25 de mayo del 1919
Durante los días siguientes a la aparición del cuerpo de la niña, Mariana me sirvió de ojos y oídos. Estaba más dispuesto que nunca a encontrar al asesino costase lo que costase. Mi determinación era mucho más fuerte ahora que estaba impedido.
Había interrogado unos días atrás a Fermín sobre su supuesto ataque y él me confirmó que había sucedido tal y como nos lo contó.
—Alguien me agarró por detrás y trató de estrangularme. Al revolverme me arañó en los ojos. Eso fue lo que pasó —me dijo.
—Salva opina que pudiste ser tú mismo quien se produjo esos arañazos. Según él, entraste en pánico al ver u oír algo y en tu huida, te heriste.
—Él no estaba allí, ¿verdad? Entonces ¿cómo supo lo que paso? —Gritó el muchacho.
—No soy yo el que dice eso, Fermín.
—Ya, lo siento, Álvaro. Es que odio que la gente no me crea. Para ellos solo soy el hijo de un borracho abusador y él ni siquiera es mi padre...La gente es hipócrita y...me gustaría... ¡Un día lo pagarán!
Nunca había visto tan alterado a Fermín.
También indagué, sin que Mariana lo supiera, por supuesto, sobre mi tío. Busque en los cajones de su cuarto hasta que encontré lo que andaba buscando. La pareja del gemelo que hallé en la cueva. Era suyo. Eso, en realidad no significaba gran cosa porque pudo perderlo aquella noche en la que entramos buscando a Fermín, pero el hallazgo me hizo plantearme también algunas dudas. Lo más importante era averiguar dónde estuvo mi tío la noche en la que desapareció la última niña encontrada muerta. Recordé que ese mismo día mi tío nos comunicó que tenía que viajar a Madrid por un asunto relacionado con una galería de arte que quería contar con él para organizar una exposición de sus pinturas. Regresó a mediodía del día siguiente y no nos contó nada sobre su supuesto viaje. ¿Dónde había estado? ¿Era cierto que viajó a Madrid?
Hurgando entre sus cosas, sin que nadie me viese, encontré un billete de tren con destino Madrid. Solamente el billete de ida, el de vuelta si es que existió, no pude hallarlo.
Mis sospechas se incrementaron al ver una de sus americanas con una extraña mancha. Una mancha que yo identifiqué como sangre.
¿Era mi tío el asesino?
Salva, nuestro médico tampoco se libró de nuestras pesquisas. Me pude enterar que su llegada al pueblo coincidió con la desaparición de la primera niña. ¿Casualidad?
No podía evitar pensar que su intento de desanimarnos pudo ser intencionado y no de buena fe, como supuse en un primer momento. Todo el mundo parecía dispuesto a apartarnos de esa cueva, pero uno de ellos tenía razones de peso para hacerlo.
Al regresar Mariana de sus pesquisas me llevó con ella a un rincón del jardín, junto a una de las fuentes para las que había posado como modelo.
—He descubierto varias cosas, Álvaro —me dijo en voz baja y comprobando que estuviéramos solos.
—¿Qué cosas? —Le pregunté.
—Por ejemplo, el apellido del padrastro de Fermín. Es Sainz. También empieza por ese. Renato Sainz. ¿Sabías que estuvo en la cárcel por agresión? Pegó a un anciano al que tuvieron que ingresar en el hospital. Luego se supo que ese anciano era un prestamista al que Renato debía mucho dinero. Es un hombre peligroso y encaja con nuestro asesino.
—¿Nuestro asesino? Me gusta que lo llames así, Mariana —le dije —, porque, vamos a atraparle...
—¿Cómo lo haremos?
—Haciéndole salir de su escondite. Tengo una idea, Mariana, pero no puedo ponerla en marcha sin tu ayuda.
—¿Cuál es?
—No creo que te guste y si te niegas lo comprenderé.
—Me estás asustando, Álvaro...
—El plan es hacer correr la voz de que yo tengo algo del asesino, algo que podría delatarle y que estoy a punto de revelárselo todo a la policía...
—¡Estás loco! El asesino vendrá a por ti y tú...tú...
—Yo estaré indefenso, ¿verdad? ¿Eso es lo que piensas, Mariana?
—Es la verdad... —replicó ella nada contenta con mi plan —. Apenas puedes moverte, Álvaro...
—No haría falta que me moviese, porque creo saber quien es nuestro asesino y solo necesito confirmar mis sospechas. El nunca sabrá si yo tengo algo que pueda incriminarle o no, pero yo sabría quien es...
—Sigo pensando que es una locura. Si fuera yo, quizás podría huir de él cuando se presentase y...
—Jamás te pondría en peligro, Mariana.
—Lo sé, Álvaro...¿A quién tendríamos que decírselo?
—Mis sospechas se centran en tres personas. Salva, Renato y...tu padre.
Me miró como si no hubiera oído bien y antes de que hablase traté de explicárselo.
—Encontré la pareja del gemelo entre las pertenencias de tu padre...
—¿Has estado hurgando en sus cajones?
—Y otra cosa más...En una de sus americanas había una mancha. Parecía sangre. Además, el día que desapareció la última niña, tu padre salió de viaje...
—Tuvo que ir a Madrid. ¡No puedo creer que sospeches de papá! ¡Es tu propio tío!
—No es el único, pero tengo motivos para sospechar de él. ¿Lo harás?
—Debo de estar tan loca como tú, pero si esa es la forma de demostrar que mi padre no es a quien buscamos, lo haré.
—Tendrás que hacerlo mañana por la mañana. Por la noche es muy posible que conozcamos la identidad de nuestro asesino.
Mariana accedió a pesar de que, volvió a repetir, no le gustaba nada de nada el plan.
Si habéis pensado que era tan inconsciente como para atraer al asesino hasta mí, sin un plan B, es que estáis muy equivocados.
Ahora tan solo debía esperar a que mi plan B, estuviese preparado.
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Editado: 12.07.2018