Y todo empeoró cuando Suhail empezó a asistir al colegio. Mi colegio. No solo era incómodo que la llamaran «alumna nueva» y que además estuviese en el mismo salón que yo, sino que los problemas que tenían sus padres, debido a los escándalos que ellos mismos propiciaban, eran de demonio público y Suhail tenía que soportar, quisiera o no, los comentarios.
—Mi papá escuchó a la mamá de Suhail llamar «idiota fracasado» a su marido —rio Eric cuando vio a Suhail caminar por el pasillo.
Iba caminando sola y nuestros compañeros reían a su paso. Tenía una semana de asistir a clases y aún no había hecho amigas, al contrario. Yo me sentía... preocupado. Vamos, yo no quería patear a un árbol caído. Necesitaba que Suhail fuese la misma niña odiosa y altiva de siempre para no sentirme mal por molestarla. Sin embargo, la vi percatarse de lo que dijo Eric y de inmediato bajó la mirada, parecía avergonzada. ¡Obviamente se sentía avergonzada! Y a eso me refiero. ¿Dónde estaba la Suhail que hubiera venido a gritar que me callara?
Codeé a Eric.
—¿QUÉ? —se quejó él—. Eres el primero en hacerle la vida imposible a Suhail.
Para qué negarlo.
—Pero... Pero... —No tenía ningún tipo de argumento para rebatir eso.
Sam se encogió de hombros:
—Pero con eso no se juega —dijo a Eric—. Digo, debe ser terrible que tus padres se odien y se peleen frente a quien sea.
—Exacto —dije viendo a Suhail recibir un sándwich a la cara. «¿Qué diablos?»—. ¿Qué fue eso? —pregunté a Eric viendo al enemigo salir corriendo para evitar recibir más burlas y más cosas arrojadas a su pecosa cara.
El chico que le arrojó el sándwich se volvió hacia a mí como si esperase mi felicitación. «¿Qué rayos?»
—Como tú molestas a Suhail, muchos en el colegio creen que también pueden declararle la guerra —me recordó Eric.
¿QUÉ?
—¡No! —exclamé, buscando la mirada de todos en el pasillo. En ese momento estaba odiando a todo el colegio—. ¡ESO ES ALGO ENTRE SUHAIL Y YO! —les grité—. Nadie más puede meterse. ¡Nadie!
La mitad lo comprendió, la otra mitad... no. Porque Edgar, el niño que le arrojó el sándwich a Suhail, ahora se acercaba a mí con actitud de gorila:
—¿Nos estás diciendo que solo tú puedes molestar a Suhail? —me empujó. Ese niño quería pelea—. Eso sí que no —me advirtió luego—. Yo también le declaré la guerra.
Eric y Sam me hicieron una señal para que sacara la bandera blanca. Tenía que permitir a Edgar molestar a Suhail si quería conservar mi linda cara. Estábamos a finales de los noventa y muchos ya habían mandado al carajo la ideología de la «no violencia». Por mi parte, me hallaba seguro de dos cosas: si no le devolvía el empujón a Edgar, el resto del ciclo escolar sería su perra. Y, peor aún, él asumiría tener luz verde para molestar a Suhail lo que quisiera. Y eso sí que no...
Eso sí que no. Por eso, le devolví el empujón a Edgar.
¡Solo yo podía molestar a Suhail!
—¡PELEA! ¡PELEA! ¡PELEA! —empezó a anunciar Eric a todos nuestros compañeros en el pasillo.
Me encontraba asustado, pero no bajé la cara. Quién diría que mi primera pelea sería por Suhail Didier.