Mamihlapinata: Mirada sin palabras

Epílogo

La Iglesia está llena de familiares y amigos, aquellos que esperan a que la novia inicie su caminar hacia el altar, donde un Joaquín radiante espera expectante. A su lado se encuentra el padrino de la boda, Sebastián, aquel amigo que estuvo durante todos esos meses en que Joaquín no podía más de la ansiedad y ya quería que todo acabe. No es que no quisiera casarse o tuviera miedo, simplemente odiaba tener que esperar tanto para que Isabella sea oficialmente suya.

Entonces, cuando creyó que había pasado algo con su novia o con bultito, la vio asomándose sostenida del brazo de Ignacio. Habían pasado cinco años desde aquel cumpleaños de Isabella, cuando le entregó por completo su corazón, y a pesar de los años, seguía amándola de igual manera o incluso más. Habían disfrutado aquel tiempo sin responsabilidades, conociéndose cada vez más, pero bultito había llegado a tocar sus puertas cuando estaban a tres meses de la boda. Sabía que las cosas serían diferentes ahora pero al mismo tiempo, comenzaba una nueva etapa y estaba más que ansioso de experimentarla con Isabella.

La novia respiró hondo, las naúseas cada vez eran menos frecuentes pero todavía las sentía por momentos, rogaba en su interior que no se le ocurriera a bultito querer molestar a su estómago durante estas horas de felicidad. Sonrió apenas y se tocó la panza en reflexión como pudo ya que llevaba en su mano libre un pequeño ramo de flores. Apenas comenzó su andar hacia el altar, solo se fijó en Joaquín y se recordó que no podía acelerar el paso o correr a sus brazos ya que debía ser paciente y hacerlo como había ensayado.

El caminar se hizo muy largo, entre susurros y toques suaves de sus familiares y amigos, y cuando llegó al lado de Joaquín, creyó que el corazón le iba a explotar en ese instante. Las palabras del padre pasaron en un borrón y antes de poder creerlo, se encontraba frente a frente a su futuro esposo, aquel con el que había elegido pasar el resto de su vida.

—Yo, Joaquín Grados, te tomo a ti Isabella Conti como mi esposa. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Conteniendo el nudo en la garganta y evitando soltar las lágrimas de alegría, logró mirar fijamente a su futuro esposo y recitar sus votos:

—Yo, Isabella Conti, te tomo a ti Joaquín Grados como mi esposo. Prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad. Amarte y respetarte todos los días de mi vida.

—Ante Dios y ante los presentes, Joaquín Grados, ¿aceptas a Isabella Conti como tu esposa?

Antes que el padre termine la oración, el novio ya estaba abriendo la boca para responder:

—Sí, acepto.

La sonrisa que le dedicó luego a Isabella casi evita que cumpla su plan de no llorar.

—Isabella Conti, ¿aceptas a Joaquín Grados como tu esposo?

La novia tardó unos segundos en responder porque tuvo que volver a tragar el nudo en la garganta. Bultito la estaba volviendo demasiado sensible.

—Sí, acepto —logró responder, casi ahogándose.

—Ustedes han declarado su consentimiento ante la Iglesia. Que el Señor en su bondad fortalezca su consentimiento para llenarlos de bendiciones. Lo que Dios ha unido, el hombre no debe separarlo.

El Amén que respondieron todos los asistentes se escuchó fuerte y claro y fue aquello lo que terminó de romper a Isabella. Con un suave susurro le dijo lo siento a su esposo, pero Joaquín estaba tan lleno de dicha que no tenía cabeza para nada más que querer tomarla en brazos y sellar el pacto.

Luego que el padre bendijo los anillos, los esposos estuvieran frente a frente de nuevo solo que esta vez, ambos tenían una mano encima de bultito mientras esperaban su turno para recitar las últimas palabras.

—Isabella, recibe este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Aquel aro plateado que ambos habían escogido y sellado con sus nombres fue colocado en el dedo de Isabella, quien ya comenzaba a temblar.

—Joaquín, acepta este anillo como signo de mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Y con ese Amén final, no esperaron a que el padre diera la orden para finalmente sellar sus labios. Y aunque bultito comenzaba a impedir que estuvieran totalmente entrelazados y además les hizo recordar que estaban rodeados de muchas personas, se aferraron al uno al otro como pudieron. El carraspear del padre los tuvo separándose, y con ambos muy sonrosados, se dijeron las últimas palabras del rito nupcial.



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En el texto hay: sexo, romance y drama, amor

Editado: 01.10.2018

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