Llego hasta la casa de la familia Johnson y toco el timbre. A la espera de que me abran, agarro el celular y le escribo a Lina.
Yo:
Lina, al final nunca me dijiste qué te parecía Noah.
La pelirroja no está en línea, recuerdo que debe estar trabajando. La puerta se abre sacando mi vista de aparato electrónico. La señora Johnson carga con un brazo a su bebé junto con su mamadera y con la otra se intenta colocar un zapato.
Rápidamente le alzo al pequeño Josemir y hago morisquetas para que se ría.
— Hola, Zoe. ¡Muchas gracias! —me agradece cuando agarro al pequeño pero muy pesado, Josemir.
— Hola, señora Johnson. —le sonrío y nos adentramos a la casa.
— Ay, niña, te he dicho muchas veces que puedes llamarme por mi nombre.
— Sí, lo siento, se me olvida. —le digo y me río.
Ya adentro de su casa, ella comienza a caminar con rapidez por la casa, buscando algo que no tengo idea.
— ¿Qué busca? —le pregunto mientras me muevo de un lado a otro, de manera suave, para que Josemir se duerma.
— Mis llaves, estos niños, seguro la escondieron para que no me vaya. —La señora Inés se agacha para poder ver por debajo del sofá— Emily, Ángel, vengan para acá ahora mismo. —el grito resonó por toda la casa haciendo que se despierte Josemir y los pasos de Emily y Ángel se escuchan hasta llegar frente a la madre.
— ¿Qué pasa mami? —pregunta Emily inocentemente. Esa inocencia que nadie se la cree, es un diablito junto con su hermano.
— ¿Dónde están mis llaves? —Inés pone sus manos en su cintura y los mira enojada a los niños. — Las quiero ahora mismo, si no van a estar castigados por una semana sin mirar la televisión.
— No sé dónde están tus llaves mami. —responde Emily con su sonrisa de niña angelical, que me creí la primera vez que vine a está casa.
— Y sin dulces por un mes. —Vuelve a amenazar a sus hijos y eso parece funcionar, porque la cara de felicidad que llevaban los niños, se borra.
Ángel, saca de sus zapatillas las llaves del auto. ¿Cómo entró esas llaves en su zapatilla?
La madre se las arrebata de las manos y se va en dirección a la calle.
Ángel y Emily corren hacia ella y empiezan a llorar, se agarran de las piernas de su pobre madre.
— Ya, niños, me tengo que ir a trabajar. —Dice ella intentando zafarse de sus hijos. — En un par de horas vuelvo.
— ¡No, mamá, no te vayas! —gritaban los niños, lloraban mojando todo el pantalón de su madre.
Esto era lo que tenía que vivir cada vez que los cuidaba. No eran todos los días, pero sí gran parte de la semana.
Ahora es donde yo tenía que intervenir.
— Niños, vamos que les hago unos panqueques y una rica chocolatada.
Y como si de un hechizo se hubiese tratado, los hijos de Inés, dejaron de llorar. Soltaron a su mamá y fueron corriendo a la cocina en busca de sus panqueques y su chocolatada.
Sé como calmar a esos pequeños animalitos salvajes.
— Gracias. —me dice Inés saliendo de su casa.
Miro al bebé y este había parado de llorar sin que yo me dé cuenta. ¡Bien! Va mejorando mi día.
Dejo al bebé en su coche y lo llevo hacia la cocina, en donde los niños me esperaban golpeando la mesa con sus manos, mientras gritaban:
— ¡Panqueques y chocolatada! —lo repetían una y otra vez.
— Hagan silencio, niños, Josemir duerme. —estos miran por encima de la mesa, para comprobar que los que digo es cierto. Y para mi suerte, se callan.
××♡××
Ya los niños se habían dormido, después de perseguirlos por la toda la casa. Siempre era lo mismo, Ángel y Emily son muy revoltosos.
Me tiro en el sofá acercando el coche del bebé, por si se llegaba a despertar Josemir. Estoy exhausta, no puedo más del cansancio.
Agarro mi celular y reviso los mensajes. Me había olvidado revisarlos antes con todo el lío que hicieron los niños. No logré que comieran la comida después de comerse los panqueques y la chocolatada. Que desastre que soy.
Abro el mensaje de Lina, para leerlo.
Lina:
¿Físicamente o hablas de su personalidad?
Reviso el mensaje anterior, porque no entiendo su pregunta.