Sin el dinero que necesitaba para pagar por sus acompañantes a Vila Cruzeiro, Alexandre no perdería su tiempo en ir a Rocinha, tampoco seguiría intentando con un imposible. Se iría solo a buscar la información que necesitaba. Pero antes iría a Niterói a visitar a su familia, sobre todo para ver a Luana, que desde que se habían llevado a Elizabeth estaba bastante intranquila.
Se levantó del sofá, que era lo único que había quedado en su lugar, porque todo lo demás estaba patas arriba, después de que pagara con cada mueble del lugar la rabia que Marcelo le había provocado.
Todavía tenía mucha rabia e impotencia en el alma y en contra de su hermano, seguía preguntándose cómo no se había dado cuenta antes de los sentimientos de Marcelo hacia Branca, ¿por qué había estado tan ciego? Si era claro, completamente claro.
Solo tuvo que viajar un poco en sus pensamientos y encontrar en ellos la prueba de los sentimientos de su hermano hacia su mujer, no eran celos porque él tenía novia, eran celos porque amaba a la misma chica.
Esperaba cualquier cosa menos eso, ni siquiera porque encontraba una razón para ese odio desmedido del que siempre había sido víctima, aún le costaba asimilarlo, era tener que cambiar la percepción que había tenido de Marcelo durante tantos años, y no podía lograrlo de la noche a la mañana.
Quizá hubiese sido mejor ignorar eso, no haberse enterado nunca de algo tan doloroso.
Salió del apartamento, bajó al estacionamiento y subió a la moto, decidido a ir a tranquilizar los nervios de su hija, su adorada pequeña.
Parado justo a las afueras del edificio otra sorpresa lo esperaba, definitivamente, ese no era su maldito día.
—Cobra, quiero hablar contigo. —Se apresuró para abordarlo y se paró frente a la moto con skater en mano.
Alexandre hizo rugir el motor de la moto, como una advertencia para que se quitara de su camino.
—Quítate, Gavião, ¿o vas a decirme que tienes algo que ver con el secuestro de Elizabeth? —preguntó con los dientes apretados por estar conteniendo la furia que lo quemaba por dentro.
—No, no tengo nada que ver, pero quiero ayudarte. Fabio me contó lo que estás haciendo…, me dijo que puedes encontrarla, que ellos te ayudarán.
Alexandre apretó tanto los dientes que las sienes le latieron, rodó los ojos en un gesto de incredulidad, ¿cómo mierda le contaban a Gavião sobre sus planes?
—No necesito tu ayuda —dijo mirándolo a los ojos.
—Puede que no, pero igual te ayudaré… Necesitamos encontrar a Elizabeth, ya estoy muy preocupado por ver que la policía ni con todos sus hombres han logrado encontrarla… Me desespera ver las noticias y que solo digan que no saben de ella.
—¿Por qué lo harías?, ¿por qué te expondrías de tal manera?
—Sabes porqué, no hagas preguntas estúpidas…
—Y entonces quieres «ayudarme» —ironizó—. Para después sentirte con derecho sobre mi mujer… Mejor ve a meterte bajo las faldas de tu madre.
—No quiero tener ningún derecho sobre Eli, con que podamos rescatarla y ponerla a salvo para mí es suficiente
—¿Así no más?… No te creo. —Negó con la cabeza e hizo rugir el motor—. Quítate del camino.
—Sé que necesitas dinero, me dijeron que tienes que pagar para que puedan acompañarte a Cruzeiro… ¿Cuánto es? Te ayudaré a conseguirlo.
—¡Gavião, no! Ya deja de joder.
—¿Cuánto es? —exigió—. ¿Por qué mierda no dejas de lado el maldito orgullo y aceptas mi ayuda?, ¿acaso eres tan malditamente egoísta como para poner tu orgullo por encima de la mujer que dices amar? Porque para mí no ha sido fácil tomar la decisión de venir hasta aquí, no ha sido fácil tener que dirigirte la palabra, pero lo estoy haciendo por Elizabeth, porque quizá fui yo quien la metió en todo este problema, quizá la expuse demasiado cuando decidí llevarla a la favela, porque comprendía su pasión, porque la comprendía como ella me comprendía a mí… Pero aquí estoy, dejando de lado rivalidades solo por su bienestar, sin esperar nada a cambio ¡Nada!
Alexandre percibía la decisión con la que Wagner hablaba y lo miraba. Si ya se había arriesgado con Marcelo, cómo no hacerlo con Gavião, que a pesar de todo conocía mejor a Elizabeth, y por mucho que le molestara y encelara, ella también le tenía cariño.
—Son cincuenta millones, en efectivo.
—¡En efectivo! —preguntó con los ojos a punto de salir de sus órbitas.
—No te preocupes, Gavião… Ya lo sabía, no será fácil encontrar el dinero.
—El dinero lo tengo, el problema es el efectivo… Sé que lo necesitas cuanto antes y no podré hacer un avance de la tarjeta de crédito por esa cantidad, pero hoy saco lo que pueda… Contactaré a unos amigos de la universidad, sé que para mañana conseguiré por lo menos un treinta por ciento.
—En serio lo agradezco —dijo siendo por primera vez amigable con Gavião.
—¿Dónde nos vemos para entregártelo?
—Aquí, puedes venir en cuanto lo tengas…
—¿Por la tarde?, ¿a las seis, te parece bien? —dijo apartándose del camino de Alexandre.
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Editado: 18.12.2023