Entre desayunos, almuerzos, comidas, cansancios, paseos, charlas, padres, y demás, Isabella no había podido hablar con Joaquín sobre el tema pendiente y sentía que eso la estaba carcomiendo. Necesitaba sacarlo ya de su sistema y había decidido que finalmente hablaría con él luego del teatro al que irían. Lorena iría también con ellos pero haría lo que sea para convencerla que los deje juntos, ya no podía seguir postergando algo que no la dejaba dormir.
Además, ya era casi fin del viaje y había conocido casi todo Chicago: museos, torres, vistas al cielo y la ciudad, puertos, planetarios, acuarios, restaurantes… hoy conocería el teatro más famoso de Chicago que estaba presentado la obra El Rey León. Apenas habían logrado conseguir entradas para ese día ya que cuando Lorena había sugerido estaban casi agotadas.
Llegaron unos minutos antes a la función para poder situarse bien dentro del teatro. La idea sería cenar después del mismo en un restaurante muy cercano al teatro, por lo que irían caminando; Isabella esperaba hacer que Lorena le dé un tiempo con Joaquín antes de ir a cenar y también esperaba que las cosas resultaran bien.
La función empezó muy puntual y el lugar estaba lleno; eso le dio mucho gusto ya que significaba que cada vez más gente apreciaba el teatro del mundo. La obra le pareció espectacular, y aunque ya la había visto en Nueva York, la volvió a disfrutar y a vivir como una experiencia porque se trataba de un nuevo espacio y con diferente compañía. Antes de darse cuenta, ya estaban finalizando los últimos minutos de la obra y pronto se encendieron las luces, indicando el fin último y el momento en que los actores se despedían y esperaban el agradecimiento del público.
—Estuvo increíble —dijo Lorena, cuando ya habían salido del local y comenzaban a caminar hacia su siguiente destino.
Isabella ya tenía el estómago revuelto, girando y girando en su cabeza: cómo y qué le diría a Joaquín y cómo convencería a Lorena.
—Sí. Segunda vez que la veo pero fue como si fuera la primera vez —enfatizó Isabella, con voz un poco apagada, entrelazando sus dedos con los de Joaquín mientras caminaban.
—Entre nosotros siempre es de primeras veces —susurró él, guiñándole el ojo.
Isabella le dio una sonrisa de lado y le robó un beso en la mejilla. Luego lo miró fijamente y suspiró.
—¿Pasa algo mi amor? —dijo él entonces.
—Joaco… yo…
—Lore —dijo él de pronto a su hermana—, ¿podrás hacernos el favor de irte adelantando al restaurante y separar la mesa? —El restaurante estaba muy cerca por lo que no había temor alguno que algo le suceda a su hermana—. Tenemos un asunto importante con Isa… —agregó cuando su hermana se encogió de hombros.
Joaquín había entendido que aquel humor apagado de su novia que había interpretado como nervios por estar alrededor de sus padres, no era aquello sino de lo que tenían pendiente por hablar.
—Claro hermanito.
—Gracias —fue todo lo que Isabella dijo, tragando el nudo en su garganta—. Ven, vamos a sentarnos mejor.
Divisó una banca al frente, ya que había un parque pequeño, y prefirió que se sentaran para poder conversar mejor. Joaquín estaba por negar porque no quería retrasar las cosas, pero todo sucedió tan rápido que no fue capaz de hacerlo. En dos segundos, Isabella pasó de estar girando la mirada para instarle a Joaquín a que la siga, a estar con la visión en negro.