Este es un especial desde el punto de vistas de Angélica... Puede que haga otros especiales de personajes diferentes, y del mismo. Espero les guste mis empedernidos lectores!
Angélica's POV
- ¡Ah, joder!.- Estaba mal. Ella me ponía mal después de tanto tiempo.
-Regresó.- Apenas podía hablar del llanto que tenía.- No es posible... ¡Dios!.- Susurré sentándome en la cama. No sé ni cómo es que estaba cenando con ellas allá abajo sin derrumbarme y soltar todo lo que cargaba encima. Quería saltar sobre ella y darle un manotazo, quería abrazarla, quería decirle tantas cosas. Me sentía impotente. Si me reía comenzaba a llorar y si lloraba me comenzaba a reír. Estaba relajada, si, quería golpearla, pero había vuelto y estaba bien.
No sabíamos si ella se encontraba a salvo. Sí se había sucedido algo y no tendríamos cómo saber. Ella se había ido y yo en ese momento quedé sumergida en mi burbuja, en mis recuerdos con ella, y era doloroso. Sin querer comencé a odiarla. Si alguien hablaba de ella, o me retiraba de la conversación o sencillamente trataba de cambiar a otro tema. Pero era insoportable, porque nunca dejaba de pensar en ella. Día, tarde y noche. Hasta en mi sueños, y ya estaba cansada.
Estuve en depresión ocho meses en donde Adrían y Raquel fueron esenciales. Cuando comencé la universidad todo era diferente. Ya no estaba Victoria y eso ardía en lo profundo. No era la misma. Ya estaba más grande y tenía otras responsabilidades que estar lamentándome, pero simplemente no era fácil olvidar lo que tuvimos a pesar del poco tiempo anduvimos.
Al año de que Victoria se fue, conocí a la que ahora es mi novia, Cecily. Es mi compañera en la universidad y si no hubiera sido por su insistencia ni siquiera le hubiese hablado. Recuerdo bien como se me insinuaba. No sé si ella sabía que yo era gay pero no le importó y a mi tampoco. Ella era extrovertida, un poco egocéntrica pero sin duda hermosa. Ya no tenía nada que perder y si me quedaba en mi capullo no conocería la con todos sus colores. Ella me sacó de mi burbuja. Con sus disparates y todos era buena persona, eso me encantaba de ella. Siempre viendo el lado bueno de todo y ella encontró algo de eso para mí. Me enseñó que simplemente las cosas pasan y que sin importar lo dolorosas que sean hay algo bueno esperándonos.
...
Después de almorzar salí directo a casa de Victoria. Estaba inquieta. Anoche, al rato de irse Victoria, Raquel entró en mi habitación. Me suplicó que tenía que escucharla y sinceramente si que me hice del rogar. Me sentía mal en ese preciso instante y no quería escuchar a nadie y mucho menos que me hablaran de ella. Me explicó sin mucho lujo de detalles y puede notar el arrepentimiento cada vez que hablaba, que también Victoria lo pasó mal. Que sufrió igual o más que yo y eso no lo sabías hasta que ella me lo dijera, hasta que me explicara las razones de por qué se fue. Y creanme que no ayudaron nada esa palabras. Solamente lograron infundir curiosidad y preocupación, más una pizca de enojo y justicia a lo que había escuchado. Si, sabía que era egoísta de mi parte. Pero saber que ella también sufrió por los mismo me hizo pensar que fuí la única en este maltrecho.
Toqué el timbre y enseguida abrió. Estaba seria, ahora siempre lo estaba. Ayer era así. Me veía y sólo podía pensar en que me miraba diferente a como lo hacía antes. No se veía expresiva como antes o eso era conmigo. No sabía cómo llevaba el trato con Raquel por el poco tiempo que ha estado aquí, pero de cualquier manera ella era su familia y yo sólo era una chica con la que había compartido algo más que una amistada, porque ni novias oficiales llegamos a ser.
Ella estaba un poco más alta, lo noté anoche cuando se paró frente a mi. Ahora se veía más imponente y más reservada. No perdía su feminidad pero ciertamente, ahora su aspecto físico era un deleite que admirar. De repente me sentía más pequeña de lo quera. Ya ante le llegaba por la nariz, ahora, a penas toco su barbilla. No servía de nada que esa mujer fuera una escultura hecha solamente para plantar lujuria en un cuerpo ajeno.
-Hola.- Saludó dejándome pasar.
-Hola, ¿cómo estás?.- Caminamos hacia la cocina.
-Todo bien.- Respondió abriendo la nevera. Sacó una jarra con jugo de mora y sirvió en dos vasos.- Acostumbrandome a todo esto.- me entregó un vaso y cogió el suyo. Estaba más tonificada. Sus piernas, sus brazos. Podía ver marcados los músculos de su abdomen por encima de la playera manga larga que cargaba. Que por cierto, le quedaba muy bien. No podía ser tan jodidamente sexy. Y ella ni cuenta se daba en lo que provocaba en los demás. Mierda.
-¿cómo?.- Bebí un sorbo y estaba delicioso. Sabía por ella que le fascinaba ese jugo.- ¿tan mal era donde estabas?
- Un poco, si.- Respondió tras beber un trago. Ella estaba del otro lado de la encimera mientras yo estaba en la taburetes de esta. Tuve un dejavu. Me recordó aquella vez que estabamos hablando sobre que haríamos después de que nos habíamos besado en mi casa.- México.- Levanté la cejas sorprendida.