Las pocas horas que dormí las sentí muy cortas, tenía la sensación de haber cerrado los ojos y haberlos abierto rápido nuevamente, como si de un parpadeo se tratase.
La luz del sol de la mañana me aturdida un poco. A pesar de ser una muy buena hora de la mañana está se podía sentir un poco calurosa y era de esperarse puesto que la mayor parte del año solían ser así de calientes o hasta más, mientras que la otra pequeña parte del año se resumía en tormentas.
Me coloqué ropa fresca y salí de mi pequeño hogar con dirección a la casa de Elías. Ya que al parecer quería que lo acompañará al puerto para supervisar unas cosas que involucraban a las embarcaciones en su mayoría propiedad de mi amigo. Cuando llegué a la casa de Elías pude ver que padre e hija estaban desayunado, lo cual hizo darme cuenta que no había consumido ningún alimento desde el día anterior. Para Elías no fue una sorpresa verme entrar sin tocar a su casa, por otro lado Leia se veía un poco sorprendida, pero no dijo nada.
—¡Vaya! Has llegado más temprano de lo que imaginé— pronunció Elías mientras daba un gran sorbo a su vaso de lo que parecía ser jugo de naranja —Dame, un segundo y nos vamos.
Leia volteó a ver a su padre como si a este se le hubiera pasado algo por alto, y al ver que esté no se dio cuenta de su mirada dió un largo suspiro y volteo a verme. Sus ojos me miraron directamente y los míos también la miraron, entonces por primera vez en mi vida pude darme cuenta de cuán hipnotizante podía ser una mirada y no hablo del sentido sentimental, sino del sentido que está altamente relacionado con la curiosidad. Porque siendo sinceros muy pocas personas lograban soportarme la mirada.
—¿Ya desayunaste?— negué a su pregunta, por lo que ella hizo un ademán a que me sentara junto con ellos y desayunara.
Demonios, posiblemente me veía como un idiota perdido en mis pensamientos. Mi madre siempre me dijo que era bueno deduciendo como eran las personas con tan sólo mirarlas a los ojos y los ojos de esta chica fueron bastante difíciles de persuadir.
Treinta minutos después los tres habíamos terminado el desayuno que consistía en jugo de naranja y gran variedad de fruta picada que podíamos complementar con granola y pan tostado; el desayuno me indicó que este había sido preparado por Leia y no por Elías, ya que cuando dicho hombre me invitaba a desayunar a su casa los desayunos que él preparaba sólo incluían a una taza de café con una pieza de pan.
Ayudé a Leia a recoger los platos de la mesa para colocarlos en el fregadero, una vez recogido todos los platos sucios me dispuse a lavarlos, no era un mal agradecido por lo tanto iba a acomedirme a lavarlos en agradecimiento al desayuno que comí. Justo cuando me estaba colocando el delantal para no ensuciar mi ropa, este fue quitado de mis manos.
—Dejalos allí, yo lo haré.
—No, yo lo hago— insistí a lo que Leía solo negó.
—Se supone que eres nuestro invitado, además no son demasiados— mencionó con simpatía.
—Bueno en ese caso mínimo dejame ayudar a secar los platos que vayas lavando.
—Ok, esta bien— accedió.
Durante todo ese momento el silencio nos rodeo, de una extraña manera no era de ese tipo de silencios incómodos, cuando terminamos con los platos y cubiertos me di cuenta que Elías había desaparecido de la cocina, y justo cuando estaba preguntándome el dónde estaba, lo vi entrar por la puerta de la cocina que conectaba con la estancia, tomó en sus manos las llaves de la camioneta que se encontraban en la encimera de un mueble.
—¿Están listos chicos?— preguntó Elías, asentí en sincronizacion con Leia; acción que me demostró que ella venía con nosotros. Pero entonces el celular de Elías sonó indicando una llamada entrante —Denme un segundo chicos.
Nos señaló y lo vimos desaparecer por la puerta que conectaba con la otra habitación. No pasó mucho cuando lo vimos aparecer nuevamente.
—Azariel...
El tono de su voz al pronunciar mi nombre me indicó que había un cambio de planes, sea cual fuese la razón de la llamada, esta había estropeado lo que Elías tenía planeado.
—Al parecer vamos a tener un cambio de planes— murmuró rascándose la cabeza mientras deduje que estaba ideando en lo que ibamos a hacer.
—¿Esta todo bien, papá?
—Si, todo bien cariño— contestó dándole una leve sonrisa a Leia que no tocó sus ojos, posiblemente porque no quería mortificarla.
—¿Qué pasa Elías?—pregunté sabiendo que algo le preocupaba.
—No es algo de lo que deban preocuparse chicos— suspiró —Es sólo que una de las embarcaciones se ha quedado sin combustible y han tenido que llamar al salvamento marítimo. Por lo que tengo que ir a ver que todo esté bien.
—Entonces apresurate y maneja con cuidado— la mirada de Elías cambió a ser una llena de un brillo que antes no estaba en su rostro ante las palabras de su hija.
—¿Quieres que vaya contigo?— pregunté.
—No es necesario, pero lo agradezco. ¿Por qué no mejor llevas a Leia a dar una vuelta por el pueblo?
La sugerencia de Elías reflejaba claramente que quería que su hija y yo convivieramos y nos lleváramos bien. Así que solo asentí y pusó en mis manos las llaves de su otra camioneta que casi no utilizaba.
Lo vimos desaparecer por la puerta de la entrada de la casa y luego escuchamos el motor de la Pick up en marcha, luego de eso Leía y yo nos quedamos en silencio.
—No es necesario que me lleves a donde sea que tengas en mente, debes tener cosas más importantes que tratar conmigo.
—En realidad no tengo nada importante que hacer, así que, ¿por qué no vamos a dar esa vuelta?
Pregunté alzando las llaves de la camioneta y señalandola al mismo tiempo. Parecía debatirse dentro de sí, sobre si era correcto acceder o no, así que antes de que declinara mi petición, hablé.
—Vamos, será divertido— tardó unos segundos responder, pero la sonricilla que comenzaba a presentarse en su rostro me dió la respuesta antes de que su boca hablara.