A veces me pregunto: ¿por qué sigo con vida?
No soy importante, sólo soy un lastre, una pesada carga para mi familia.
Después de que mi mamá murió todo cambió, y yo no volví a ser la misma. Era apenas una niña cuando pasó. Sólo yo sobreviví al accidente y debido su prematura partida, me pregunté: ¿qué hago en este mundo? Sin encontrar respuesta, transitando al borde del abismo, maldije mi existencia una y otra vez.
Aún lo hago...
¿Porque ella murió y yo no? Mi vida no valía ni la quinta parte de lo que valía la de ella. Hasta mi padre me lo recriminó, lo sé. Aunque no haya dicho nada, lo sé. Hay veces que puedo leerlo en su mirada, al igual que mi hermana, me culpan por ello.
Me vi involucrada en un accidente de tránsito cuando tenía seis años, un conductor muy negligente condujo con las luces apagadas por el carril equivocado, el choque fue inevitable, aparentemente el auto de mamá salió de las vías y cayó por un barranco. Mi madre murió esa noche, sin embargo, yo permanecí viva y en coma por unos días. Cuando desperté, no podía creer su muerte, aún podía verla, ella me hablaba y arrullaba como siempre… pero en realidad, todo era provocado por el shock post traumático que padecí, mi mente proyectó la imagen de aquella mujer, para suplir mi desesperada necesidad de volver a ese estado de confort, que me proporcionaba su cálida presencia.
Al creerme enferma mi padre me envió a una institución mental donde pasé cinco años de mi vida. Ya restaurada, me dieron de alta, me reincorporé a mi hogar. Jamás volví a hablar del tema. Esa es parte mi historia…
El tiempo continuó su curso, y como era de esperarse, mi padre conoció el amor en una mujer unos años menor — muchos años menor que él —, y si de por sí él era ausente, con su nueva novia, o prometida, como supe meses después de que me enteré de su relación, ya era como ser huérfana.
Papá nos exigió un trato especial con ella, cuando contrajeron matrimonio. Cosa que para mi hermana fue muy sencillo, puesto que a la nueva mujer de papá le gustaba hacer regalos caros.
Por mi parte, nunca acepté un solo regalo, ella jamás ocuparía el lugar de mi madre, ni me compraría para obtenerlo. Y no sé por qué, pero había algo en su perfecta dulzura que a mí parecer no lograba convencerme...
...
Todo quedó a oscuras tras el impacto, cegada por unos segundos, bajé la mirada y cerré los ojos para resguardarme, tenía miedo. Al cabo de un tiempo, que no pude calcular, los abrí. Todo parecía transcurrir en cámara lenta, el auto daba vueltas en el aire mientras descendía al vacío. Por suerte, el cinturón de seguridad me fijaba en el asiento e impedía, a su vez, que saliera expedida por la fuerza y la velocidad en la que el auto se movía.
Con miedo busqué a mi mamá con la mirada, anhelando su consuelo. Ella me miró de vuelta, y en sus ojos vi reflejado mi temor...
— Daniela...
...
12.01.2017
— Daniela.
La voz de papá me hizo despertar, me había quedado dormida sobre unas maletas. Doy un respingo y bajo de la cama al tiempo que busco estirar los músculos que habían quedado entumecidos, por la mala postura que adopté. Cierro los ojos para tomarme unos segundos para pensar recordando los buenos momentos. Para cuando vuelvo a abrirlos me quedo de pie, detallando con nostalgia y por última vez, mi habitación.
Casi podía revivir aquellos pocos recuerdos en los que mamá me arrullaba para dormir..., su imagen aún se reproducía en mi cabeza en fracción de segundos, trayendo ilustraciones significantes, pero tan borrosas...
Aquello solo formaba parte de un pasado sin importancia, supongo; había perecido, o más bien había sido asesinado por el verdugo llamado tiempo.
— ¡Daniela! — llama papá nuevamente, muy insistente —. Los de la mudanza ya están por llegar, ¿todo está listo? — exige saber.
— Sí — me limito a responder.
Hace años que no hablábamos como se supone que deben hacerlo un padre con su hija, pero ahora era distinto, pues el recelo y el orgullo nos sacaban parte. Todo por un altercado que tuvimos por el asunto de la mudanza días atrás. Tema con el que lastimosamente yo estaba en desacuerdo. Pero como siempre, nadie tomó en cuenta mi opinión y por defender mi posición, me gané una bofetada.
Mi comportamiento desde entonces se volvió en extremo distante y cerrado. Aprendí que, para evitar conflictos de ese tipo, me toca tragarme mis sentimientos y lo que pienso. Pues al final nada va a cambiar, y ellos harán su voluntad pasando por encima de quien sea. No valía la pena.
Una vez que llegó el equipo de la mudanza abro la puerta y me dirijo a la cocina por un vaso de agua. Lo menos que quería era darle vueltas al asunto para no ponerme a llorar.
Cuando llego a la cocina algo llama mi atención, en la barra encuentro un álbum fotográfico. Su pasta marrón se veía vencida, en sus esquinas se mostraba una decoración de triángulos dorados, como las letras en cursiva de la portada. Aquellas características eran poco usuales, de hecho, los álbumes de por sí eran obsoletos, hoy en día se usaban la galería de fotos de los teléfonos inteligentes, o en su defecto, en las computadoras.
Por ello y otros detalles antes mencionados, deduje que era antiguo.
En la portada decía:
"Las fotografías capturan la vida y aquellos momentos dignos del recuerdo...
Memorias de un Brouchard..."
«Brouchard» ... repetí mentalmente.
Así se apellidaba Alma, la esposa de papá.
Por un momento olvido a lo que iba inicialmente y me pongo a hurgar entre sus páginas. En las primeras hojas amarillentas las fotos eran primitivas, muy antiguas, por lo que sé, se llamaban daguerrotipos. En cada impresión, una gran familia se mostraba, y tras estos, el esqueleto de lo que parecía una mansión tomando en cuenta lo voluminoso de la infraestructura.
#1810 en Paranormal
#8189 en Thriller
#4606 en Misterio
fantasma y misterio, muerte odio, codicia asesinatos terror psicolgico
Editado: 13.05.2022