientras besa una rubia. Una rubia como su hija, pero su hija está muerta. No puede reír, no puede besar, no puede amar y ser amada. 

Lo que vio hizo que Phedora tomara el taxi, para ahora detenerse en frente de la comisaría. Entrando, ubica a inspector encargado y se le acerca. 

-Inspector Marceles. - Lama su atención con la voz que trasmite solo tristeza.

-Señora Galicia. - Sorprendido, pronuncia Livio Marceles, levantándose. - ¿Qué puedo hacer por ustedes? 

-Mi hija... Mi hija está muerta y él en la calle está feliz, feliz. ¿Lo comprende? 

-Señora. - Pronuncia, suspirando con dificultad Marceles. 

-¿Díganme que tiene algo? ¿Dígame qué no estará fuera y feliz por mucho tiempo? 

-Lo siento, señora. No hemos encontrado ninguna prueba, no tenemos ninguna pista y nada que apunta al culpable. 

Las palabras derrumban a Phedora que, no puede con el dolor y rompe en llanto a pleno pulmón. 

 

 

 

-¿De verdad no quieres acompañarnos? 

-No. - Responde Refina. 

-Sería más fácil contigo ahí. - Intenta mostrando su necesidad de ella, para convencerla.

-Lo sé. 

-¿Entonces? 

-No, Leonel. Es su cosa y lo harán los cuatro, no seré la quinta. 

-No puedo creer que estoy por llevar a Leonarda a conocer mis padres. 

-¿Por qué, porque es primera? 

Después de un momento pensando, Leonel dice. - Sí, tienes razón, es la primera.

-Sí.

-A Ángela la conocían y las otras se presentan solas.

-Todo saldrá bien. Eres guapo, la combinación que escogió Leonarda, es preciosa, elegante y a tu mamá le gustará. 

-Nos alejamos en último tiempo. 

-No. Me dejaste trabajar sola con Zora. 

-Deberíamos hacer algo juntos. 

-No lo sé. 

-¿Qué eso significa? 

-Qué estoy ocupada. 

-¿Con qué? Ref, tú siempre sacabas tiempo para mí.

-Y lo seguiré haciendo. Pero por el momento no es posible. 

-¿Y eso? ¿Ref, qué pasa? 

-Debo trabajar, ¿me permites, Leonel? - El comportamiento de Refina, lo deja tan sorprendido que decide irse, ya sin saber qué decir.

 

 

 

Nerviosa y vestida en un pantalón verde con cinturón de tela, camisa blanca con el lazo al cuello, un tacón negro, discreto y pelo ondulado. De la mano de Leonel, Leonarda se encamina a la entrada de la casa de los Montejo, apretando su pequeño bolso negro con la otra. 

Al tocar les abre un hombre que por su aspecto podría pasar como uno de la familia, a pesar de saludarlo, Leonel no se lo presenta, si no sigue hasta la sala donde se encuentran sus padres, Justa y Darío Montejo. 

-Aquí estamos. Madre, padre, les presento a Leonarda Mayis, mi novia. - Es evidente que él también está nervioso. 

Sonriendo, Leonarda extiende la mano, diciendo. - Mucho gusto de conocerlos. 

-El gusto es nuestro. - Dice Darío, a pesar de que no lo parece.

-Bienvenida a nuestra casa. - Ni esa bienvenida parece se echa con agrado, más por amabilidad. 

-¿Nos sentamos? - Pregunta Leonel, para apagar el silencio que se formó. 

Sentados en la mesa no parece haber cambiado la situación, todos guardan silencio. Las únicas palabras que salen son las gracias al mayordomo que le abrió la puerta. 

-¿Y bueno que guardaremos silencio o qué? - Probando despertar la situación, pregunta Leonel en un tono alegre - nervioso. 

-¿Tú tienes algo que decir? - Fríamente, pregunta su padre. Palideciendo Leonel, niega con la cabeza y baja la mirada. 

-¿Cómo te va al trabajo? - Exhalando, pregunta Justa. Pregunta que Leonarda supuso, es para Leonel hasta que no se encontró con que la está mirando a ella. 

-Bien, bien, me gusta. - Como respuesta, Justa asiente.

No pudiendo aguantar la mirada enojada de su padre, Leonel concluye. - Parece que tú si tienes algo que decir. 

-Cómo no. Te dejo la empresa y soy yo el que tiene que trabajar. - Enojado, le dice. - Me llaman los trabajadores, para calmar la situación. 

Consciente que su hijo no comprende, Justa explica. - Has dejado de trabajar y todo cayó sobre Refina. 

-¡No es cierto! - Se defiende, alarmado Leonel. 

-¿A sí, no es? ¿Entonces me puedes explicar que estaba haciendo yo ahí, trabajando con Refina? 

-No lo sé, yo no me enteré. 

-Si, ¿y cómo vas?, Cuando nunca estas. Solo a ti se te ocurre dejar que Refina y Zora trabajan solas, como si no sabes que fuego son.

-No pensé que pudiera pasar algo, son profesionales, siempre lo fueron. 

-Si, si, como no. Por eso los gritos han hecho que me llamen tus empleados. 

-Refina no me dijo nada. 

-¿Y qué quieres que te diga? Qué no soporta a Zora y nosotros que suponíamos que lo sabías. - Lo reprende, diciendo la madre. 

-Si le diste el trabajo nada más para que tú no lo necesitas hacer, me decepciona saber que te críe así. 

-¡No! Por supuesto que no y lo sabes. Me dejé llevar por las nubes un tiempo, ya no lo haré. - Avergonzado con sus actos de los que ni cuenta se dio, dice Leonel. 

-Cómo sea, no estamos aquí por eso, sino para conocer a esta chica, ¿Hablamos de ti? - Sonriendo se dirige a Leonarda. 

Leonarda esboza una sonrisa nerviosa y bebé de su vaso, rodeado de una atmósfera tensa y enojada.



#4329 en Thriller
#2272 en Misterio

En el texto hay: amor, muerte, amisad

Editado: 31.01.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.