Ominis, sumido en sus pensamientos, asintió ante la lógica de Maxine. "Eso tiene mucho sentido, Maxine. Las mentiras... no todas son iguales", reflexionó. Luego, sus palabras tomaron un giro hacia la vida de Maxine. "Y sobre tus padres... es bueno que quieras honrar sus expectativas... pero también tienes que honrarte a ti misma. Tú también tienes que tener un papel importante en tu vida", aconsejó, como si estuviera compartiendo una verdad universal que se aplicaba a ambos.
Maxine, con una sonrisa que reflejaba agradecimiento y complicidad, asintió: "Sí, por supuesto, Ominis. Es verdad".
De repente, la mente de Ominis se iluminó con una lección de su madre. "Siempre me dice mi madre, 'hijo, una vida sin propósito y pasión es una vida no vivida...'", compartió, sumergiéndose en una pausa reflexiva. "¿Crees que mi madre estaba diciendo la verdad cuando me lo dijo?" preguntó, su sonrisa brillando con la esperanza de encontrar confirmación en las palabras de Maxine.
En la quietud de la época de 1890, donde el sol se deslizaba suavemente sobre los campos y las sombras danzaban con la calma de la vida, Maxine suspiró, sumida en pensamientos sobre el propósito de su inesperada presencia en aquel tiempo. "Si... creo que es verdad", murmuró, como si las palabras resonaran con la sabiduría que se había revelado a través del tiempo. Se preguntó cuál sería su propósito allí, pero su respuesta llevaba consigo una filosofía sutil. "Pero si no tienes un propósito, solo queda disfrutar el sol y la calma de la vida, ¿no te parece?" sugirió, permitiendo que la simplicidad y la belleza de la existencia inundaran su percepción.
Las palabras de Maxine parecieron teñir de preocupación el semblante de Ominis, quien se sumió en sus propios dilemas. "¿Y... si no tengo un propósito, y no puedo disfrutar de la vida porque mis padres me lo impiden? ¿Es eso... malo?" preguntó, como si la falta de propósito lo llevara a un oscuro rincón moral. La pregunta que quedó suspendida en el aire, sin una respuesta clara que iluminara su perspectiva.
En el crepúsculo de sus conversaciones, Maxine se aproximó a Ominis con una sonrisa, como una mensajera de la esperanza que se asoma en el horizonte. "Puedes disfrutar cuando te gradúes, ¿no? Puedes mudarte un poco lejos y vivir tranquilo en paz", sugirió, como si la libertad aguardara al final del túnel académico. Sus palabras eran un bálsamo para el alma de Ominis, una promesa de un futuro más allá de las sombras que lo envolvían.
Maxine, con la gracia de una consejera de épocas lejanas, ofreció sus consejos con una sabiduría que parecía haber madurado a lo largo de siglos. "Tengo otros consejos", comenzó, enumerando opciones que eran como hojas de un antiguo pergamino, cada una revelando un camino distinto. "Podría ser que busques significado incluso en las situaciones más difíciles, y que encuentres un propósito que trascienda las circunstancias externas", sugirió, como si la esencia de la vida pudiera descubrirse en los desafíos que se presentaban.
"O aceptar la falta inherente de un propósito universal y encontrar significado en la creación de tus propios valores y elecciones, a pesar de la falta de un propósito absoluto", agregó, como si la creación personal fuera la llave maestra que abría puertas inexploradas.
"O asumir la responsabilidad total de tu propia existencia y que crees tu propio propósito a través de la libertad de elección", concluyó, como una melodía que resonaba en el aire, invitando a Ominis a danzar con las posibilidades que la vida ofrecía.
Ominis, sumido en la contemplación de estas opciones, asintió con la cabeza. "Tienes mucha razón, Maxine. ¿Cómo haces para saber todo esto? Eres mucho más sabia y lista de lo que yo pensé que eras", elogió Ominis, con admiración en sus ojos. Una risa juguetona escapó de sus labios, como si la complejidad de la existencia hubiera encontrado un eco amistoso en su conversación.
"Gracias por ayudar a hablar de esto. Y... ¿Te molesta si hablamos un poco más de... cosas privadas?" agregó Ominis, como una invitación a desentrañar los misterios más íntimos de sus almas, en un diálogo que trascendía las fronteras del tiempo y las expectativas.
Maxine, con un rubor que tintinea en sus mejillas, revela que ha dedicado el día anterior a un profundo análisis y llanto en busca de un propósito. Su expresión, aunque sonrojada, revela una determinación que ha surgido de sus propias reflexiones y las influencias de filósofos que ha descubierto a través de vídeos en YouTube. "Es un placer, Ominis. Me gusta que te haya ayudado. Umm, sí, me vendría también a mí hablar más", confiesa, como si la conexión que compartían invitara a desentrañar los misterios más profundos de sus pensamientos y emociones.
En el silencio que siguió, Ominis, animado por la perspectiva de un diálogo más íntimo, ofrece el espacio para que Maxine comparta sus pensamientos. "Y... por donde quieres empezar?" pregunta, sus ojos reflejando un brillo de anticipación. "Puedo escucharte hablar de... bueno... de lo que tú quieras. Si es un tema complicado, puedo estar aquí para ayudarte en tu búsqueda", agrega, como un caballero dispuesto a acompañarla en el viaje de descubrimiento personal.
Maxine, con determinación, niega con la cabeza. "Quiero saber lo que tienes para decir tú, Ominis", declara, reconociendo la importancia de darle voz a su compañero en este intercambio.
Ominis, ante la pregunta, parece nervioso, revelando una reticencia a compartir su historia de vida. "¿Qué te gustaría saber?" pregunta, sus palabras cargadas de una cautela que deja entrever un capítulo de su vida que prefiere no explorar. "Yo... en realidad no me gusta demasiado contar mi historia de vida... No sé por qué", confiesa, dejando entrever la complejidad de su pasado y las emociones que yacen detrás de su reticencia.
Maxine, inmersa en la singularidad de su situación temporal, reflexiona sobre la historia de los Gaunt, una trama oscura que solo había rozado superficialmente en sus pensamientos. Aunque la historia de la familia Gaunt tenía sus turbiedades, Maxine, siendo una Hufflepuff en el año 2030, no se había sumergido lo suficiente en los misterios de los Slytherin en 1890. Su sonrisa amable refleja una curiosidad sutil mientras se dispone a explorar un terreno desconocido.