Manantial de amor

Saranghaeyo

Cuando llegamos al hospital ingresamos por el área de emergencias, los hombres que nos llevaron habían avisado al personal del hospital el estado de salud de ambos, pero sobre todo del Sr. Yee para que fuera atendido inmediatamente por un especialista. Ji, Gabriel y el comandante Ortiz nos esperaban en la entrada de emergencias. Sus rostros palidecieron al vernos, el misterio del miedo en sus miradas se plasmaba con asombro, dolor y tristeza. Ji corrió a mis brazos que lo recibieron amorosamente aun con las cadenas en mis muñecas, las marcas de los golpes recibidos y la sangre seca que marcaba mi ropa como en mi piel había dejado huellas.

—¿Quién se atrevió a lastimarte de esta manera? Dime su nombre ahora mismo Angélica.

—Ji, ve con él... Es tu padre... Lo encontré en estado crítico de salud. 

— ¿Qué estás diciendo? 

—Ve... Te necesita más que yo, abrázalo y dile cuanto lo amas.

Corrió al lado de la camilla que llevaba a su padre al quirófano, podía escuchar sus lamentos, sus lágrimas, los sollozos de ambos al reencontrarse, una parte de mí estaba feliz y la otra parte muerta en odio y rabia.

—Comandante, voy a levantar cargos en contra de Martha ella me secuestró, me golpeó. Ella tenía secuestrado a mi suegro y fue quien asesinó a mis padres, ella misma me lo confesó cínicamente. Tiene una casa en lo alto de la montaña, los hombres que nos trajeron pueden entregarle la ubicación exacta. Gracias a ellos logramos llegar al hospital, de no ser por ellos mi suegro hubiera muerto.

—Yo me encargaré de hacer justicia, por ahora solo permite que te atiendan.

Me llevaron al quirófano para cortar las cadenas de mis manos, como de mis pies. Hacer las curaciones y suturar las heridas en mis labios, como en algunas partes de mi cuerpo. Me hicieron diferentes estudios para asegurarse que no tuviera fracturas internas por los golpes recibidos. El resultado me lo darían al siguiente día, me colocaron suero y un tranquilizante leve para que durmiera cómodamente. No sentía dolor físico, solo agotamiento. 

En el transcurso de unas horas me despertaron los labios gruesos de Ji besando mi rostro mientras sus manos acariciaban mi cabello. Sentía nostalgia por su repentina actitud, por su lejanía de nuestro maravilloso amor. Abrí los ojos feliz de verlo como lo hacía con los ojos cerrados. 

— ¿Cómo está tú...?

—No hables mi pequeña princesa, pasaste muy bien la noche, te quejaste un poco, seguramente tuviste pesadillas. Mi padre se encuentra bien, delicado pero estable en cuidados intensivos como medida precautoria. Su vida no corre peligro, pero si deberá pasar mucho tiempo en el hospital, le amputaron ambas piernas, tiene anemia en alto grado, los golpes visibles no son nada comparado con las cicatrices que lleva por dentro y que sanarán con el tiempo, con nuestro amor y cuidados. Ya apresaron a Martha, la detuvieron colocando explosivos en la casa de tus padres acompañada por Adolfo. No van a salir de la cárcel, van a permanecer encerrados lo que les reste de vida, te lo prometo. Nunca debió lastimarte, nunca debió tomar venganza sobre seres inocentes, su inseguridad infantil la volcó en maldad, se olvidó que nadie es culpable de la forma de vida de cada ser humano que decide como vivirla. Lamento mucho que nosotros hayamos sufrido en su ignorancia, en su repudio por los seres completos y felices, dos personas hermosas murieron por su avaricia, por una sed de venganza estúpida. Ahora estaremos juntos para siempre, seremos felices hoy, mañana y la eternidad. Te pido perdón por mi absurdo comportamiento de celos, te amo, te acepto con defectos y admiro tus virtudes. Pido tu permiso para estar siempre a tu lado. Me has hecho el hombre más feliz del universo desde el día que nos vimos en el manantial. ¿Quieres casarte conmigo?

—Sí, acepto. Tienes mi permiso para permanecer a mi lado todo el tiempo que tú lo desees. 

Nos besamos, nos abrazamos y lloramos de felicidad. Que regalo tan maravilloso encontrar a mi suegro, disfrutar nuestra boda con su presencia, con su bendición. Cuidarlo y amarlo mucho más a cada segundo de nuestras vidas.

—Voy a ver a mi padre, a decirle que aceptaste casarte conmigo.

Lo vi salir maravillosamente feliz, su sonrisa me cautiva, su mirada me enamora, es el hombre perfecto para mi ser perfecto. 

—Buenas tardes señora. Soy el Doctor Martínez quien la recibió en urgencias. ¿Cómo se siente el día de hoy? ¿Me puede decir su nombre?

—Me siento mareada, algo temblorosa, mi nombre es Angélica.

—Ha descansado muy bien, no esperamos que el relajante tuviera tal efecto o en realidad usted necesitaba dormir tantas horas. Ya tengo el resultado de los estudios que le practicamos, no hay nada de qué preocuparse, no hay huesos rotos, solo golpes externos que sanaran en unos días, y por supuesto la felicito porque está embarazada, va a ser madre señora Angélica y su hijo o hija viene en perfectas condiciones.

No pude articular una palabra, solo me llevé mis manos al vientre sorprendida, mi felicidad se desbordaba dentro de mi ser espiritual, mis lágrimas afloraron con júbilo por mis mejillas, ¡Voy a tener un hijo del hombre que amo! ¡No puedo creerlo! Ji se volverá loco de alegría al conocer la noticia, un bebé de ojitos jalados, una mitad oriental y la otra mexicana. 



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En el texto hay: amor, muerte y esperanza, kimchi

Editado: 13.11.2020

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