Maldito clichè

Capítulo Tres

Flashback

Era una tarde soleada, los pájaros entonaban melodiosas melodías y una joven salía de su casa llorando con dolor, con pesadez infinita que le habían provocado nuevamente las peleas de sus padres, culpándola por el desamor que en ellos existía, corrió mientras miles de lágrimas se desprendían de ella , quería ver al amor de su vida que aunque la hería, el era el único que le proporcionaba calma con tan solo verlo , de lejos lo vería, no le importaba, con solo mirarlo su corazón se tranquilizaba.

Corría con prisa cuando de repente chocó contra el pecho de alguien, levantó su mirada para pedir disculpas por lo ocurrido pero se topó con aquella mirada helada, con aquellos ojos grises que la enamoraban. El muchacho de sus sueños levantó sus ojos frunciéndole el ceño molesto, la miró y el corazón de la muchacha brincó, su adolorido corazón sanó. Le sonrió con ternura, sabía que pronto se daría la vuelta para dejarla sola nuevamente, pero aprovecharía el poco tiempo que tenía, su amado la observó con detenimiento, no se movía ni un centímetro. La joven lo miró extrañada, pensó que tal vez algo malo le ocurría y se preocupó. Abrió sus rosados labios para preguntarle si le sucedía algo cuando de pronto sintió como unos brazos y con ademán tosco la abrazaron.

Lágrimas salieron de ella asombrada y sin pensarlo ni un segundo le correspondió, descargando todo el dolor que en ese momento sentía contra su pecho, aquella vez se dio el primer abrazo entre ambos y aquella seguridad que sintió entre sus brazos fue indescriptible, inmedible, así como tantas veces ella había sido el consuelo de su amado, él había sido el refugio en sus días de diluvio ¿Cómo no podría no enamorarse de él? Si fue el único que le transmitió el calor que en sus momentos de dolor requería, si fue el único que la abrazaba cuando más no podía ¿Cómo no podría no enamorarse de él? ¿Cómo?.

Fin del flashback

La joven abrazaba sus delgadas piernas, su ropa estaba mojada y sus tiernos ojos relucían ante la luz de la Luna. El llanto se emitía de sus dulces ojos acaramelados, el dolor que yacía en su pecho la partía, la hacía trizas. Sus ojos miel se perdían en las aguas silenciosas, el viento desfilaba por todos los rincones del rubio pelo de la dulce muchacha, sus acuosos ojos reflejaban la melancolía de su interior, de su desastroso corazón ¿Qué haré? se preguntó mientras a lo lejos veía como la redondeada Luna se desprendía hacia el inmenso mar.

Avanzaron los días, los meses, los años y bajo el reflejo de la Luna llena a orillas del magnífico mar acaudalado , un muchacho aparecía caminando con los pies descalzos , sintiendo la fría arena mojada y se sentaba a contemplar el paisaje nocturno que le obsequiaba la vista.

Era aquel típico chico malo , quien decía que el amor era una mentira, que la alegría era un cuento de hadas, pero ya no era así, él ya creía en el amor, él ahora formaba parte de la inmensa alegría y también lo veía en los seres que más amaba.

—Llegas tarde— le reclamó el muchacho con una sonrisa en los labios.

—Siento la tardanza, no pude escaparme a tiempo— se disculpó la muchacha mientras tomaba asiento a su lado, sus ojos miel no habían perdido aquel brillo que la caracterizaba y que lo seguían mirando como hace años lo hacían , rebosantes de amor y ternura en el.

Los minutos pasaron, las olas del mar bailaban como si estuvieran en un trance y el silencio entre ellos reinaba. Los años habían transcurrido para los dos, él había dejado al alcohólico de su padre que por tantos años lo maltrató, se había ido hace años de aquel horripilante lugar que albergaba dolorosos momentos guardados, se había casado con la mujer que amaba, su luz, su ancla . Había aprendido del amor y el cómo amar y ahora sonreía mostrando una alegría genuina.

—Regresaste— rompió el silencio la muchacha. El eco de las olas resonaban por todo el lugar..

—Siempre regresaré a verte— la miró —eres lo único bueno que tenía de este desastroso lugar— contestó, una incipiente lágrima rodó por su mejilla— Lo siento, lo siento tanto—se quebró, lágrimas desbordaban de él sin parar, llenas de culpa, de odio a sí mismo, se odiaba tanto por haberle hecho demasiado daño, odiaba a aquel chico de su pasado , a aquel que la había hecho sufrir demasiado, se repudiaba por haberla lastimado por solo una maldita diversión suya, por solo un juego adquirido para solo sentirse bien consigo mismo, se repudiaba por haberse aprovechado del amor que por él sentía, aquel amor que ella le había brindando de manera pura y genuina.

La joven lo miró con dulzura mientras con delicadeza borraba sus lágrimas con las yemas de sus dedos.

—¿Eres feliz? —le preguntó. El joven la observó con melancolía, aquella era la misma pregunta que ella le hacía en cada uno de sus encuentros.

—Sí— musitó.

—Ese es tu perdón— le sonrió. El joven lloró desolado, su corazón dolía, sentía como lo martillaban, como lo hincaban, como a pesar de todo lo que la había hecho pasar, su felicidad seguía siendo primordial para ella.

—¿Dónde estás?—le preguntó — ¿Por qué aún no has vuelto?.

La joven lo miró y con una sonrisa en su rostro desapareció, se esfumó como la briza misma, como la espuma del mar, como el humo de una llama encendida , dejando solo hacia su paso el recuerdo de su encuentro.

—¡¿Dónde estás?!—gritó al cielo, al mar, a la arena  ¡Dímelo, por favor! ¡Te lo ruego! ¡¿Dónde puedo encontrarte?!— lloró ¿Dónde? Aún te sigo esperando desde tu partida.



#13285 en Otros
#3948 en Relatos cortos
#20840 en Novela romántica

En el texto hay: romance, primer amor, dramajuvenil

Editado: 11.11.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.