Para mí era normal escuchar discutir a los padres de Suhail.
—¡Me voy a largar! —gritaba su mamá.
—¡Pero ya! —gritaba de vuelta su papá.
—¡Y mi hija se viene conmigo!
—¡Eso sí que no! —un portazo y más gritos y reclamos.
Yo me escondía debajo de mi cama. ¿Qué era todo eso?
Mis papás no se gritaban. Aun así, por la cercanía de nuestras ventanas, me tocaba escuchar a los padres de Suhail pelearse todo el tiempo por nada y todo.
Y al mismo tiempo escuchaba a Suhail llorar.