Marie Him

14. Plática de medianoche.

149 DÍAS ANTES DE LA BODA

 

Ya ha pasado lo que parecía ser una eternidad de viaje dentro del avión. Los amigos de Byron eran algo infantiles, unos de ellos actuaban como si tuvieran veinte años y aún pudieran hacer todo tipo de tonterías porque tienen dinero. Algo diferente a mis amistades o lo que me enseñaron mis padres. Un escándalo o una conducta irresponsable tiene consecuencias graves que mancharían tu vida por más mínimo que sea el problema o la acción.

Podía decir que eran el estereotipo de chicos ricos, de esos que muestran en películas con actitudes prepotentes con mentalidad de poseer el mundo. Puedo tolerar este tipo de comportamiento no como algo diario, no teniéndolo día con día.

Pero bueno, son amigos de Byron, debo darles una oportunidad, así como él conoció a mis amigas yo debería conocer a los suyos.

Aunque fue difícil, debo decir.

Me quedé dormida en pleno vuelo.

Byron me despertó con una media sonrisa en sus labios y un cariño que fue tomado como burla por sus amistades. Quería desaparecerlos para poder quedar así solo los dos dentro de esa pequeña aventura... pero era imposible.

Nos fuimos en taxi hasta llegar a un enorme edificio del cual ya había escuchado con anterioridad. The Galery-Inn, un hotel de la familia Mendez que llevaba poco en funcionamiento dentro de la gran ciudad de New York y había escuchado que tenía un gran éxito dentro de los turistas y gente de sociedad de la zona y externos. Su temática es relacionada al arte en sus diferentes formas. Tiene pinturas, esculturas en todo el edificio con pisos nombrados de acuerdo con diferentes artistas que marcaron al mundo. Dentro del taxi fue el único momento donde pudimos estar solos los dos... con el taxista, por supuesto, pero aún así no me sentía cómoda para hablar. Todavía no.

Seguía confundida, intentando seguir las pocas pistas que Byron fue dejando desde que salimos de mi casa, pero era complicado seguir un camino borroso y desconocido.

─Estás muy callada ─era una observación y una afirmación. No podía contradecirlo en algo así, solo podía ser sincera con él.

─Es solo que... intento comprender qué es lo que está sucediendo. Es una sorpresa que... me tiene confundida. ¿Qué hacemos aquí? ¿Es un viaje grupal o es solo los dos, pero compartiendo el mismo avión?

Byron asintió y se acomodó a como pudo en el asiento a mi lado, su brazo seguía en el respaldo del incómodo taxi, descansando sobre mis hombros de esa forma que acostumbraba a hacer. Se veía apuesto bajo la luz de los carros al pasar, sus ojos tomaban un brillo diferente que desaparecía de la misma forma que llegó. Se veía como un adulto, concentrado en algo importante, podía verlo trabajar en una oficina, dejando el peso de su rostro caer en sus dedos índices, con sus labios siendo aplastados en ese enigma que ronda por su cabeza y le permite esa pose mantener su concentración.

─Es... una pequeña salida grupal, si quieres verlo de esa forma. Mis amigos querían conocerte y yo quería pasar tiempo contigo antes de que el trabajo me exija mantenerme lejos de ti. Son nuestras pequeñas vacaciones y te prometo que la pasaré contigo, ellos son el medio y el lugar, pero tendremos nuestros paseos y salidas sin ellos.

No sé... no me convence del todo. Solo asentí y sonreí a medias dejando que se tranquilizara. Tal vez yo era la rara en esa salida, debía intentar relajarme. Byron era mi prometido y no podía obligarlo a estar conmigo 24/7. Yo también voy a querer mi espacio y salir con mis amistades, por lo que entiendo que quiera que me agraden las suyas.

De acuerdo, lo intentaré por él.

Bajamos del taxi frente a un edificio de estructura moderna en su exterior, ventanas de cristal que mostraban un interior luminoso en algunos pisos mientras que otras se mantenían cerradas. Ya era de noche, faltaba poco para que dieran las dos de la mañana y podía sentir en mis ojos el peso del agotador viaje que tuvimos. Dormí un poco, unas horas y aún así me sentía muerta.

Byron se encargó de pedir nuestra llave en la recepción mientras yo me dedicaba a observar el interior. Me gustaba la idea de relacionar todo el contenido en tonalidades blancas y negras, era como pertenecer a un cuadro dentro de la simetría arquitectónica en la cual pasaríamos la noche. Era gracioso, no sabía nada de arquitectura o era una experta en arte, pero me gustaba admirar las cosas desde niña y en este caso no era la excepción.

Subimos por el elevador hasta dar con los últimos pisos, dejando a la imaginación una hermosa vista para nosotros que nos permitiría la habitación al exterior de la calle. El camino fue silencioso pero agradable. Disfrutaba de su compañía, del peso de su cuerpo recargado ligeramente sobre el mío, de la sensación de su pecho subiendo y bajando contra mi costado o de su respiración acariciando mi cuello o mi oído.




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