Más que imperfectos

La historia de mi vida.

                                1 CAPITULO 

Es domingo por la mañana y me encuentro en la iglesia con mi familia como de costumbre, escuchando la fuerte y autoritaria voz del predicador, quien viste un traje formal de color negro y expresa palabras que al escucharlas hacen que sienta alegría y piense una vez más que mis súplicas serán finalmente escuchadas. 

—Ha llegado el momento de orar por todas las peticiones que tienen en sus corazones, esas que nadie sabe, así que siéntase libre de pasar adelante —exclamó el predicador con una mirada llena de sinceridad—. No se preocupen y  confíen en Dios porque su tiempo es perfecto. 


Al escucharlo se quedan dos palabras haciendo eco en mi interior “Tiempo perfecto” ésta frase parece no tener sentido para algunos, pero para mí lo tiene y es porque aunque parezca extraño, teniendo veintiún años, nunca en mi vida he tenido novio, se que puede resultar increíble, incluso un poco patético, pero está es mi realidad y contra eso nada que hacer. 
No me considero bonita, porque decir que lo soy cuando tengo un espejo en casa, seria muy hipócrita de mi parte, pero tampoco es que me considere fea, solo estoy en el promedio sin resaltar, y eso me resultó mucho más obvio cuando todos los chicos en los que me interese, nunca me miraron dentro de sus opciones ni siquiera una vez y es que he caído enamorada incontables veces y todas ellas sin excepción alguna han sido de forma unilateral, ellos eran todo lo que yo pedía y quería, pero había un pequeño problema, o tal vez no tan pequeño, yo nunca soy todo lo que ellos quieren, y eso no está mal por supuesto, pero recordar mis decepciones amorosas duele, aunque ¿Quién tendría la culpa que yo tenga un máster en enamorarme completamente sola y sin motivos? Nadie.. 
Pues ellos nunca me dijeron siquiera “piérdete Livia” pero eran tan perfectos a mis ojos, que me fue inevitable no idealizarlos, tanto que el amor en mi fluyó por si solo y de la misma forma también sé fue, porque nunca pasó nada más haya de mi cabeza. 

 


Mi vida es bastante pacífica, aunque creo que la palabra pacífica por si sola no es la más adecuada para describirla, diría más bien que es pacíficamente monótona, pero aunque parezca aburrido para la mayoría a mí me gusta, sé lo que tengo que hacer cada día, sin estar preocupada por los imprevistos que ocurren cuando tienes pareja. 
Puedo permitirme leer mis mil y un libro de romance y ver todas las series que quiera de inicio a fin, hasta conseguir tener los característicos ojos de panda por el inevitable cansancio del cual obviamente no me arrepiento, y lo mejor de esto es que vivo el amor desde universos mágicos y perfectos, en los que solo puedo leer y gritar eufóricamente mi palabra favorita “¡Bésala¡” esos momentos hacen que me imaginé que alguna vez todo eso que leo y veo también en mis series hasta altas horas de la noche me podría pasar alguna vez a mi. 
¡Livia! te estamos esperando. 
—dijo mi madre un poco molesta mientras caminaba hacia mí—. date prisa que debemos darle gracias a Dios por todas las bendiciones que nos ha regalado como familia. 
—Claro que sí madre, vamos. 
—No sé que voy a hacer contigo, parece que estuvieras en otro mundo, necesitas volver a tierra, deja de pasártela viendo novelas y libros románticos que no te aportan absolutamente nada. 
Ante su comentario decido mejor quedarme callada, porque si le respondo todo será  pérdida para mí y lo último que deseo un día como hoy es discutir. 


Llegamos a la iglesia tomamos asiento y el tono de llamada,  de mi celular suena abruptamente y contesto de inmediato  para evitar las miradas de todos por el molesto sonido, era Susi, mi mejor y única amiga. 


—Susi, llámame en una hora estoy en la iglesia... 
—Espera un momento Livia, te tengo que contar ¡lo último! Rubén acaba de llegar a mi casa con un amigo y lo mejor de todo es que está.... 
La voz de mi amiga es apartada de mis oídos de la nada y volteo a mi derecha para ver a mi madre sostener mi celular entre sus manos. 
—No te devolveré el celular hasta que lleguemos a casa primero te llamo y estás como si estuvieras en martes y ahora contestas el celular cuando estamos en la ¡iglesia!. 
—Lo siento mamá, era Susi. —Digo con la expresión de susto emanando de mí—. pero ya no habrá nada que nos interrumpa te lo prometo. 
—Claro. —afirmó con gran autoridad—. porqué desde este preciso momento apagaré tu celular, no quiero que tengas ninguna excusa para estar pegada a este aparato. 
Susi no pudo escoger un mejor momento para llamar y más tonta soy yo que le contestó sabiendo que tengo a mi madre cerca, pero ahora no podía dejar de preguntarme ¿Qué habrá querido decir tan entusiasmada? aunque seguramente es una más de sus exageraciones. 
—Bueno, ya podemos comenzar —afirmó mi padre mientras sostenía su biblia. 

