Más que Caricias.

Capítulo 3. Solo Soy Realista.

El universo siempre nos conecta, no podemos arrancar una flor sin que una estrella se estremezca. 
 

 

Bajé del auto y escuché a Samira hacer lo mismo desde el asiento del copiloto. La observé asomarse por la ventanilla para hablarle a Miguel con una sonrisa mientras le agradecía por habernos llevado a la recidencia.

—Sabes que no tengo lío con esto. Estoy a su servicio cuando quieran, señoritas.

—Gracias.

—Y por cierto, buena suerte mañana. Sobretodo a ti, Nia, que es tu primer día.

Metí las manos en los bolsillos de la chaqueta sintiendo algo de frío en mis dedos y me asome por la ventanilla sonriendole.

—Gracias, la necesitaré. Igual suerte para ti.

El rubio sonrió y se despidió antes de poner el auto en marcha e irse por al carretera. Samira lo observó alejarse, y cuando ya no estuvo en nuestra vista se dio la vuelta y me sonrió para entrar.

Saludamos a la recepcionista y nos encaminamos a las escaleras.

—¿Y que te parecieron? ¿Muy pesados? Espero que no te hayan asustado.

Le sonreí —Tranquila. No lo hicieron. Más bien, me cayeron bien.

Nos detuvimos frente a la puerta de mi habitación. Samira me observó fijamente, subió una ceja desconcertada y algo dudosa.

—¿Incluso Sebastián?

—Incluso Sebastián— respondí divertida. Ella no tenía idea de lo bien que realmente me había caído.

Aún así no se vio muy confíada de mis palabras, pero de alguna forma decidio creerme.

—Pues... supongo que eso es bueno. Me tranquiliza, entonces.

Fui a sacar la llave de mi puerta. Ella seguía ahí de pie con cara de tener aún algo para decir. Metí la llave en la cerradura pero antes de girarla di una mirada hacia su rostro notandola aun inquieta.

Me giré por completo y la enfrenté sintiéndome preocupada. 

—¿Pasa algo?

—Bueno, es que...— Levantó la mirada y me observó dudodosa. Luego de unos segundos sonrió y negó con la cabeza —Nada. Solo... estoy pensando demasiado las cosas.

—¿Segura?

—Si. Anda entra, que mañana será un día largo y debes descansar para tener buena energía.

—¿Estas segura de que todo está bien? — repetí, nada convencía con su actitud.

Ladeó la cabeza y sonrió con aires despreocupados.

—Si. En realidad no es nada importante. Solo yo y mi cabecita loca que exagera todo. Ya sabes, lo de siempre.

Seguía sin convencerme. En realidad después de ese silencio pocas cosas podrían hacerme creer que estaba todo bien.

—Hablo en serio. Estoy bien— me miro con suavidad —No te pongas modo hermana preocupada, que ya ese es trabajo mío.

No pude evitar sonreírle.

—Y mira que te encanta ese trabajo. Deberías depedirte, a veces jodes mucho.

—¡Ey! Yo no jodo. Soy precavida y sabes que solo lo hago por tu bien.

—Claro.— Solté sarcástica a lo que ella me miró mal.

—Sabes que es cierto.

Sonreí de lado, divertida, y la miré. Al menos ahora parecía más relajada. Pero eso no le quitaba peso o importancia a la cara aflijida que había tenido antes.

Por un segundo pensé en insistir, pero sentí que no iba a cambiar nada. Samira era terca, igual que yo. Asi que decidí mejor dejarlo pasar.

Aunque sea por esa vez.

—Esta bien, te creeré por hoy.

Una sonrisa radiante apareció en su rostro haciéndome sonreír de vuelta.

—Buena chica. Nos vemos mañana entonces.

—Si, después del almuerzo.

—Claro. Descansa. Hasta mañana.

—Hasta mañana.

La observé alejarse por el pasillo y no abrí la puerta hasta que ella lo hizo. Ambas entramos a nuestras respectivas habitaciones.

Las luces estaban encendidas, asi que supuse que mi compañera ya estaba alli. En realidad apenas eran las 8, y aunque Samira había hablado de dormir obviamente no iba a hacerlo tan temprano.

—Hola.

Ashley estaba sobre su cama, con los pues descalzos y cruzados mientras sostenía el celular cerca de su rostro. Levantó la cabeza hacia mí y me sonrió.

—Hola. ¿Cómo estuvo el día?

En la mañana antes de irme por alguna razón le había dicho que iría a conocer los amigos de mi hermana. Supongo que quería acercarme a ella y como ninguna de las dos se vio molesta con la información igual lo hice.

—Bien, creo. No se, fue algo raro.

Quizás me estaba pasando de sinceridad. Osea, apenas la conocía. Pero tampoco es que pudiera controlarlo demasiado.

—Uff, entiendo. Conocer gente nueva no siempre es fácil. Yo en lo personal lo odio.

Me reconfortaba que ella fuera igual de sincera, al menos eso me decía que había cierta posibilidad de que ella también quisiera ser mi amiga.

Me senté en la cama y sonreí por su repuesta.

—Y yo. Nunca sabes que esperar. Puede terminar muy bien o muy mal. Y mucho más cuando eres alguien como yo que lleva toda la vida en una burbuja donde todo lo nuevo es un posible peligro.

Ashley soltó una risita y ladeo la cabeza hacia mí.

—Supongo que haz tenido una vida difícil.

—No tienes ni idea.

Era raro poder hablar con tanta naturalidad con ella cuando apenas nos conocíamos. En realidad, era muy atroz, y era consiente de ello.

Pero quizás el hecho de que ella ya supiera de mi secreto me facilitaba todo. Quizás por eso mismo no me sentía tan tensa ante su presencia, o hablando de mi propia vida.

Que me hubiera descubierto había roto el hielo que normalmente había entre dos personas desconocidas.

Y aunque era raro, debía admitir que me gustaba que fuera así.

Ashley me sonrió y devolvió la mirada a su teléfono, parecía ver algún video de algo en otro idioma que no pude identificar.

Me tiré en mi cama y saqué el celular para hacer lo mismo que ella. Quizás me pondría a ver alguna serie o leería algo. Pero antes de hacer cualquiera de esas cosas decidí darle un viztazo a mi aplicación secreta.

GPS era su nombre. Pero a diferencia del GPS convencional estas siglas significaban Global Party System o más bien Sistema de fiesta global.



#28774 en Novela romántica

En el texto hay: novelajuvenil, romance

Editado: 06.01.2021

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