Matrimonio a cambio de Dinero

Capitulo 3.

Al día siguiente desperté porque tocaban muy insistentemente la puerta de mi habitación.

-Te quiero despierta ya.- mi padre grito del otro lado y yo solo me dedique a seguir durmiendo.

-No quiero.- cubrí mi cabeza con las cobijas.

-No te estoy preguntando, es una orden.- no se en que momento pero había entrado a mi habitación, retiró bruscamente las sábanas de mi cuerpo y espero a que me pusiera de pie.

-Quiero seguir durmiendo, déjame en paz.- rodé los ojos y me volteé.

-No me hagas tirarte encima una cubeta de agua fría, te arreglas en diez minutos.- si mi padre pudiera sacar humo por las orejas lo haría. Estaba muy furioso.

Sin remedio me puse de pie, tendí mi cama y me dedique al arreglo personal. Había soñado con él, no se porque pero eso había pasado. No mentiré, el beso me gusto pero obviamente eso no le diría, sería como subirle el ego de animal que tenía.

Si a estas alturas me hubieran preguntado si deseaba casarme, la realidad es que no. Las chicas a mi edad desean ser un poco libres, disfrutar de las fiestas, de tener amigos y no desperdiciar a temprana edad el tener que casarme. Tome mi bolso y ordené adecuadamente mi cabello, me vestí algo elegante, pero sin perder mi estilo. Baje las escaleras tarareando una canción, mi madre ya estaba ahí, tan guapa como siempre y yo solo me mire al espejo para dar unos cuantos retoques.

-¿Aún no llega? - pregunte haciendo muecas raras.

- No hija, pero ya no debe tardar.

Y en cuanto lo dijo el timbre se escucho, salimos y ahí estaba la señora Melina, muy arreglada y esperándonos con su chófer. Rode los ojos por dentro.

-Buenos dias linda.- me saludo con un beso en la mejilla e igual a mi madre.

-Buenos dias.- sonreí.

-Listas para empezar el dia de compras.- lo decía tan entusiasmada, que no me quedo de otra que fingirlo.

-Listas.- dijimos mi madre y yo al unísono.

Nos subimos a su coche y estaban hablando de todos los preparativos de la boda, las flores, el tipo de mesa, el salón etc. La plática ya me tenía un poco cansada, que ellas organizarán todo.

El auto se detuvo en una boutique demasiado cara, ni con el sueldo de un trabajo normal podría comprarme un vestido de ahí. La señora Melina tuvo que halarme para poder entrar, mi padre no iba a poder comprar mi vestido de novia.

Una encargada nos atendió amablemente, cuando pregunto quien era la que se iba a casar y me miro, fue como deseándome suerte. Veía y veía vestidos y ninguno me gustaba, parecían mas de quince años que de boda. Las telas no eran muy de mi agrado en esa sala, mi madre y mi futura suegra me ayudaban eligiendo.

-¿Te ha gustado alguno?- mi madre estaba a un lado enseñándome otro vestido.

-No, todos son muy feos.- mire ya frustrada a mi alrededor.

-Si gustan podemos pasar a una sala privada que tengo.- la encargada no quería perder su compra, la seguimos hacia la puerta y entramos.

Esta sala si que me gustaba, había vestidos mas sofisticados, elegantes mas como señoritas y eso me agradaba. De un humor mejor, empecé a buscar. Vestidos con espalda descubierta, pegados de encaje y mas había.

-Mira hija, estos nos gustaron a Mel y a mi.- ambas sostenían unos vestidos, de encaje y sinceramente estaban hermosos.

La encargada se metió conmigo al probador, me dispuse a quitarme toda la ropa quedando solo en interior. Ella me ayudaba a ponerme los vestidos y a ajustarlos si es que era necesario.

-Sabía que ese te quedaría perfecto.- mi madre y Mel ya iban a empezar a llorar, me mire en el espejo y la verdad es que quedaba precioso; tapaba todas mis imperfecciones, haciendo hermoso y perfecto.

- No se diga mas, ese será tuyo, es mi regalo de bodas para ti.- sonreí con agradecimiento y de inmediato fui a quitármelo para que lo cubrieran bien.

La tarde transcurrió entre mas compras, los vestidos de ellas, los de las damas de honor; accesorios, zapatos y demás se paso mi dia. En el transcurso lo pude disfrutar y relajarme un poco. Al regreso mi madre y Melina no dejaban de adorar mi vestido de novia, decían que me iba a ver preciosa y que Christian se iba a morir al verme.

Después de unas largas horas llegamos a mi casa, subieron mis compras a mi habitación, comí algo ligero y fui de inmediato a cambiarme para después dormirme, pero cuando ya estaba entrando en sueño, mi celular sono. Lo tome en mis manos y en la pantalla aparecía un número desconocido.

- ¿Hola? - pregunte algo insegura.

- Buenas noches preciosa, mañana paso por ti a las nueva de la mañana.- esa voz odiosa que por ahora no quería escuchar.

- ¿Qué haces con mi número? - pregunte seria y sin entusiasmo, me quede esperando la respuesta, pero nunca llego. Me había colgado, aventé el celular a algún lugar de mi habitación y me dormí.



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Editado: 17.09.2019

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