Max & Suhail

39. Max

En el autobús escolar, ya de regreso a casa, Suhail trató de darme las gracias por ofrecerle mi banco durante la clase de inglés... pero la ignoré. 

¿Por qué tenía que ser tan... tan... expresiva? Que lo deje pasar y ya. Lo mismo con el beso. Yo necesitaba creer que eso jamás sucedió. 

Cuando bajamos del autobús cada uno caminó hacia la puerta de su casa, aunque, para mi sorpresa, Suhail no entró a la suya. Ella simplemente se sentó sobre los escalones frente a su puerta. No era la primera vez que hacía eso. Siempre me pregunté por qué, pero supongo que no lo suficiente. 

Entré a mi casa, saludé a mamá y ella me preparó algo de comer. Esa tarde seguiríamos ensayando Classic con papá, pero él todavía no llegaba. Esperé. Cuando el reloj marcó las cuatro por fin escuché el coche de papá estacionarse. Salí corriendo a recibirlo:

—¡Hola, enano! —me saludó con un fuerte abrazo—. ¿Qué tal te fue en clase? ¿Me extrañaste?

Y le estaba platicando mi día cuando noté que su mirada cambió de dirección y se tornó preocupada. Miraba la casa de Suhail. En concreto estaba mirando a Suhail, que continuaba sentada sobre los escalones frente a la puerta de su casa, todavía acompañada de su mochila. Habíamos llegado del colegio hace tres horas. ¿No había entrado a su casa? Y eso no era lo peor... se encontraba llorando. 

—Ve por tu mamá —me pidió papá y caminó hacia donde estaba sentada Suhail.

Corrí a llamar a mamá y después ambos alcanzamos a papá, que ya estaba de pie frente a Suhail.

—No me quiere platicar qué pasa —dijo papá a mamá cuando llegamos.

Suhail tenía la cabeza baja.

—¿Ya comiste, cariño? —le preguntó mamá.

Suhail negó con la cabeza.

—¿No hay nadie dentro? —continuó mamá.

Suhail no dijo nada. Mamá se puso en cuclillas para poderla mirar de frente:

—¿Qué pasa, linda? ¿Por qué no has entrado a tu casa?

Suhail no quería hablar, pero mis padres insistieron en saber.

—Es que... —Suhail balbuceó y continuó llorando—. Es que... adentro está el fantasma.

«Oh, no».

—¿Qué fantasma? —preguntó mamá.

El llanto de Suhail aumentó. 

«Tal vez debería ir por la linterna del Hombre Araña». 

Mi papá se sentó al lado de Suhail:

—Yo soy experto en exterminar fantasmas —dijo, sonriendo—. Puedo acompañarte dentro. También irá Max, si quieres.

Un momento. Una cosa era espantar fantasmas con una linterna, pero, ¿enfrentarlos?

—No, por favor. Mamá se enojará —dijo Suhail.

—¿Dónde está tu mamá? —preguntó mi mamá a Suhail.

Suhail dudó en responder:

—Trabajando.

—¿Quieres que llamemos a tu papá? —dijo mamá, poniéndose de pie—. Creo que guardé su teléfono en...

Los ojos de Suhail se abrieron mucho, negó con la cabeza y también se puso de pie. Parecía tener miedo. Es más, parecía tener pánico.

—¡No, a papá no, por favor! —exclamó—. ¡Él no puede saber del fantasma! 

Mamá se veía preocupada:

—¿Por qué no puede saber del fantasma? —preguntó.

—Tal vez estamos preguntando demasiado, Miranda —dijo papá.

—Ella está afuera sin comer —justificó mamá, molesta—. Tenemos que saber por qué. 

Suhail siguió llorando: 

—Es que... Es que... Pero Max ya lo ahuyentó —aseguró—. Solo debo esperar a que mamá venga.

—¿A quién ahuyentó Max? —preguntó mamá mirándome con extrañeza.

—Al fantasma —contestó Suhail—. Por las noches, él... —«No, no les cuentes. Qué vergüenza.»— espera en su ventana hasta que yo me duerma.

—Iré a espantar a ese fantasma —avisó papá a mamá, guiñándole un ojo. Se incorporó y caminó hacia la puerta de la casa de Suhail—. ¡Señor fantasma, salga! —dijo, tocando fuerte la puerta—. ¡Ya no asuste a Suhail!

—¡Ya no entre por las noches a la habitación de Suhail, señor fantasma! —grité yo para ayudar a papá. 

Me reí, pero el rostro de Suhail aún expresaba miedo. ¿Por qué? Y este aumentó cuando escuchamos que alguien, dentro de su casa, se aproximaba hacia la puerta.

Papá miró a mamá sin comprender. ¿Era el fantasma?

—Pensé que no había nadie en casa —dijo mamá a Suhail, pero ella solo se escondió detrás de mamá.

Un hombre abrió la puerta.

—¿Le puedo ayudar en algo? —preguntó a papá y luego advirtió mi presencia, la de mamá y la de Suhail—. Oye, ¿por qué no has entrado? —le preguntó a ella.

Papá trató de explicar la situación al hombre mientras yo escuché a mamá preguntar a Suhail:

—¿Quién es él?

—El fantasma —respondió Suhail todavía llorando, y se acercó al oído de mamá para susurrar—: Pero no digamos nada, por favor. Nada. Nadie puede saberlo.



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En el texto hay: humor, amor

Editado: 15.04.2020

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