—Fue entonces cuando le conté todo a Pamela —continuó Isabella, con voz ahogada.
Joaquín había escuchado toda la historia de su novia sin interrumpir así como ella había hecho lo mismo cuando le contó de Pilar. Habían desayunado y duchado juntos, logrando evitar la tentación de volver a hacer el amor ya que tenían asuntos pendientes, y luego se habían vuelto a meter a la cama, acurrucados, mientras Isabella comenzaba a contarle la historia. Ahora ella seguía derramando lágrimas mientras finalizaba con aquella historia. Joaquín tenía casi la mente en blanco, no tenía palabras para explicar lo que sentía, las ganas de buscar a Diego y destrozarle todo su ser.
—La adoro tanto a Pame. En lugar de regañarme o juzgarme, me abrazó fuerte y me dijo que no merecía que alguien me haya tratado así. Me acompañó, cuidó y consoló durante todo ese día y mintió por mí a mis papás, diciéndoles que había tenido que irme urgente a la universidad y que mi celular se había quedado sin batería pero que pronto me comunicaría. Estuvo presente durante los siguientes meses; sobre todo cuando creí que estaba embarazada. Fue casi un milagro no estarlo porque había olvidado tomar el anticonceptivo que siempre tomaba para regular mi regla y encima él había acabado dentro de mí…
Hizo una pausa y suspiró.
—Fueron varios meses horribles, de pura angustia, dolor, vergüenza, miedo; ya no sabía qué sentía. Encima Diego se dedicó a acosarme por todos lados, por todas las redes sociales y correo; lo bloqueaba de alguna cuenta y me buscaba por otra. Cambié de número incluso y lo consiguió, no sé cómo, quizás con Mica. Todo ese tiempo tuve que fingir estar bien aunque era casi imposible y mis papás cada vez estaban más preocupados. Pero Pame estuvo allí para mí, cubriéndome la espalda, apoyándome, llamándome todas las noches, defendiéndome ante mis amigos que reclamaban por mí. Le debo mucho.
Entonces se giró despacio hacia Joaquín, quien todavía seguía sin decir palabra o hacer algún movimiento y notó sus ojos brillantes. Sus lentes descansaban en la mesita de noche por lo que notó más fácilmente que tenía lágrimas acumuladas en sus ojos. Lo amó más, por sentirse identificado con ella, por escucharla, por sentir su dolor.
—En eso nos parecemos mucho Joaquín; damos todo cuando estamos enamorados y a veces puede ser una debilidad. Hemos sido engañados y tenemos miedo de construir algo verdadero porque creemos que caeremos en el abismo de nuevo.
Joaquín la miró fijamente, derramando entonces una lágrima, sin poder contenerla, y luego varias. Pero no reaccionó más, ni dijo nada. Isabella se preocupó y empezó a besar cada parte de su rostro, deteniéndose en sus labios, pero aquellos no se movieron.
—¿Qué pasa Joaco? —dijo ella, más preocupada, frunciendo el ceño—. ¿Te… doy… vergüenza… todo lo que hice, lo que dejé que pasara? —agregó con timidez, con un nudo en su garganta.
—¡Ni se te ocurra volver a repetir eso! —reaccionó él entonces, con un tono un poco duro que la asustó. Tensó la mandíbula, cerró los ojos y comenzó a respirar profundamente—. Estoy… hirviendo por dentro Isa —agregó, luego de abrir los ojos—. Quiero desgarrar a pedazos a ese hijo de puta; se aprovechó de ti, de tu inocencia, de tu amor, de tu increíble forma de ser —dijo, y la voz se le quebró. Tragó el nudo en la garganta y continuó—: Te usó tanto tiempo para luego dejarte como si fueras… como si fueras nada, como si no valieras lo que vales. Te marcó, te tuvo, se llevó un pedazo de tu alma para él… lo odio Isa, lo odio. ¿Cómo puedes siquiera hablar de él? Con Pilar… con Pilar no fue tan duro… pero tú… Isa…
Se le quebró otra vez la voz y la abrazó con fuerza, enterrando su cabeza en su pecho. Isabella volvió a llorar, mojando su camiseta y aferrándose a esta.
—Nunca voy a permitir que alguien más te haga daño, jamás —susurró Joaquín. Luego se separó apenas de su cuerpo y chocó su frente con la de ella—. Ahora te amo más… saber todo lo que viviste y haber seguido adelante, casi sola. Determinada a ser mejor, a olvidar todo el pasado y buscar nuevas formas de alejar el dolor. Te admiro Isabella y no hay persona más especial que tú… lo siento aquí… —Se tocó su corazón—, y espero que tú también lo sientas, porque mi corazón es tuyo y cuidaré de ti siempre.
—Mi corazón también es tuyo Joaquín —susurró ella, con voz ahogada.