Isabella se despertó sintiendo algo de calor, todavía dormida, se giró apenas y se encontró en los brazos de Joaquín, en posición cuchara. Sonrió como tonta y comenzó a acariciar suavemente sus manos, sin poder creer lo hermosa e intensa que había sido la noche. Se volteó completamente y admiró su rostro y sin poder evitarlo, comenzó a trazar sus rasgos, admirándose de lo guapo que era para ella. Aquellos minutos en los que él aún dormía plácidamente, se puso a recordar a Diego, pero no a él en sí, sino a lo que había sucedido, a las cosas que creyó y que luego no eran ciertas. A los tantos momentos de sexo que tuvieron pero en los que realmente no disfrutaba y en donde no había muestras de cariño, solo de sexo puro. En ese entonces, había creído que así era, que era normal, porque luego, él la acariciaba o le decía alguna frase o veían juntos televisión y creía que era normal, que eso era estar enamorada. Sería mucho después que se daría cuenta que algo estaba mal, pero finalmente con Joaquín había logrado aprender y a vivir lo que era realmente sentirse amada y amar.
Incluso había llegado a cumplir fantasías de Diego pero él nunca de ella. Isabella siempre quiso más, pero él traía la excusa de la edad; era cierto que aún era menor de edad legal y podían encerrarlo, sin embargo, la situación cambió cuando ella cumplió veintiún años y él comenzó a inventar otras excusas. Salieron en público dos veces solamente, a insistencia de ella, pero a lugares no muy concurridos y de noche; se sintió en las nubes, entrelazando su mano con la de él, besándolo en la fila del cine o en la película, conversando en el auto y mientras comían McDonald’s; pero apenas duró, y agradeció a todos los seres de la tierra por ello porque nunca sabría cuánto tiempo podría haber seguido esa farsa si no se detenía.
Sus pensamientos se detuvieron cuando Joaquín comenzó a despertarse y acariciar sus manos. Isabella dejó un beso en sus labios y se acurrucó más contra él, bajando su cabeza para que no sintiera su olor mañanero. Joaquín la abrazó con fuerza.
—Qué hermosa forma de despertar, al lado de la chica más sexy de Nueva York.
Isabella rió, libre y feliz.
—Lo mismo digo yo.
—Ey, trae esa boca para acá, por qué te escondes —la reprendió él, tratando de levantar su mentón.
Isabella se sonrojó y levantó la cabeza, pero no abrió la boca, solo negó.
—Ay, ya sé —agregó él, poniendo los ojos en blanco—. ¿Tu aliento mañanero? —Isabella no pudo evitar sonreír avergonzada—. El mío debe oler peor y no te estás quejando. —No podía saber si era cierto, pero le causó mucha gracia y rompió a reír—. Ven, dame un beso de buenos días y deja de burlarte de este pobre hombre que no ha tenido sexo en… —Miró el reloj—. Seis horas.
—Eres un tonto.
Y con esa respuesta, accedió a sus pedidos.
—Sé que no es el mejor momento, pero me gustaría que habláramos sobre lo que pasó ayer —dijo Joaquín luego del beso y un breve silencio. Isabella se tensó en los brazos de su novio—. Isa… —Levantó su mentón para que lo mire—. Necesito saber qué pasó; no es de curiosidad, bueno sí, también, pero porque quiero entenderte más, ser capaz de estar allí cuando algo pasa y saber que te duele por alguna razón en especial. A veces te veo y no sé cómo actuar y creo que está siendo una barrera…
—Ya sé, pero no es fácil.
—Ya sé que no es fácil, pero necesito…
—¡No entiendes Joaco! —dijo ella, levantándose de su pecho y suspirando—. ¿Acaso has pasado por algo que te cambió la vida?
Joaquín se quedó en silencio, mirándola fijamente. También tenía sus secretos.
—No me pidas que sea abierta contigo cuando tú no lo has hecho aún. Porque has tenido menos caídas que yo, pero también he notado que hay cosas en tu pasado que también te detienen.
Cuando ninguno de los dos dijo nada, Isabella suspiró y salió de la cama, buscando su ropa. Necesitaba salir de ahí, como sea. No podía soportar la tensión.
—¿A dónde vas? —dijo él, levantándose de la cama y casi en pánico.
—A mi casa —respondió ella, sin mirarlo.
—Isa… no vas a escapar por una pelea —dijo él, agarrándola de la muñeca.