Mariposa en la oscuridad

Capítulo 1

Había intentado, una vez más, ignorarla por completo. Fingir que no existía. Pero aquella mariposa negra no hacía más que revolotear a su alrededor, batiendo sus alas con ese airecito burlón que realmente le fastidiaba. Sin embargo, por más que aquel insecto le desagradara, debía quedarse en ese lugar y fingir que nada pasaba.

«Sólo un poco más», se dijo a sí misma. Luego cerró los ojos e inhaló y exhaló con lentitud, tratando de tranquilizarse; pero al volverlos a abrir, la mariposa seguía ahí, trazando círculos en torno a ella. Quiso alejarla una vez más, así que levantó su mano derecha y la agitó de un lado a otro, no obstante, lo único que logró con aquel gesto fue golpear el brazo de una mujer que se encontraba a su lado. Ésta se volteó, la miró enojada y, de inmediato, frotó aquella zona con gran intensidad.

Y a pesar de que la reacción de la mujer le había parecido demasiado exagerada, prefirió disculparse antes de que la situación empeorara y las personas a su alrededor se dieran cuenta y las miraran; no quería ni imaginar todos los pares de ojos, intensos y penetrantes, que se cernirían sobre ella y que incluso podrían hurgar dentro de su cabeza. De pronto, entre la multitud, su hermana la vio y señaló. Aterrada, cerró y abrió los ojos de nuevo, dándose cuenta de que esa imagen sólo había sido un producto de su imaginación.

Procuró no pensar más en ella ni en toda la atención que acapararía, pero esto último le era muy difícil, puesto que, en verdad, le aterrorizaba ser el centro de atención; y si bien era algo que desde pequeña le disgustó, se había convertido en una aversión desde el día en el que los restos incinerados de su hermana fueron encontrados y su madre, sedienta de atención, la obligó a formar parte del equipo de investigación a cargo del caso.

Incluso, después de tantos años, podía recordar a su madre retocándose el maquillaje frente al espejo antes de salir a responder las preguntas de los reporteros que acamparon fuera de su casa. Frente a ellos la vio derramar lágrimas al hablar de Annelie, como si ésta le hubiese importado alguna vez; sin embargo, ese falso llanto fue tan real y convincente que cautivó a los telespectadores, y despertó suficiente solidaridad para saciar su sed de atención. Después, en un acto que nadie esperó, reveló que su otra hija ayudaría en la investigación… y en ese instante, en el que los ojos de esa mujer brillaron y su sonrisa se ensanchó, supo que era una completa narcisista.

Pero a pesar de lo que ésta buscaba, lo único que provocó fue, que en lugar de que la atención recayera sobre la triste madre que había perdido de forma trágica a una de sus hijas, lo hiciera sobre la otra. Entonces, las miradas de la policía, los reporteros, los telespectadores, sus vecinos e incluso de sus compañeros de clase, no dejaban de seguirla; esperando el momento en el que descubriera quién había asesinado a Annelie.

—Si todos supieran… —susurró.

De pronto, la risilla de aquella lepidóptera la interrumpió, burlándose de su situación porque, ahí estaba de nuevo, molestando a la gente a su alrededor por un insecto que sólo ella era capaz de ver; y aun cuando, después de tantos años, tendría que haberse acostumbrado, había veces en las que olvidaba ese pequeño detalle.

Pero nadie podía culparla, se había acostumbrado tanto a que las mariposas negras aparecieran en todas partes, como si se tratara de algo natural. Las veía cada vez que abría sus ojos al despertarse; sobre la regadera al tomar una ducha; encima de su banca y libros durante las clases; al comer, al ver televisión e incluso antes de ir a dormir. Siempre a su lado, observando, esperando… y ella no podía hacer nada para evitarlas, ni para ignorar su siniestro designio:

Las mariposas negras le revelaban quién será asesinado por la misma persona que hace años mató a su hermana.

Al principio creyó que eran un producto de su imaginación o de la culpa que sentía; luego, esperó que se tratara de una cruel y horrible casualidad. Pero el tiempo y los asesinatos que siguieron, le demostraron que no era ninguna de las dos opciones. Y una vez que aceptó lo que esos insectos le señalaban, no pudo acudir a la policía y revelarles su descubrimiento, porque después de todo… ¿quién podría creer semejante locura?

—¿No vas a disculparte? —escuchó de repente.

Miró a la mujer a quien había golpeado por accidente, que no dejaba de verla con el ceño fruncido y la boca torcida mientras taconeaba el suelo.

—Sí. Lo siento, no fue mi in… —no logró acabar la frase al notar que la mariposa negra que hacía unos minutos volaba a su alrededor, se alejaba.

—¡¿Esa es tu disculpa?! —le cuestionó la mujer, completamente indignada.

Pero ella ya no le respondió, sólo le dio la espalda y se alejó lo más rápido que pudo al ver que aquella polilla descendía poco a poco, como si estuviera lista para indicar quién sería la siguiente víctima.

—No, aquí no —se dijo a sí misma mientras, con mucho esfuerzo, avanzaba entre el mar de gente—. No lo hagas, por favor, no lo hagas…

A esa hora del día, la plataforma de la estación de trenes se encontraba atestada de gente que, así como ella, se dirigían a reunirse con sus familiares por las vacaciones de invierno, por lo que le era muy difícil adivinar en qué cabeza se posaría aquel insecto; empero lo que sí podía asegurar, era lo que sucedería a continuación: la mariposa negra daría vueltas sobre la persona elegida y, de pronto, una mano saldría de entre la multitud para empujarla a las vías del tren. Nadie se daría cuenta hasta que fuera demasiado tarde; entonces, la sangre salpicaría, y los gritos y llantos invadirían todo el lugar.



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En el texto hay: romance, joven adulto, paranormal

Editado: 13.12.2021

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