Mariana no podía evitar sentirse apenada de dejar el puesto pero la adrenalina que sentía al saber que pronto se iría a Brasil a experimentar algo nuevo hacía que se olvide de toda su trayectoria en FISHER. Había terminado con su ex novio hace unos meses, y cuando surgió esta oportunidad de irse a América del Sur, no dudó en aceptarla. No es que lo hiciera por él (jamás se perdonaría si tomaba una decisión que no fuera por ella misma), pero los sentimientos que inundaban su corazón fueron insumos para que se atreviera a dar el salto. Ella no tenía padre, había fallecido hace ya varios años de un infarto al corazón, y siendo hija única solo tenía a su madre. Le había dolido tomar la decisión por ella, pero Graciela le había asegurado que estaría bien, rodeada no solo de sus amigos sino también de su actual pareja. Mariana había estado agradecida con ella y por tener la oportunidad de vivir algo nuevo.
Estaba convencida que Isabella era adecuada para el puesto, además de tener experiencia, mostraba bastante entusiasmo, determinación, y ganas de aprender. Parecía una muchacha tímida pero que con el paso del tiempo lograría sacar esa energía que llevaba escondida dentro. Roberto se estaba quedando en buenas manos.
—Entonces aquí es donde accedo a la información histórica del cliente y si hemos trabajado con ellos algún otro proyecto, ¿verdad? —dijo Isabella, sacando a Mariana de sus pensamientos.
—Sí. Todavía debo pedir que te den el acceso a la carpeta y red del área con tu usuario, pero la información que ves es exactamente cómo lo verás —confirmó Mariana. Estaban revisando la información en su computador, hasta que crearan el nuevo usuario de Isabella y le entregaran su laptop.
—Mari, Isabella, ¿van a comer aquí? Vamos a ir subiendo con Gera y Fede —interrumpió Daniella, quien se había acercado a ellas.
—Caray, ya es hora de la comida, qué rápido se pasó —dijo Mariana e Isabella estuvo de acuerdo; casi había olvidado que era su primer día—. Yo iré a comer con mi mamá, estamos aprovechando todo el tiempo libre que podamos para estar juntas —agregó, con un dejo triste en su voz.
—Oh, claro que sí —dijo Daniella—. ¿Y tú Isabella?
—Pues no tengo planeado volver a casa ni salir, iré con ustedes, gracias —dijo algo avergonzada.
—Perfecto, cuando termines me buscas en la cafetería. ¿Ya sabes dónde está?
No, porque Joaquín no cumplió con su promesa, pensó. Estaba a punto de negar cuando escuchó una voz ya familiar para sus oídos.
—Isa está a punto de saber en dónde se encuentra la cafetería y gimnasio como le prometí —dijo Joaquín, sonriendo apenas.
Isabella no pudo evitar sentir un pequeño salto en su corazón. Definitivamente no era algo que tuviera que ver con el amor, sino más bien que la presencia de Joaquín la hacía sentir en confianza, le daba alegría y nervios al mismo tiempo, y sobretodo le encantaba su aspecto. Sin duda se sentía atraída por él físicamente.
Todos se quedaron en silencio brevemente, antes que Daniella repitiera que la esperaba en la cafetería y Mariana le dijera que luego de la comida continuaban con lo pendiente, no quería atarearla con tanta información tampoco.
—¿Y cómo así te sentiste atraída por FISHER? —preguntó Joaquín, mientras caminaban hacia las escaleras.
—¿Es una segunda entrevista? —se atrevió a bromear ella, mordiéndose el labio inferior. Joaquín rió, divertido.
—Claro que no, solo intento hacer conversación… y porque me interesa saber más de ti —agregó. Isabella tenía claro que era un coqueto nato, aunque tal vez lo estaba entendiendo de una manera muy subjetiva. No se permitió continuar con esa idea.
—Pues, estaba buscando alguna oportunidad laboral luego de haber estado dos años en una empresa de manufactura, y encontré en Linkedin esta opción —empezó a contar mientras bajaban unos peldaños para tomar el elevador—. Me pareció interesante porque FISHER es una firma grande y al ser el puesto en el área de finanzas, que es mi carrera, decidí tomar la experiencia —terminó de manera sencilla. No había mucho que decir.
—Interesante. Así que estudiaste Finanzas, ¿eh? —dijo Joaquín, haciéndole pasar al elevador antes que él y presionando el botón del primer piso, donde se encontraba la cafetería—. Yo también estudié lo mismo, en Chicago. Bonita ciudad.
—Yo aquí en Nueva York. ¿Y desde cuándo trabajas aquí? —se atrevió a preguntar.