Joaquín e Isabella se miran a los ojos profundamente y sonríen; saben perfectamente que quieren lo mismo. Ella cierra los ojos y se acerca a Joaquín, quien enreda sus brazos en su cintura y ella aprovecha para poner los suyos alrededor de su cuello. Joaquín cierra los ojos y se acerca lentamente a la boca de su novia. Sienten sus respiraciones entrecortadas, llenas de amor y placer; rozan sus narices, se sienten. Él acerca más su boca a la de ella y en pocos segundos sus labios ya están rozándose. Se mueven al compás de la música de fondo; ella juega con el pelo de él, y él juega con su boca, rozando los labios una y otra vez.
Con su lengua, Joaquín recorre los labios de Isabella, suavemente. Primero los de abajo, después los de arriba y ella respira cada vez más entrecortado. Pero, sonríe cuando se pega más a su cuerpo y siente el placer que le está produciendo a su novio. Ahora, es el turno de ella, quien deshace sus manos del cuello de él para introducirlas dentro de la camisa. Él se dedica a sentir aún con los ojos cerrados, al igual que ella. Isabella introduce lentamente sus manos, dejando caricias suaves; arriba y abajo es la ruta que recorren sus manos, marcando el territorio, dejando claro que él es de ella y de nadie más.
Unas cuantas caricias más son suficientes para que le quite la camisa, y ahora sí abran los ojos. Se sonríen y se resisten las ganas de besarse; pero, Isabella aprovecha el momento para dejar un beso tierno en su pecho. Él inicia con caricias en el cuerpo de su novia; por encima de la blusa. Primero por la panza y luego en sus pechos; ella cierra los ojos ante el placer, y él no deja de pensar ni un minuto en que Isabella fue su mejor elección.
Cuando el placer aumenta, Joaquín acerca de nuevo su rostro al de Isabella, pero esta vez une su boca con la suya. Y, mientras sus labios se mueven lentamente, al compás de la música, Joaquín ingresa su mano por debajo de la blusa de Isabella, haciendo la misma acción que ella había hecho antes, acariciando suavemente su panza. Le quita la blusa para que con sus dos manos acaricie sus pechos desnudos que están duros por el placer; ama que no tenga puesto el brasier. Ella gime de placer y él aprovecha ese instante para unir su lengua con la de su novia; explorando cada rincón de su boca.
Luego de unos minutos realizando la misma acción, se separan para poder respirar; ambos tienen la boca hinchada y roja. Abren los ojos y se contemplan; es inevitable que Joaquín acaricie la mejilla de Isabella y sonría de lado; algo tan característico de él. Deja un beso en su frente y entrelaza su mano con la suya para dirigirse hacia el baño; dentro, deja un beso en su nariz e inmediatamente acerca su boca a su cuello, debajo de la oreja; su lugar. Se concentra en besar esa zona mientras ella pega su cuerpo al de él y va ingresando sus manos por debajo de su buzo negro.
Él da un gritito ahogado cuando Isabella presiona sus manos en sus glúteos, cuando los masajea, cuando pega aún más su cuerpo. El placer es tanto que apaciguan el ritmo para no terminar antes de tiempo; Isabella regresa sus manos al pecho de él y Joaquín une su boca con la suya. Ya no suena la misma música, pero eso no importa; algo de Bruno Mars es perfecto. La intensidad del beso empieza a aumentar de a poco, Joaquín acaricia la espalda de Isabella una y otra vez, y ella revolotea el pelo de su novio. Mientras Joaquín enciende la regadera, Isabella va quitándole la correa y desabotonándole el pantalón; luego, Joaquín hace lo mismo con ella, sin dejar de besarla.
En pocos segundos, los dos se encuentran piel con piel, ya dentro de la ducha y debajo del agua. Joaquín vuelca sus manos hacia el trasero de su novia y la aprieta contra su cuerpo; ella siente que él muere por ingresar en ella y eso la excita aún más. Sin dejar de besarse, Joaquín recuesta a Isabella en la cama. Se separa de su boca y la contempla; la adora, ama verla así con las mejillas rosadas, la boca hinchada. Ella se muerde el labio inferior con sensualidad y ternura a la vez.
Cuando Isabella le da tregua, Joaquín acaricia lentamente su panza, y va dejando besos en su cuerpo. Poco a poco va descendiendo hasta que sus manos llegan a su objetivo y comiencen a acariciar la zona sensible. Isabella disfruta estar bajo el chorro de agua, mojándose mientras sus partes internas también lo hacen. Rozan sus narices, rozan sus cuerpos, sus labios. Pronto, Joaquín la tiene contra la pared, devorándole el cuello, aquel que terminará con una pequeña marca después, y su miembro se aprieta contra su abdomen, mostrándole lo prendido que está por ella. Isabella gime y cuando él la imita segundos después, aprovecha de empujarlo apenas para volver al chorro de agua y se separa de él. Joaquín tiene los ojos más oscuros que nunca y se nota el deseo; cuando Isabella agarra el jabón y sonríe, Joaquín es más rápido y se lo quita y le da una sonrisa maliciosa.
—Me vuelves loco pequeña, pero yo te volveré más loco a ti, como cuando nos conocimos —le dice desafiante.