Transcurrieron los días, semanas y entre las horas y minutos a la joven se le veía angustiada, miles de lágrimas rodaban por sus delicadas mejillas, su voz se quebraba cada vez que hablaba. No podía hallar el paradero del muchacho de su vida que por más que lo buscaba, no lo encontraba. Había recorrido innumerables calles, lo había buscado en su casa, en los bares, en casinos, en todos los lugares en el que podría hallarse pero nada, esa era la palabra, no estaba por ninguna parte.
Hacía más de una semana que había desaparecido sin dejar rastro alguno y aunque preguntaba a sus amigos, a los que por cierto la muchacha les tenía un miedo que la hacían temblar hasta los huesos, pero eso no la detenía y con valentía les preguntaba por él, pero en cada pregunta siempre obtenía la misma respuesta ,no, acompañado de unas cuántas palabras lascivas y de poco pudor .
Cada noche lo esperaba en su habitación, sentada en el frío suelo mientras se abrazaba sollozando con preocupación, sentía que el aire le faltaba, que su corazón no latía, su dolor crecía cada día que pasaba.
Deambulaba por las calles, la madrugada la seguía como siempre desde su partida, buscándolo en cada rincón, asomando su pequeña cabeza, sus ojitos rojos de interminables noches llorando bajo sus mantas, embriagándose de su aroma, revocándolo con añoranza cada noche desde su desaparición, andaba siempre por senderos pocos luminosos con su mirada gacha como si su vida entera se hubiese ido, como si su mundo entero no existiese cuando de repente un chispazo arremetió en su mente: No lo había buscado en su lugar confidencial , en aquella cabaña que había sido testigo de dolorosos momentos, de la frustración, del odio, del rencor que residuaba en el corazón de su amado, aquella cabaña era el guardador de sus más escondidos misterios, pues era ahí donde él liberaba todo lo que en su interior bullía. Y con medio giro salió con prisa , pensando lo peor, oraba, imploraba con lágrimas en los ojos que el alcohólico de su padre no le hubiera hecho ningún daño , pues ese era el único lugar al que él acudía cuando ese monstruo lo hería, corrió, corrió como nunca lo había hecho, como si su mundo dependiera de ello, como si su alma se estuviese extinguiendo, corrió, corrió con todas sus fuerzas puestas en ello, toda su energía habitada en ello, corrió, corrió con el llanto desbocado, miles de lágrimas bailaban a su paso con sollozos cargados hasta que llegó a aquel lugar clandestino.
Abrió la cerradura con lentitud y con el botiquín en la otra mano, entró despacio con sigilo, caminó minuciosa pero decidida, si el amor de su vida se encontraba herido, ella misma apuñalaría al padre sin importarle un comino las consecuencias de ello , no le importaba nada, en su mente y en su corazón solo se hallaba él .Llegó hacia una habitación, la puerta estaba cerrada con muchos agujeros de por medio, agarró el manojo, su corazón latía desesperado, esperaba que su amado se encontrara ahí , era su última esperanza, no quedaba ningún lugar más ya por buscar. Iba abrir la puerta cuando de la nada escuchó murmuros en la habitación, era una encantadora risilla que provenían de una voz femenina que hablaba con dulzura. La joven extrañada comenzó a abrir la puerta con lentitud ¿Me he equivocado de cabaña? pensó, se detuvo y por el espacio abierto se asomó y aquello que observó, la aniquiló , su mundo se torno gris, el verde esperanzador desapareció, la promesa que se había hecho se rompió.
El muchacho de su corazón sonreía como un niño que nunca hubiese conocido el dolor, de sus cuerdas vocales salían hermosas melodías mientras abrazaba por detrás a una dulce muchacha con falda larga y libros en la mano al igual que ella misma. Fue testigo como el culpable de su llanto, de sus heridas , robaba un casto beso de aquella muchacha para luego sonreírle de manera avergonzada y con un suspiro soltar un «Te amo». La joven cayó, cayó al precipicio de su destrucción, la catástrofe se desató , su cuerpo por instinto se movió ya que su cerebro se encontraba en parálisis cerebral y salió dejando a los amantes en aquella burbuja que por tantos años ella ansió.
Caminaba con la mente en blanco, con el corazón sin movimiento y su alma extinta. La muchacha se había convertido en un cascarón.
El amanecer salió a flote y con la misma ropa puesta se dirigió a la universidad. Todo el mundo la veía con mirada desaprobatoria , como si se hubiera vuelto loca pero eso a ella no le importó, camino frente a todos, cada paso era su decisión, se dirigió al muchacho que reinaba su corazón e impulsándose hacia su cuello, lo abrazó y con ojos de amor soltó ...
—Te amo.
El muchacho abrió los ojos sorprendido y con un movimiento fuerte la empujó , haciéndola caer al suelo, la miró con rabia, con odio, con traición, con repugnancia, aquella mirada la mató, la asesinó. Le gritó que jamás en su vida lo volviera a decir, que ni siquiera lo pensara , que no la quería volver a ver en toda su vida, que se largara de su vista y con paso furioso salió de ahí , dejándola sola, mientras todo el mundo se burlaba de ella, mientras él , salía detrás de ella, de aquella muchacha que había capturado lo que por tantos años ella añoró: su amor.
La joven se levantó y con una sonrisa sin emoción desapareció, caminó por las calles, caminó hasta que su pies se cansasen, caminó hasta llegar al lugar donde la paz y la tranquilidad reinasen.
A unos metros observaba la danza de la olas, la fina y húmeda arena que bajos sus pies se pegaban con parsimonia, sintió como la suave brisa del mar acariciaba su frágil piel, sintió el silencio que el mar emanaba en ese momento, aquel respetuoso silencio que le brindaban para desahogarse de lo que en su corazón había. La muchacha suspiró y con un impulso abrazador gritó a los cuatro vientos, con todo el dolor que había contenido, con toda la tristeza que residuaba en su corazón.
Su alma y su espíritu se extinguían a cada latido que resonaba su herido corazón. Gritó porque ya no había un mañana, no había un después, al menos no el de ellos. Gritó porqué el dolor que persistía en ella la consumía, la estaba haciendo trizas, la hacía caer en aquella muerte prematura. Gritó por aquel amor no correspondido, gritó por el culpable de sus heridas y cayó de rodillas.