Mar de Ladrones ✓ [1]

CAPÍTULO 26

'Paz mental'
 

Anne.

La sensación de mareo, dolor de cabeza, la sensación de que en cualquier momento mi corazón va a salirse de mi pecho no hace nada más que angustiarme.

No pienso en nada más, mi mente no pinesa en nada que no sea la persona cuyo cadáver acuno en mis brazos. La observo desde arriba, aún asimilando que ya no esté en este mundo.

El sonido de las olas del mar chocando, rompiéndose contra el imperioso bergantín en el que viajamos relaja mi pulso ligeramente.

<<Ya no quiero más, quiero irme a casa, no seguir con la travesía>>

Tiemblo inevitablemente por el frío y observo de nuevo a Nedda. Sus orbes azules claros, aún abiertos, oscurecen poco a poco y el agujero de su frente, lejos de asustarme, me causa más tristeza.

De un momento a otro, miro hacia arriba y veo a Louise, mirándonos.

—¿Qué... qué pasa? —digo, titubeando.

—Vamos, Anne. Déjala ya. No vas ha hacer nada más que torturarte.

¿Dejarla? ¿Por qué?

—¿Por qué tengo que dejarla? —mis ojos se llenan de lágrimas, sin asumir lo que en verdad ya sé. —Vamos, Nedda. Levantate, ya hemos estado echadas un rato. ¡Vamos!

—Anne, no...

—¡Venga, Nedda! —las lágrimas se deslizan por mis mejillas, ya sin ningún control.

—Anne... —murmura Louise, acercándose a mi y agarrandome por debajo de las axilas, tratando de levantarme. —Vamos, tienen que curarte las heridas.

—¡No! —grito, desesperada. No quiero separarme de Nedda. —¡No, de aquí no me mueve ni Dios!

—¡Vamos, Anne! —logra levantarme a pesar de mis inminentes pataleos, tratando de zafarme de su agarre.

—¡No, Nedda! —lloro desesperada, aún agarrada por Louise. Nos separamos de detrás de las cajas donde reposa su cuerpo.

Sigo pataleando para que me suelten y volver donde Nedda, pero Faraday aparece y ayuda a Louise a sentarme en el mástil, donde observo el panorama.

Tamara está desbordada, muchos hemos salido heridos y termina de coser la herida del costado del capitán, mientras Aldous se aprieta una bolsa de hielos en la cabeza. Craber maneja el timón.

Mi herida en la pantorrilla arde, arde como nunca.

—No te muevas, Anne. —dice Louise mientras se agacha y remanga mis pantalones.

—Aunque que quisiera tampoco podría hacerlo...

—El barco no aguantara mucho más. —Darko aparece por las escaleras de la recámara. —He reparado algunas cosas, pero hay grandes fisuras, sobre todo en la parte baja. —dice con su acento ruso característico de él. —Necesita una reparación... en profunidad. Aparte, —señala la vela. —vela, zona de los ganchos, parte de la proa y el mascarón trasero están rotos, y eso... hay que reparar.

Nos miramos todos entre todos.

—Entonces, ¿como esta navegando?

—Es lo que digo, no aguantará mucho más sin hundirse. También, todo esta abollado por las balas. —mira a Craber. —Crab, yo creo que ya nos hemos alejado lo suficiente de la isla Smarrow. Para en la primera que veas antes de que el barco se destruya del todo.

—Craber. —por primera vez, oigo la voz del capitán desde que huimos de la isla de Smarrow. Tamara ya ha terminado de suturar su herida, y se dirige hacia mí. —Para en la primera isla que veas.

Dalina está a su lado, acariciándolo como si fuera un bebé. Tamara se acerca hasta mí y comienza a examinarme, pasando un algodón con alcohol desinfectante.

Gruño entre dientes ante el inminente escozor, que recorre toda mi pierna. Joder.

—La bala aún sigue dentro de tu pantorrilla. Cosa la cual... es relativamente mejor.

—¿Ah, sí? —digo, irónicamente. —¿Mejor por qué?

—¿Preferirías que te hubiese atravesado la pierna? —contesta la curandera, pasando el algodón de nuevo. —Siento mucho lo de Nedda. Se ve que habías hecho buenas migas con ella. —susurra esta vez.

El pinchazo que siento en el corazón al recordar que su cuerpo sigue aún allí atrás, tirado en el suelo me corroe por dentro.

—Sí. La quería mucho a pesar de conocernos desde hace tan poco tiempo.

—Hay personas que si valen la pena... no hace falta demasiado tiempo para cogerles cariño. Y Nedda era así. —siento el escozor en mis ojos. —Pero la vida es así. Si toca seguir para adelante... toca. Aunque duela. —me mira de reojo y al ver mis ojos cristalizados, cambia de tema. —La bala no está en una zona peligrosa, no ha pillado ninguna vena ni pasará a mayores. Con lo cual, prefiero sacártela cuando estemos en tierra firme.

—Vale. —es lo único que logro susurrar.

Minutos después, mientras mi cabeza, aunque no quiera, remememora autómaticamente todos los buenos momentos que pasé con ella. Las charlas en el mástil, el cine... todo pasea por mi cabeza como un pensamiento repentino que jamás podrá volverse a repetir.

Craber anuncia que ya estamos llegando a un lugar seguro.

—Tierra firme a menos de una milla náutica, capitán. —informa, firme.

Veo de reojo como el capitán mueve la cabeza, asintiendo levemente. El cansancio en su semblante es más que notable, juntando la misión, que ha quedado a medias junto a la pelea contra Jason... esta devastado y se nota que necesita descansar.

Craber eleva anclas cuando cree oportuno y llegamos a una isla completamente desconocida.

—Esta habitada. Es uno de esos pequeños pueblos en la zona verde. —informa el navegador cuando cierra la vela y, en la arena de la playa de la isla, descarga la tabla. —Ya podemos bajar.

Darko me carga en brazos como una recién casada y entre Faraday y Craber, logran sacar al capitán del barco. No puedo evitar echar una última ojeada al cuerpo sin vida de Nedda.

—Mañana vendremos por ella. Tranquila, printsessa. —me dice Darko al notar que miro el cadáver de nuevo, logrando que sonría.

—¿Donde estamos? —pregunta Dalina cuadno ya estamos todos abajo.




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