Las clases acabaron y fui a la mansión junto con Damián.
Kerstin dijo que vendría en un rato con su tía y yo estaba muriendo de la nervios. No sabía qué podría decirme, y si alguien de verdad estaba intentado hacerme daño lo pagaría, y si era alguien de otra manada lo más probable es que habría guerra.
Prefería pensar que no era cierto, que nadie estaba intentado hacerme daño y solo era algo anormal que se podría curar con algunas pócimas.
Estaba en el porche a un lado del palacio acostada en una hamaca mirando el bosque, me era agradable pensar con el viento pegando en mi cara, combinado con el suave movimiento de la hamaca me daba una relajación y paz que no solía encontrar fácilmente, y era lo que más necesitaba en estos momentos.
—¿Qué tanto piensas? —Alex me sacó de mis pensamientos mientras se sentaba en un sillón cercano.
—En cómo hacer la fiesta perfecta. —No era del todo mentira.
—¿Por qué siempre buscas la perfección? —preguntó realmente interesado.
Esa pregunta no me la esperaba, pero tenía razón, ¿por qué siempre buscaba la perfección?
—No lo sé —dije sinceramente.
—¿Te importa mucho el qué dirán? —preguntó preocupado.
—No, claro que no, no es por eso. —Me apure a decir—. No lo hago por los demás, lo hago por mi, por mi propia comodidad, me gusta que las cosas este bien y controladas.
—Me parece bien que no te interese el que dirán, tu simplemente vive tu vida de la forma que quieras, eres afortunada de ser libre y poder hacerlo. —Lo mire un poco dudosa, ¿a que venia eso? Él suspiró al ver mi cara—. Yo solo quiero que seas feliz, y tengas todo lo que yo no podré tener.
Con todo el asunto de mis dolores me había olvidado un poco del dolor de mi hermano, ¿como pude dejarlo de lado? Me sentí peor de lo que ya estaba, pero sabía cómo arreglarlo.
—¿Damos un paseo? —dije mientras sonreía. El entendió perfectamente mis palabras y me sonrió de vuelta.
Salí corriendo hacia el bosque con Alex justo detrás de mí. Solo escuche unos crujidos e instantes después vi como una gran bola de pelo negro saltaba por encima de mí.
El lobo de Alex era increíblemente grande, al ser el alfa era normal, pero su tamaño supera por mucho el promedio. Sus grandes ojos azules combinaban perfectamente junto con su pelo negro liso y sus colmillos grandes totalmente blancos.
Podía percibir cada respiración, cada movimiento de su cuerpo y cada pequeño gruñido. Siempre me había gustado verlo, él y yo siempre habíamos tenido muy buena relación, yo siempre había sido su pequeña, pero sabía que ahora él estaba casado y muy pronto se convirtiría en alfa. Pensar en que las cosas jamás volverían a ser las mismas me entristecía, pero no podía hacer nada para evitarlo, algún día teníamos que crecer.
Alex se agachó para permitirme subir a su lomo y empezó a correr por el espeso bosque. Miles de recuerdos vienen a mi mente. Cuando se convirtió estuvo un año aquí esperando a que apareciera su mate y cada día de ese año hacíamos esto. Me llevaba con él al bosque, yo en su lomo y él corría.
Todo empezó como una idea de ir al bosque y ver si el sentía algún aroma sobre su mate, y yo lo acompañaba, lo hacía porque le decía que si cada día fracasa, yo le aseguraba que por lo menos no volvería solo a casa.
Llegamos a nuestro lugar favorito de todo el bosque, la cascada de la rosa. Tenía ese nombre ya que a su alrededor crecían rosas de diferentes colores, algo muy inusual. Me baje de su lomo mientras veía como él se transformaba en humano otra vez. Me acerco al agua, el agua es tan limpia y clara que se puede ver hasta el fondo, donde se pueden apreciar piedras de colores. Este lugar es simplemente es hermoso y mágico.
Cuando menos me doy cuenta estoy en el fondo del lago. Salgo del agua rápidamente.
—¡Alex! —grito quitándome el agua de la cara.
—Perdón, pero lo necesitabas. —Se burla de mi.
—¿Sabes quién lo necesita? —Salgo del agua rápidamente corriendo en su dirección para tirarlo al agua. El corre detrás de un árbol—. ¡No te escondas, cobarde!
—Créeme, nadie me juzgara por correr de una bruja como tu. —Sigue burlándose de mí. Lo veo indignada, él solo me saca la lengua como respuesta.
—¡Pagaras por esto! —gritó indignada.
—Eso lo veremos. —Me agarra por la espalda desprevenida, me carga y me tira al agua otra veZ—. Yo siempre seré más fuerte, listo y guapo. —Me guiña el ojo.
—Aja, ¿sabes qué?, tu te lo pierdes porque el agua está deliciosa. —Me sumerjo y empiezo a nadar hacia el fondo del arroyo, cuando siento que alguien agarra mi tobillo haciendo que pare abruptamente.
Empecé a retorcerme para que me soltara, pero solo logre que me agarrara el otro pie. Decidí subirme a su cabeza y tratar de hundirlo, estuvimos peleando hasta que el aire me faltó y le golpe los brazos en señal de que me soltara, los dos subimos a la superficie. Al llegar solo empezamos a reír.
—Hace mucho que no hacíamos esto —comentó riendo.
—Si, parece que fue hace siglos.
—No tanto, no exageres.
—Te fuiste hace mucho. —Acuso.
Todo rastro de felicidad se borra automáticamente de su rostro e inmediatamente me arrepiento de haber dicho eso. Como último recurso para hacerlo olvidar su tristeza le aviento agua.
—Oh, no lo hiciste.
—Sí, lo hice... ¿Que vas a hacer al respecto? —Lo reto.
Empieza a nadar directamente hacia mi y yo nado lo más rápido que puedo fuera del agua, salgo corriendo de esta y me interno en el bosque. Escucho sus pisadas justo detrás de mi y solo hace que mi corazón se acelere más por el miedo y la adrenalina de que me alcance. Cuando de repente escucho un crujido y posteriormente un lobo negro brinca sobre mi y me cae enfrente obstruyendo mi paso, mi repentina parada hace que me caiga de espaldas quedando totalmente expuesta. El se aprovecha y con sus patas me detiene los brazos y cuando me tiene inmovilizada pasa su enorme lengua por todo mi cachete.