Mi madre se queda al lado de mi padre y yo me acerco a mis dos hermanos, Cinthia mi hermana mayor y Lucas el menor de la familia, pero el más insoportable e inmaduro, porque aunque tiene dieciocho años a veces se comporta como uno de díez. 
Y aquí vamos a aguantar una vez más no golpearlo delante de mis padres por sus estúpidas bromas. 
—Tengo sueño hermana, creo que voy a morir —expresó Lucas mirándome a los ojos. 
—¿Y? —Le respondo de manera desinteresada. 
—Solo estaba ensayando, recuerda que el día de mañana ingreso a tu universidad. —expresó con una risa burlesca—. mi madre ya no deberá preocuparse por ti. 
—Otro tormento a mi lista —digo para mi misma. 
—¿Que dijiste?  
—Nada, olvídalo y por cierto cambia esa risa tonta que tienes, porque te ves realmente ridículo. 
—Mi sonrisa es mi mayor atractivo —afirmó con orgullo mientras se miraba en la pantalla de su celular. 
—Shh, Shh, silencio chicos —susurró mi madre—. 
Agarrados de las manos, damos gracias por todas las bendiciones que hemos recibido como familia, dando un fuerte aplauso al finalizar la oración. 
En la salida, veo a mi madre hablar con Pedro, uno de los tantos chicos de la iglesia que ha elegido para mi, y es que en serio estoy por creer que le gusta perder el tiempo buscándome pretendientes, porque aunque nunca he tenido novio, no estoy tan desesperada como para terminar de amargarme la vida con un chico que no me interesa y que por lo visto yo tampoco. 
—¿Que haces ahí? —me pregunta Cinthia siguiendo mi mirada como si quisiera leer mi mente. 
—Nada, mirando a mi madre hacer su trabajo favorito. 
—¿No crees que estás siendo muy exigente? Por lo menos date la oportunidad de conocerlos un poco más. 
—No gracias, elijo ser feliz. 
—Si sigues así vas a alejar a todos los chicos que se quieran acercar a ti. 

—Querrás decir a todos los chicos que tú y mi madre buscan para mí, porque no estoy ciega para saber que ninguno de ellos se ha interesado en mi, y le doy gracias a Dios porque yo tampoco me he interesado ni una sola vez en ellos. 
—No sé de qué hablas, pero está bien, esa es tu decisión. 
—Sí, es mí decisión, por cierto, tengo que arreglar las cosas de la universidad para mañana, dile a mi madre que me voy a adelantar, los veo en casa, chau. 
—Esta bien, compórtate bien —dijo mientras me alejaba. 
—¡Ok¡, eso haré —digo mientras me pierdo entre la multitud que está en la salida. 
Mientras voy en el taxi no puedo dejar de pensar en las veces que mi madre ha querido elegir mi primer novio, ajustado a sus estándares de perfección, los cuales podría enumerar como: joven educado, creyente, preferiblemente de nuestra congregación, de imagen pura, familia tradicional y con valores morales. Y es que si continuo sería una interminable lista de cosas totalmente sin sentido. 
Muchas veces me ha dicho que voy a quedar sola si sigo leyendo libros y viendo series románticas y la verdad no me   importa mucho si lo que la vida tiene para mí son chicos rígidos, amargos y deprimentes como los que ella elige minuciosamente para mí cada domingo, son chicos que al verlos expresarse solo puedo pensar en ir buscando los cincuenta gatos que tendré a mi cuidado, acompañada de una taza de café mientras veo mis series favoritas los últimos días de mi vida. 
Y es que de todos los chicos que le agradaron a mi madre desde que llegamos a la iglesia, el único que me gustaba y con el que pensé que se podría dar algo más que una amistad forzada,  fue Matías, era tan caballeroso, dulce y con una apariencia tan hermosa..., pero bueno, es mejor vivir en el presente, el se fue hace 2 años a estudiar a Argentina y perdimos todo tipo de contacto, en esos momentos lloré tanto que creo que saqué a flote todo el drama que llevo dentro de mí, esa fue la única vez que estuve de acuerdo con mi madre, tanto así que el sigue siendo el modelo a seguir de mi chico perfecto. 
 




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