Advertencias: Esta historia es para un reto de escritura de los Escritores inefables que estoy haciendo para conseguirnos más publicidad, perdón a todos los lectores de Sin City… ya que es un extracto de esta *Guiño, guiño, codazo, codazo* a los nuevos.
Disclaimer: blablablá, Neil, no seas capullo que tú nos diste permiso para escribir fanfiction.
Premisa: Momentos de la historia, Vida de Jesús.
Ahí está Aziraphale, sonrientito. Gabriel lo ha mandado a ayudarle a dejar un mensaje para Jesús en la tierra porque le trae como loco últimamente, un montón de mensajes al día... pero al principado no le ha importado porque ha quedado después de ver a Crowley
Tranquilamente, toca la puerta de la casa que le han dicho que es, es de un solo piso con techo de paja y paredes de adobe encalado como todas alrededor. La única peculiaridad de esta es una forma fálica tallada en la pared. Sonríe balanceándose talón y punta, talón y punta con las manos a la espalda, esperando que le abran.
—Un momento —grita María Magdalena, que estaba lavándose atrás. Se viste un poco rápido yendo a la puerta.
Aziraphale levanta un poco las cejas sin haberse esperado la voz de una mujer, pero espera con paciencia. Ella se acerca a la puerta y la abre, levantando las cejas.
—Oh, hola —saluda ella, sin haberse esperado a este hombre todo de blanco y con turbante. Debe ser un cliente nuevo.
—¡Hola! Ehm... estaba... —vacila un poco el ángel mirando adentro nervioso, frotándose las manos como un pequeño pangolín.
—Pasa, creo que no... Tengo a nadie concertado ahora, pero va a tener que ser algo rápido porque sí tengo clientes más tarde —le abre la puerta.
—Ah, bueno, no... De hecho tengo otra cosa que hacer después así que me va bien —le sonríe entrando y mirando alrededor, es una estancia no muy grande, con las paredes de color crema y algunos muebles de madera oscura. Entra la luz por algunas ventanas tamizadas con cortinas para que el ambiente sea tenue y fresco en comparación al exterior.
—Bien —sonríe y cierra la puerta a su espalda—. ¿Cómo te llamas?
—Aziraphale. ¿Tú? —responde sobresaltándose un poco con el sonido de la puerta y girándose a mirarla.
—María. ¿Qué se te ofrece, Aziraphale? —ella le mira como un gato a un ratón, apoyándose con el culo en el mueble junto a la puerta de madera y cruzándose de brazos.
—Pues, tengo un encargo... —se busca en la túnica.
—¿De qué? —inclina la cabeza.
—¿Sabes quién es Jesús de Nazaret? —la mira.
—¿El carpintero? Sí —sonríe un poco.
—Me han mandado a buscarle.
—Puede que venga luego, por la noche —se pone el pelo tras la oreja, sonriendo más y sonrojándose un poco, desviando la mirada.
—Oh... ¿hasta la noche? —pregunta un poco desconsolado porque si pretendía entregar esto e irse con Crowley—. Cielos...
—No lo sé seguro —ella se encoge de hombros.
—Hmmm... E-Ehm... Bueno, es que necesito hablar con él y... ¿alguna idea de donde esté?
—Seguramente con los muchachos en la barca o algo así. ¿Tal vez en el taller?
—Hmmm, no voy a encontrarle tan fácil —protesta un poco por lo bajo, pensándoselo—. Ehh... ¿crees que pueda esperarle contigo?
—Creía que venías a verme a mí, la verdad —admite ella con un gesto de la mano.
—Ohh... —le sonríe a eso—. Bueno, ¿por qué no? Puedo venirte a ver a ti mientras —ofrece amablemente.
—Quiero decir... tengo trabajo luego, pero...
—Ah... ¿algo en lo que pueda ayudarte? Puedo hacerte compañía mientras tanto —propone.
—Bueno, ehm... ya te he dicho que tengo un hueco ahora —explica ella.
—Muy bien —le sonríe y asiente... buscando donde sentarse y eligiendo la cama a falta de otra cosa.
—¿Qué... te apetece entonces? —ella e mira de reojo porque este hombre parece estar poco consciente de lo que hace.
—Apetecerme... hmm... pues no lo sé. ¿Hablas de comer? —propone con una ligera esperanza que sea eso.
—No, no exactamente —sonríe igualmente por la implicación de eso.
—Ohh... bueno —se pone las manos en las piernas y tamborilea un poco, mirando alrededor. Nunca estaba muy cómodo con los humanos, no les terminaba por conocer lo suficiente—. Lo que tú quieras.
—¿Cuánto dinero traes? —se acerca a él.
—Eh... ¿Dinero? ¿Necesitas dinero? Hmmm... Traigo... un poco, sí —le sonríe buscando de nuevo entre la ropa.
—Bueno, una chica tiene que pagar sus cuentas, ya sabes... —se encoge de hombros sentándose junto a él en la cama.
—Entiendo, entiendo —asiente, se mete la mano al bolsillo y saca unas cuantas monedas que no tenía antes ahí, dándoselas
—Mmm... por esto puedo hacer un trabajo manual —valora ella contándolo.
—Oh, eso está muy bien. ¿No? —pregunta pensando que quizás va a hacer algo con las manos y a vendérselo.
—Bueno, sí... pero ya sabes, por un poco más, puede ser con la boca. Y por un poco más aun... con otra parte. A algunos hombres les gusta. Y finalmente... tal como Dios manda por aún más.
—¿Con la... q-qué? —Parpadeo, parpadeo.
—Por detrás —explica ella que alguna vez ya ha tenido problemas por andarse con rodeos intentando no incomodar a nadie y acabando todos más incomodos aún.
—¿Detrás de dónde? —Aziraphale sigue sin entender.
—Detrás de mí, cariño —le hace un gesto con la cabeza, indicándole.
—No entiendo... ¿quieres más dinero? —mira atrás de ella y no ve nada más que los cojines y el cabecero de la cama.
—Sí quieres algo más interesante, sí —explica ella encogiéndose de hombros.
—Creo que no sería bueno darte mucho más... —vacila un poco e igual mete la mano en el bolsillo sacando más dinero.
—Tranquilo, tranquilo —lo cuenta cuando se lo da—. Hay... hay suficiente.