MARCO:
Toda la gente que salía de la terminal se amontonaba cada vez más y, estaban tan ansiosos de ver a sus familiares que incluso se creaban discusiones a mi alrededor acerca de quién debería salir antes y quién después por la puerta. Al fin y al cabo, eran personas y, las personas vivimos de ilusiones... Nicholas me esperaba en casa desde hace unos días. Acababa de regresar de Nueva York después de hacerles una visita a mi hermana, a sus dos hijos y a su marido.
Aquel día fue uno de los días más raros de mi vida. Steve había perdido mi maleta —le conocía porque era mi entrenador en uno de los gimnasios de la ciudad y era un buen hombre que aguantaba mi mal humor muy a menudo—; había tenido que invitar a una chica a la que no conocía de nada a comer, nos habíamos intercambiado la maleta, casi la atropello esa misma noche y Nick se burló de mí cuando aparecí en casa empapado por culpa de la maldita lluvia.
Mi enfado aquella noche fue demasiado lejos. Tanto que, cuando Nick se fue a la cama y me aseguré que dormía profundamente, me marché de casa rumbo al local donde se celebraban las peleas cuerpo a cuerpo. Esa noche, mis contrincantes se hicieron cargo de mi enfado convirtiéndome en el vencedor de dos victorias consecutivas, liberando mi ira.
Esa noche llegué a casa con un fajo de billetes enorme, los nudillos ensangrentados y con un pensamiento que invadía mi mente incluso horas después de haber ocurrido. Aquella chica seguía aquí, en mi cabeza, y creo que es porque nadie desde mi mudanza definitiva a Londres hace un año, se había tomado la molestia de dirigirme la palabra como si nada hubiera pasado, como si yo no hubiera asesinado a mi madre.
Era cierto, no tenían pruebas todavía de quién era aquel hombre que entró en casa aquella noche hace doce largos años. La policía no me acusaba de nada, porque creían lo que les había contado, pero no era inocente. La gente creó rumores durante nuestra ausencia y lo que hizo mi llegada el año pasado fue que aumentaran en grandes cantidades. La gente que había oído hablar del asesinato de mi madre y que escuchó los rumores sobre mí, me miraba con miedo cuando paseaba por la calle y eso me ponía de mala hostia porque no hacían más que recordarme que yo lo hice, que yo disparé.
Todos esos rumores también limitaban mi presencia en muchos lugares corrientes, salvo en la universidad. Allí los profesores hacían todo lo posible para que me adaptase en las aulas y, aunque no conseguía que los rumores cesaran, había conseguido estudiar algo que siempre me fascinó. Seguro que mi madre estaría orgullosa...
Desde aquel día en el que Allyson se convirtió en mi hermana y su madre se convirtió en mi madre, me juré que encontraría a aquel hijo de puta que me obligó a matarla. El recuerdo de esa noche me persigue como si hubiese ocurrido ayer. Todavía le veo sujetándome, aterrorizando a mi madre, arrinconándola en una pared... Le visualizo entregándome aquella pistola, apuntándome con la suya y gritándome que apretase el gatillo. Ese día estaba aterrorizado, recuerdo que no paraba de llorar y cuando el hombre se retiró, el cuerpo inconsciente de mi madre permanecía en el suelo y cuando Nick bajó corriendo las escaleras, todo se vino abajo.
Desde aquel momento Allyson, —nuestra niñera—, y su madre, pasaron a hacerse cargo de nosotros y nos marchamos a Nueva York. Lugar donde vivimos Nick y yo hasta que cumplí los dieciocho, tras eso ambos volvimos a Londres para comenzar de cero en la ciudad que nos arrebató los más preciado que teníamos.
El objetivo principal de regresar a Londres no era realmente para empezar de cero, eso es lo que le dije a Allyson y a Nicholas para volver. El objetivo era encontrar a aquel hombre y vengarme por haberme jodido la vida. Sabía que podía haberse marchado y que era lo más probable, pero el lugar donde todo podía comenzar era aquí, cerca de la escena del crimen.
Y era aquí, en nuestro querido Londres, donde nos encontrábamos dos personalidades completamente diferentes, el yin y el yang. Nick y yo.
—Marco, necesito que dejes de focalizar tu atención en el escritorio durante unos segundos y que me prestes atención... —Se quejó Nicholas desde el sofá. Giré la cabeza y la mitad de la silla giratoria del escritorio para mirarle, estaba tumbado y comiendo patatas fritas de bolsa.
—¿Qué quieres? —pregunté suspirando pesadamente.
—¿Dónde estuviste anoche? —preguntó curioso frunciendo el ceño.
—A ti no te importa. Te he dicho que dejes de preguntarme dónde estoy a todas horas Nicholas, tú eres el pequeño, no yo.
—Marco...
—Dejé las peleas en cuanto nos mudamos desde Nueva York, no he vuelto a esa mierda Nick... —mentí cortante mientras escondía mis manos aún repletas de heridas de él, devolviendo la silla a su posición inicial y volviendo a concentrarme. Lo último que necesitaba era meter a Nick de nuevo en todo esto.
—Marco, estoy contigo siempre y hasta el final, lo sabes, pero si necesitas ayuda y no me la pides no podré ayudarte.
—No necesito ningún tipo de ayuda, estoy bien —dije esta vez intentando no parecer borde.
—¿Qué estás haciendo? La universidad empieza en unos días y estás limpio. —Su voz varió un poco y supuse que era porque se estaba levantando del sofá. Al oír aquella expresión contuve la respiración—. Lo siento, no debí... —dijo a modo de disculpa cuando se dio cuenta de la expresión que había utilizado.
Negué con la cabeza queriendo restarle importancia.
—No pasa nada, Nick... —dije. Cuando tenía quince años, mi hermana entró a mi habitación y me vio con la nota que mi madre escribió para nosotros en la mano. La había cogido de su habitación, quería leerla. Cuando lo hice, realmente me sentí vulnerable después de varios años, era como si ella estuviera aquí, se sentía real. Era capaz de escuchar su voz dulce y suave tras el papel... Y, sentí como había perdido el juego que Allyson me dijo que ganaría. Ella se sentó a mi lado en la cama para recordarme que nadie me acusaba de nada, que estaba limpio y que siempre lo estaría porque yo había sido un peón en toda esa situación, un peón que no sabía jugar al ajedrez. Pero yo solo era capaz de visualizarlo todo de nuevo y de recordar que mis manos estaban manchadas de sangre. Cuando Nick la escuchó, me lo repetía cada vez que me veía triste y me molestaba bastante porque era falsa. Hasta que un día sin previo aviso tuvimos una discusión y así fue como aquella frase pasó a estar prohibida en nuestra casa cuando nos mudamos. Era la primera vez que la repetía después de un año—. Estaba haciendo unos esbozos para Steve.
Editado: 05.07.2021