¡maldito cliché!

20. El resto de mi vida.

“El matrimonio más corto de la historia”, es lo que dice al abogado con el que he quedado para firmar la demanda de divorcio.

—Eso no es verdad —aseguro enfadada—, debe investigar muy bien la información antes de abrir la boca, en Rusia una chica dejó a su novio una vez que bajó del auto que los llevaba a la fiesta. Nunca volvió la vista atrás.

—Parece que sabe mucho acerca de matrimonios fallidos —murmura como si no quisiera que lo escuchase pero como tengo oído de tísico, por supuesto que lo hago.

—Ya deme esos malditos papeles —digo casi arrebatandolos de sus manos.

—Le comento, señora Johnson que ésto es un mero trámite, el divorcio se resolverá después de un par de audiencias a las que tiene que acudir con el señor Johnson. Se llaman conciliatorias, justamente porque un experto trata de conciliar para evitar que el matrimonio se disuelva.

—No quiero ninguna maldita audiencia conciliatoria, lo que menos quiero es volver a ver al señor Johnson en mi vida. Cancele y diga que voy a firmar sin condiciones.

—Lo siento, pero es necesario que acuda, no es opcional —sonríe de medio lado sin mucho ánimo y se despide de mí, no sin antes recalcar que se pondrá en contacto conmigo para darme la fecha.

—Escuche —respondo cambiando mi tono por uno mucho más amigable—, lo cierto es que saldré pronto del país y no podré estar aquí para esas malditas audiencias.

—¿Cuando se va del país?

—En abril…

—¿Se lo ha informado al sr. Johnson?

—A Ben no tiene por qué importarle lo que yo hago, se lo estoy diciendo a usted porque no podré acudir.

—La primera junta se programará probablemente para la próxima semana y para la segunda le enviaré un citatorio de ser necesario, usted no puede salir del país hasta que no se haya resuelto su divorcio con el señor Johnson.

—¿Cómo que no puedo? Hasta donde yo sé, soy libre.

—Él puede acusarla de abandono de hogar y así usted llevaría las de perder.

¿Qué, qué? ¿El Licenciaducho éste me está diciendo que no puedo mover los pies si Ben no lo autoriza? ¿Qué demonios sucede con las leyes que protegen los derechos de las mujeres en este país? Tomo nota mental y me digo a mí misma que me iré a cualquier lugar, ¡inclusive a la Patagonia! si ahí ser mujer no está penado. ¡Odio a la sociedad machista!

—Está usted bromeando, ¿verdad? —pregunto.

—Usted también pudo haberlo hecho pero ya firmó la solicitud de su marido y con eso pierde el derecho de acusarlo ahora.

—¿Y por qué demonios no me dijo eso para que no firmara?

—Es el señor Johnson quien me paga, señora Johnson.

—¡Deje de decir Johnson o le voy a poner el “son” pero en la cabeza! ¡Desgraciado Licenciadito de cuarta!

Sí, por supuesto, con la última frase reafirmo mi madurez de mujer “adulta, culta y educada”,  pero no sé qué más decir, la sangre me hierve por dentro. Salgo de ahí dando un portazo y ni siquiera caminando a toda prisa consigo calmarme.

No quiero saber más nada de los Johnson, quiero que desaparezcan de mi vida, de una vez y para siempre pero olvido que llevo en el vientre a uno... Uno que me acompañará por el resto de mi vida.





 



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Editado: 07.09.2018

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