—Mi amor, despierta —susurró con cariño en su oído—. Alguien te necesita —pronunció con una tierna sonrisa.
—Haide —musitó somnolienta. Lentamente abrió los ojos y cuando logró enfocar bien, una hermosa sonrisa apareció en su cara…
Eleonore dejó de caminar al recordar su sueño e inconscientemente sonrió soñadoramente, ilusionada. Y si, tal vez…
— ¿Qué ocurre pequeño león? —inquirió Haide confundido porque ella dejará de caminar, cuando usualmente ella llevaba siempre la delantera en sus paseos.
—Nada, no me hagas caso —respondió saliendo de su mutismo sonriéndole enigmáticamente al chico dando un pequeño impulso para darle un beso y comenzar a caminar de nuevo.
Haide se sorprendió por esto, pero rápidamente olvido lo ocurrido para alcanzar a la chica y pasarle un brazo por sobre los hombros mientras ella lo rodeaba por la cintura.
La bella Venecia de la misma forma que en los últimos meses, les provocaba un reconfortante sentimiento por sus aires tan tranquilos, haciendo que las pesadillas quedaran como simples recuerdos borrosos.
—Mmm, dime pequeño león ¿hay algo en especial que quieras hacer hoy? —preguntó el chico tomando una pequeña flor y colocándola con naturalidad en el cabello de su novia.
—No sé… ¿qué te parecería…?
» Sinceramente, hoy no tengo ninguna idea. ¿Tú qué me dices?
—Estoy en las mismas condiciones… Mmm, sin embargo, quería preguntarte acerca de ¿qué opinas sobre irnos por un tiempo? —preguntó captando la atención de Eleonore.
— ¿Irnos? ¿a dónde? —rebatió curiosamente, pensado qué estaría tramando ahora el pequeño bribón que tenía por novio.
—Tal vez…. ¿Nesso?
—Haide… —pronunció Eleonore contrariada al entender el peso de sus palabras y deteniéndose en cuanto reconoció ese nombre.
—Lo sé —suspiro frustrado Haide—. Simplemente pensé que… tal vez, si pasáramos, aunque sea por un momento…
Nesso era el pueblo natal de Haide donde quedaron atrás sus padres y hermanos, desde un tiempo para acá que le había nacido una clase de instinto con respecto a volver a su pueblo… pero más allá de la nostalgia, era más como una clase de presentimiento ante el peligro el buscar un lugar… seguro, aunque él no terminara de aceptarlo y por lo mismo menos le había revelado a Leo sobre esta mala corazonada.
—Me encantaría, mala idea no es —dijo Eleonore acariciando el rostro de Haide con una mirada dulce al entender el dilema por el que estaba atravesando la mente del chico, pero sin llegar a entender a qué magnitud.
— ¿En serio? —preguntó esperanzadoramente, casi como un niño. Sin poder resistirlo en un ataque de alegría levantó a Eleonore por la cintura y comenzó a dar vueltas con ella riendo de felicidad.
— ¡Haide! —exclamó entre risas Leo, pero prontamente fue callada por unos cálidos labios.
—Partiremos mañana, —dijo el chico una vez que se separaron todavía con una sonrisa de pilluelo encantadora— con el alba; estaremos en Lombardía en un parpadeo y en Nesso en un respiro. Te va a encantar el lugar y ya muero de ganas por pintarte sentada junto a la cascada… o mejor aún junto al lago… o
—Ja, ja, ja, todo lo que quieras cariño, pero antes me tienes que dar algo a cambio —interrumpió Eleonore fascinada de ver tan entusiasmado a su Haide.
—Tú pide mi amor y hasta rosas en la luna te voy a encontrar —murmuró Haide inclinándose mientras tomaba de la cintura a Eleonore y rozaba suavemente sus labios, viendo aquellos ojos que lo tenían tan enamorado.
Eleonore sonrió sonrojada por las palabras del chico, pero habló intentado luchar con la pena— Tan lejos no tendrás que llegar… simplemente con que me prometas un beso me basta.
—Entonces deja que aparte de prometértelo, te lo dé —susurró cerrando la distancia, tomando con cariño el mentón de su pequeño león.
Sin embargo, pronto ambos prometerían más de lo que se hubieran podido imaginar en ese pequeño momento de paz.
Toc, toc, toc.
— ¿Sí? —interrogó Haide a la mañana siguiente en cuanto abrió la puerta de su casa. A sus espaldas Eleonore danzaba frente a un espejo ataviada con un precioso vestido color naranja mientras veía desde diferentes ángulos el sombrero que llevaría durante el viaje a Nesso, se había levantado desde temprano para preparar todo y la noche anterior apenas y pudo dormir con la idea del mismo. Estaba tan emocionada por conocer a la familia de Haide y ver el lugar donde creció. Él siempre hablaba tantas cosas hermosas de su pueblo y los recuerdos que había creado allí que le había agarrado la idea de que iban a viajar hasta el mismo paraíso, pero… en cuanto vio a un oficial del ejército italiano en la puerta, sintió que había bajado hasta el mismo infierno.