CAPITULO 39 YO TAMBIÉN TE EXTRAÑE
Ámbar
16 de Julio 2018
11:45 A. M.
Me dí cuenta
Que lo mejor era alejarnos de él.
Aunque doliera con él corazón
Era lo mejor para mí y para ellos
— No han salido de esa oficina — miro con angustia a una María glotona que llevaba en plátano a su boca — Creo que voy a morir de los nervios... — susurro. Está me mira con los ojos medio achinados.
Se veía graciosas con más el plátano en la boca
— ¿Cuánto tiempo llevan? — apenas habla mientras mastica
— Para sus tres horas — Miró la hora en el reloj que llevo puesto.
— No ha pasado nada. Deben estar vivos — no me tranquiliza sus palabras. La miré horrorizada por decir eso en broma. — ¡Tranquila no me mates! — aleje mi mirada negando con una sonrisa en mis labios, pero no estaba ni tranquila ni nada.
— Me quiero morir... — tras susurrar las palabras empiezo a pensar cómo puedo entrar sin que me riña después.
¡ya se!
digo que hay una llamada importante, que necesita tomar
¿Pero de quién?
— Un gusto verte Octavio — Mierda. Me levanté y paré recta con María al verlos salir a ambos del despacho. Miré a Octavio y esté solo me dio una breve y corta mirada y la distanció de mí.
— Digo lo mismo — Mimo le sonríe. Miró discretamente a María. Esta tenía los ojos pegados a Miguel quedando absorta a la belleza de Mimo.
¡Oh no!
— María... — Susurro con dureza. Esta desvía su mirada y me ve avergonzada mirándome más arrepentida. Le hago seña a que se vaya porque puede pasar cualquier cosa y Octavio está aquí, ella capta el mensaje ya que dice un breve "Te veo luego amiga".
Solo asiento con la cabeza.
— ¿Podemos hablar? — Mierda, vuelvo mi vista a Octavio y le doy una sonrisa de que si, lo hare.
Se entró al despacho, peor antes de entrar, retengo a Miguel del brazo.
— ¿Volverás? — la pregunta hacia él no lo hizo dudar, mientras dejaba unas cosas en mi mesa de trabajo
— si — el alivio se expande en mi pecho — Ya te encontré, no pienso perderte más — toma mis manos y las aprete entre las suyas
— Te extrañe — susurro al borde de llorar una vez más, peor me sonríe mientras niega con la cabeza
— No llores — me pellizca me mejilla izquierda — No lo hagas más por favor — asiento mientras evito hacerlo. Pero recuerdos del pasado me golpean el alma
— Todo fue mi culpa ¿cierto? — el susurro de dolor no se hace esperar de mi parte, cierro con fuerza mis ojos, siento su pecho acercarse a mi rostro — yo debí... Yo debí hacerles caso, escucharlos a ustedes — las lágrimas no caen, pero el dolor es inconfundible, la calidez de él se siente en mi mejilla derecha — No me abandones — suplico tratando de ser fuerte ante él, tras largos segundos me alejo de él, sintiéndome un poco mejor de lo que creería que lo estaría.
— ¿De qué hablaron? — Pregunté ya acomodando mi aspecto, tal vez estaba muy desarreglada frente a él.
Niega con la cabeza
— Vamos... — trato de que me lo0 diga, pero no lo hace — Voy hablar con él y no se deberías darme un pequeño resumen para que no se me salga algo — Rasque mi nuca un poco rara — Tenemos que hablar y no sé si él estará contento después de todo eso... — me guiña un ojo
¿Qué tramaron estos?
— Iremos a almorzar. Tu novio invita. — Me guiña un ojo con una sonrisa matadora — Nos vemos abajo señorita Ámbar — Se acercó y me dio un suave beso en la mejilla derecha — Te extrañé pequeña — Susurra al momento que se aleja.
Una sonrisa triste se puso en él tras estar un poco lejos de mí.
Se encaminó sin más al ascensor. Por mi parte, me giro para entrar a su despacho.
Cierro tras mi espalda la puerta antes de soltar un suspiro de cansancio.
— Yo también lo conocía. Me había hablado de tí antes — paso a paso me acerco a a su escritorio.
— ¿Cómo? — se me sale repentinamente de mis labios.
— Te mencionaba muchas veces. Me había olvidado del tema — Lo miré con sorpresa total, pero él solo revisaba papeles en su mesa. Hasta que dejo de hacerlo, tal vez al tenerme cerca suyo.
No era mentira, él si me busco.
— Es un milagro que éste aquí — Se levanta de su lugar, con pasos seguros y rápidos se acercaba más a mí. La mirada tierna y cariñosa me demostraba muchas cosas de él. Las mejillas se me calentaron al ver la camisa blanca pegada a su abdomen y encima de eso esta su saco. ¿Por qué me concentro ene so ahora?
— Creó que tengo que tener cuidado señorita con usted — ¿Cómo? ¿A qué se refiere él?
— ¿Por qué? — trato de borrar toda imagen de Octavio sin camisa en estos momentos y ponerme seria con él.
— No puedo dañarte. Estoy advertido por él — Toma mi cintura. Las cálidas y calientes manos se pueden sentir a través de la fina tela de la camisa que llevo de la empresa puesta — Él sabe sobre eso — ¿Eso? Levante la mirada para verle mejor, hasta que sus ojos me trasmiten la verdad.
— Si. Dolorosamente él lo supo.— confieso bajo — Él y Sebastián casi se matan a golpes por no saber quién viene a reclamarle a mi madre primero, pero solo éramos unos niños — Su mirada cae en la repentina sorpresa — Siempre que estaba con ellos. Me limpiaban la herida hasta que cicatrizó por un buen tiempo, además que no era la única que llevaba — Susurré. Mi piel anhelaba tenerlo más cerca mío. Con un poco de temor. Levante mis brazos y los enredé en el cuello de él. Con mis dedos toco sus cabellos, eran suaves pero el gel que se ponía lo dejaba tieso, no es bueno eso.
— ¿Cuánto tardó en cicatrizarse? — ¿Eso? Al veces hablarlo era un poco... Incomodo
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Editado: 25.01.2023