《La noche oscura se cuela tras la ida del sol, y el frío hace su presencia junto a la brisa. El ambiente es tenso, considerablemente notable, pero en la discoteca solo se oye música a todo volumen, el olor a cigarrillo y alcohol llega hasta las fosas nasales de cualquiera que este cerca. Esta exageradamente la alegría dentro del lugar, que esto detesta el chico. Nunca ha sido fan de los ensordesedores ruidos o de las emociones en exceso, le causan un fastidio intolerante. Aveces desea poder acabar con ello, pero aprendió a soportarlo gracias a los viejos recuerdos de su madre haciendo fiestas todos los días a la anochecer, los odiaba, pero tampoco decía nada. Su madre había sido alcohólica, la casa siempre olía a tragos diferentes, por la razón que terminó muerta.
Sacude la cabeza en desaprobación a los recuerdos que inundan su mente, haciendo que algo prendiera su chispa de rabia como siempre. En su vista aparecen dos bellas señoritas, una morena de ojos oscuros como la noche, y una blanca con ojos verdes fugaces. Las vigila desde su lugar, mientras bebe de su copa. Estas piden dos vodkas cargados, y se sientan un rato a charlar. La morena esta a su vista, mientras la ojiverde le da la espalda. Ambas traen vestidos muy cortos, que levantarían hormonas en cualquier momento, sin embargo, a él no le provocaba nada, si no solo un deseo... Su sangre.
La morena lo ve de reojo, ya con una sonrisa agradable y no coqueta, esto debería asosmbrarle, pero simplemente le devuelve la sonrisa coquetamente. Se enorgullece de él mismo, tiene muy claro que es bastante guapo y que atraería a cualquier mujer en menos de nada, como ratón buscando queso.
Tomando como última opción, busca uno de los tipos presentes para alejar a la ojiverde y tener total libertad con la morena. En cuanto logra estar a solas con ella, la guía delicadamente hacía los baños, pero esta se niega.
—No se quien eres.—habla.
—Yo tampoco se quien eres.—le mira superior, pero aun con su sonrisa coqueta.— Y se que lo disfrutarás tanto como yo.—acaricia con desdén el contorno de su rostro, estremeciendo el cuerpo de la chica.
—Prometeme que no pasará nada más.
—Lo prometo.—susurra, acercando sus labios a la chica. Esta resive el contacto con una fría corriente, como si presintiera algo malo. En cuanto se aparta un segundo para negar la oferta que el chico le ha dado, incluso con promesa, termina sedada en menos de nada. Él sostiene su cuerpo, disimulando el hecho de que esta desmayada.
•••
Sus ojos se abren de golpe, al sentir frío en su cuerpo. Siente presión en sus muñecas, provocando tanto dolor, que sus ojos lloran, lloran de la confusión y el miedo, del dolor y la agonía. La vista cae a su alrededor, y teme todavía mas dentro de ella misma. No tiene nada mas que su ropa interior, y fue bañada con agua helada para que despertara.
—¿Que sucede?—pregunta entre sollozos.— ¿Hay alguien aquí?, ¡sanquenme por favor!—grita casi ahogada por su saliva y sus lágrimas.— ¿Como llegue aquí?, ¿por que estoy así?, me quiero ir a casa.—su roncosa voz se hace mas notoria, al igual que su miedo.
De la oscuridad aparece él, arreglando los guantes de cuero negro en sus manos. Le observa, mientras ella detalla todo el ser que la tiene presa de su libertad, lloriquea al ver al hombre con el que estaba por tener sexo en el club, vestido completamente de negro.
—¿Creiste que iba a tener sexo contigo?—su voz es grave y aterradora.— Solo eres un perrita necesitada, una niña mala,... ¿y sabes que le pasa a las niñas malas?,... resiven castigos, no merecen ni vivir.
—Dejame por favor, no me hagas nada, por favor, por favor...—tiembla al tope del miedo.
—Las palabras no te ayudaran en este momento, mi preciosa.—pasa el cuero fino por su mejilla. Sus ojos la miran con un deseo indescifrable, algo que la hace estremecer de lo aterrador que es.
—Dejame ir...—vuelve a llorar.
—Shh, no, no llores, por favor, mancharas tu bello cuerpo con esas gotas brillantes, y arruinarían mi obra de arte.—la consuela de una manera enfermiza.— Esto sera rápido, lo prometo.—se aparta hacia una mesa metalica, tomando un filoso cuchillo con base blanca.
—No, no, no, no, no, por favor no, haré lo que sea... por favor no.
Ignora sus palabras.— ¿Como te llamas preciosa?
—Dejame...ir...
—Pregunte algo.
—Por favor.
—Respondeme.—gruñe, haciendo un fuerte movimiento en su vientre, dejando una larga línea que atraviesa todo el abdomen de costado a costado. Un grito agudo llena sus oídos, volviéndolo loco. Hace un pequeño corte en su labio inferior, mientras la sangre fluye. Sus ojos se encienden, mientras solo ve lentamente la gota roja deslizarse por su mandíbula, hasta pasar hacia su cuello. Hizo lo mismo nuevamente al ver que la sangre ya había recorrido lo que podía del cuerpo de su víctima, hasta llevarla a la tortura sangrienta y una muerte segura.