Nuevamente aparecí con él en la oficina. ¡Genial! Cuando llegué, se asustó y pude ver cómo el color se le iba de la cara. "Llegó tu pesadilla", le dije, riéndome al ver el impacto que le dio verme tan rápido.
—Parece que no puedo deshacerme de ti —me dice con una mueca de exasperación.
—Eso mismo pensaba yo. Como que estamos pensando muy igual hoy, ¿no crees? Y no me hables tan fuerte, tus compañeros ya piensan que estás loco o que te estás volviendo loco.
Él me miró con una mezcla de irritación y sorpresa. Había algo en su mirada que me decía que no estaba acostumbrado a que alguien le hablara de esa manera. Pero yo no iba a dejarme intimidar.
—Me irritas —dice, cruzando los brazos.
—¿Tú crees que estoy aquí por gusto? Yo no quiero esto tampoco. No quiero tener que ver a un arrogante como tú que ni siquiera es capaz de manejar un escáner.
Él frunció el ceño y me miró con incredulidad. Podía ver que estaba a punto de perder los estribos.
—¿De qué hablas? —me dice, claramente ofendido—. Estás otra vez peleando con la máquina de copias, en serio eres un idiota.
Me acerqué un poco más, bajando la voz para que solo él pudiera escucharme.
—Mira, no me importa si piensas que soy una molestia. Estoy aquí porque alguna fuerza que no entendemos así lo quiere al igual que tú me molesta en sobremanera. Así que más vale que te acostumbres, porque no puedo irme a ningún lado.
Él suspiró y se pasó una mano por el cabello, claramente frustrado. Pero había algo más en su expresión, algo que no podía identificar del todo. Tal vez era la fatiga de pelear siempre, tal vez era algo más profundo.
—No es que quiera pelear contigo —dice finalmente, con la voz más calmada—. Es solo que... no sé, esto no es lo que esperaba.
Por un momento, vi un atisbo de vulnerabilidad en sus ojos. Tal vez no éramos tan diferentes después de todo.
—Lo sé —le dije, suavizando mi tono—. Pero estamos en esto juntos, te guste o no. Así que, ¿por qué no intentamos hacer que funcione mientras dura?
Él me miró, y por un segundo pensé que iba a rechazarme. Pero luego asintió lentamente.
—Está bien —dijo—. Trato hecho.
Nos quedamos ahí, en silencio por un momento, como si ambos estuviéramos procesando lo que acababa de suceder. No sabía si esto significaba el comienzo de una tregua o solo una pausa en nuestras constantes disputas, pero era un comienzo. Y en ese pequeño gesto de aceptación, vi una chispa de lo que podría ser el inicio de algo más que simple tolerancia.