Espero este maraton haya compesnado un poco, no se preocupen, la novela esta a punto de terminar y subire todo muy pronto.
Mallory
Ariana se quedo paralizada en la entrada, su cara perdió color y la preocupación emanaba de ella.
—¿No querías recibir a tu padre? —pregunto el señor Bellerose con tono molesto.
Ariana inmediatamente bajó la vista al suelo, y se encogió en si misma, adoptando una postura sumisa.
—Lo lamento, no tenía idea de que venía —aseguró en su defensa.
—Pero no querías bajar, que estabas enferma, yo te veo muy bien. —Le estaba reprochando.
—Me dolía un poco el estómago —Se apresuró a encontrar una buena mentira, para darle más firmeza se tomó el vientre—. Ya estoy mejor.
El hombre escrupuloso la escaneo detenidamente, queriendo encontrar la mentira. No supe si la encontró y la dejo pasar o si pasó realmente desapercibida, pero él decidió cambiar de tema.
—Tu madre y yo hemos escuchado rumores de que hay un mal acechando por aquí y no se ha logrado eliminar —explicó como un reproche mientras miraba por el rabillo del ojo a Alex, juzgándolo, diciendo que no estaba haciendo suficiente—. No queremos que te pase nada.
Ella giró su mirada en el momento que escucho "madre", al parecer no había notado la presencia de la señora Bellerose en el sofá, quién se levantó para ir abrazar a su hija.
—Te extrañé, mi niña —susurró feliz mientras la apretaba fuerte.
—También yo, madre —correspondió feliz de tenerla con ella a pesar del mal rato.
—Bueno, quisiera conversar sobre este mal que no han podido erradicar —volvió a traer el tema el señor Bellerose.
Alex se notaba incómodo, pero asintió con la mandíbula tensa y le señalo el camino al despacho. Ambos se fueron por esa dirección. Era irónico ya que Alex no le debía nada al padre de Ariana, pues no tenían una relación, pero el señor creía seguir teniendo la autoridad de un suegro.
No me agradaba, sabía que tenía otras intenciones, pero siendo el padre de la luna oficial, alfa de una de las manadas más fuertes y debido a nuestra alianza, no se podía hacer mucho que digamos.
Damien.
—Vamos, Damien, apurate —exclamó Kerstin animada mientras caminaba por el pasillo hacia la puerta del jardín.
—Cuidado —dije tomándola del brazo para evitar que sus apresurados pasos la hicieran tropezar—. Recuerda que no estás del todo recuperada.
—Pero me siento muy bien —se defendió—. Ya quiero salir, me tienen como prisionera.
—Estas en recuperación —le recordé.
—Bonita excusa —renegó bromeando. Pero aún así la miré mal, ¿no comprendía que tenía que estar bien y lo peligroso que era?
—Solo te estoy sacando 10 minutos para que puedas respirar aire fresco, después regresaremos —le recordé antes de abrir la puerta y dejar que fuera libre por unos instantes.
Ella sonrió felizmente asintiendo y con mini saltitos salió de la mansión. Inhaló fuertemente mientras dejaba que el sol le pegara en el rostro, sonrió abiertamente y empezó a caminar, dejando a la vitalidad entrar en ella.
—No vayas tan rápido, ¿si te tropiezas y no puedo alcanzarte?
—Entonces déjame caer —dijo encogiéndose de hombros aún con su sonrisa. Sonreí con un mal sabor de boca.
—Prefiero aventarme y ser tu colchón antes de verte herida de nuevo.
Ella frunció los labios y las cejas.
—Exagerado —me regañó.
Se sentó en una banca de concreto frente a una fuente. Y se recargó en sus brazos atrás.
—El clima está perfecto para un picnic —mencionó—. ¿Qué necesitamos para un picnic perfecto?
La miré algo cansado.
—No haremos un picnic —dije molesto.
—Oh, por favor, es la primera vez que salgo, debería ser consentida —dijo haciendo un puchero.
—Tu siempre eres consentida —la miré mal, pues todo mi esfuerzo tenía que ser reconocido.
—Pues con más razón, no puedes siempre consentirme cuando no quiero nada y cuando quiero algo ignorarme, eso no es justo.
La miré detenidamente unos segundos. Su coleta alta con varios mechones sueltos, su rostro sin maquillaje y su vestido sencillo de flores ayudaban a su nueva personalidad a verse aun más niña. ¿Cómo es que una chica que siempre había sido vista como una mujer fuerte y poderosa podía cambiar tanto?
Giré los ojos rendido.
—¿Que es lo que se te antoja?
Ella sonrió emocionada mientras me hacia un listado se golosinas y pastelitos que ordenamos en la cocina real. Fui en busca de una manta y un lugar con sombra para instalarnos. Al dejarme caer en el césped cerré los ojos, derrotado.
Solo la escuchaba degustar los manjares de chocolate y los cantos de una que otra ave.
—No es divertido si no me acompañas —reprochó.
—Estoy aquí, ¿o no?
—Pero dormir a mi lado no es acompañarme —se quejó mientras se movía en la manta, yo seguía sin abrir los ojos.
—Si no me acompañas, entonces yo te acompañaré a ti —dijo antes de que sintiera su cabeza en mi pecho.
Abrí los ojos desconcertado, estaba suavemente recostada sobre su espalda, usándome de apoyo.
—¿Que haces? —pregunté.
—Ya te lo dije, acompañándote en tu descanso.
—Tu siempre descansas en la habitación, si no vas a hacer nada mejor entremos de nuevo.
Ella giró su cabeza hacía la mía para quedar de frente.
—Que aburrido eres, ¿no estas cómodo? Además estar acostados aquí afuera es mejor. Hay más vegetación.
Resignado pase un brazo por atrás de mi cabeza para usarlo como apoyo y verla a los ojos.
Sus ojos también encontraron los míos y me acobijaron con su azul celeste. Nos quedamos así un rato, mirándonos, yo estaba sumergido en mis pensamientos y todo lo que tenía que hacer para proteger y cuidar a esta chica que parecía más una niña. Pero en el momento que se abalanzó sobre mí, me di cuenta que no tenía realmente la mentalidad de una.