Maldita Pelirroja

IV. FRANK

Con una mueca apago mi laptop antes de mirar la hora, mis bebés deben llegar pronto, así que me saco la chaqueta del traje y la camisa, ya que la videoconferencia había terminado, no tenía la intención de usar traje en mi casa, así que me quede con los pantalones del pijama antes de telefonear a mi secretaria.


- No me mates - dice en cuanto responde, levanto una ceja, molesto 


-¿Qué demonios hiciste ahora? - cuestioné, a veces era un alivio que Sally se incriminara sola, así me evitaba la molestia.


- La candidata a CEO es una mierda.....igual que las otras cuarenta y seis - murmuró, ante lo que puse los ojos en blanco, eso era lo último que me faltaba, desde que Andrew Harmond había enfermado, había decidido que sería yo quien heredaría la compañía, pero necesitaba alguien lo suficientemente calificado para ser CEO, suelto un suspiro pesado.


- ¿Qué hay de la niñera? - pregunté en cambio, preocupándome más por mis hijos.


- Es la que el señor Black envió, el GPS del coche dice que acaban de llegar - me informa, antes de añadir - pero es pelirroja.


- Maldito Black - gruñí antes de colgar. Él lo sabía, las pelirrojas traen mala suerte, y al parecer la de la cena con la amiga de Shelly me había traído bastante, porque ahora estaba en problemas con el manejo de la empresa.


Sally no se demoró demasiado con los asuntos pendientes, pero una vez colgó me sentí hombre libre, un par de voces en el pasillo exterior llamaron mi atención, me levanté y sonreí al darme un vistazo en el espejo, al parecer sentarme y comer nachos durante dos horas al día no hacían nada con mi complexión atlética, lo cual es genial, a penas y podía correr sin sentir que me asfixiaba, era una buena cosa que fuera resistente en la cama, las mujeres me encontraban endemoniadamente sexy. Y tenían razón.


- Ven con papi - sonreí al abrir la puerta, sabiendo que Max correría hacia mí en cuanto llegara de la escuela, pero en su lugar me encontró con unos ojos verdes mirándome con horror, dos cejas anaranjadas levantadas hasta el nacimiento de un cabello rizado incluso más naranja todavía, ¡incluso tenía pecas naranja! ¿Qué en el mundo era esa monstruosidad?


- ¿Qué? - chilló la cosa naranja, que en su defensa, era una mujer, bastante simpática, pero eso no quitaba el hecho de que había maldecido mi casa con su mera presencia ¡Tendría que hacer una limpieza de nuevo!


- Maldita pelirroja ¿Qué haces en mi casa? - exigí, señalándola con un dedo acusador, pero ella se limitó a abrir incluso más los ojos, antes de estrecharlos de manera asesina, si no estuviera tan cabreado, probablemente me habría intimidado, pero ahora era ella la que me señalaba con un dedo acusador.


- Eres tú, ¡Maldito cerdo machista engreído! - se atrevió a gritarme, y lo peor, la muy zorra me abofeteó, aunque sonreí al verla frotarse la mano, lo que parecía ser un mal movimiento ya que parecía estar rodeada de fuego... ah, no. Era esa cosa que tenía en el cabello, me pregunto si se quitaría con cloro - ¡No creas que trabajaré para ti luego de tratarme como una puta barata!


- ¿De qué mierda estás hablando? - cuestioné, pero juro que sus pecas se encendieron con la mirada que me lanzó.


- Ah, claro, primero me llamas puta y luego no te acuerdas de mí, Y tuve que caminar doce kilómetros por tu culpa - siguió gritando, suspiré pesadamente, había pasado por un matrimonio con la quisquillosa Tiffany, esto era un juego de niños...hablando de niños.


- ¿Dónde están mis hijos? - cuestioné ignorando su perorata, y estuve a punto de reír cuando casi se ahoga con sus palabras, que salían a borbotones de su boca.


- Cenando - murmuró pareciendo perpleja, asentí satisfecho, bien cuidados y alimentados, ella me repasó con la mirada por unos instantes, la dejé hacerlo, y cuando volvió a mis ojos, hice una mueca de asco, se había sonrojado ¿era posible que se pusiera más colorada?


- Ahora ¿te importaría decir porque mierda gritas tanto? - cuestioné, y ella se dignó a parecer avergonzada, antes de tener el descaro de cruzarse de brazos y mirarme desafiante.


- ¿Cómo quiere que le trate, después de que me llamó prostituta cuando solo intentaba hacerle un favor a una amiga? - cuestionó, ahora un poco más calmada, supongo que algunos pelirrojos sí pueden ser civilizados ¿Quién lo diría?


- Oh, claro, tú eras la chica con la que Stuart me obligó a salir - dije recordándolo, ella asintió, a la espera de mis disculpas - pero no me respondiste ¿Prostíbulo o esquina?


- Imbécil - gruñó ella girando sobre sus tacones, con elegancia debería decir, esas cosas parecían trampas mortales.


- Espera un segundo - la llame, joder ¿es que acaso no aceptaba una broma? Se detuvo, suspiró y me miró, expectante - Cierra la puerta al salir.




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