De nuevo me encuentro en este gélido abismo. La penumbra me consume, no respiro. Todo
aquí dentro es repulsivo y quema mi piel. Mis oídos se obstruyen por el canto estruendoso
que ahora es mi cabeza. Las voces... han regresado para atormentarme, prometiendo una
eternidad de tortura que merezco. Soy culpable, regresé.
Estiro mis manos hacia adelante, anhelando tocar algo, lo que sea. Pero no hay nada, estoy
solo, el aire pesado me lastima, mis pulmones se detienen evitando el dolor. Yo sujeto mi
pecho, agonizante, todo ha terminado para mí, el fin inminente me hace derramar lágrimas.
No lloro por una redención que sea posible. Me lamento ante la ilusión de lo que pudo haber
sido tomando la decisión correcta. Es hermoso, la imagen de una vida que en algún
momento pudo ser mía se desvanece frente a mis ojos. Sollozo, la pureza destella logrando
romper mi corazón. Si tan solo...
No. Se ha terminado, todo ha terminado. No hay nada, solo el abismo lóbrego que ha
consumido mi alma, brindando un rezago de bondad antes de que desaparezca.
Entonces todo termina, lo acepto. Mi cuerpo ha dejado de moverse, permito que la corriente
me arrastre sin tregua. Solo queda el vacío.