Capitulo 7
El duende retomó la palabra, luchando por encontrar las adecuadas, "El duende... dice... que... los... temblores..." Maxine, entretenida por la situación, mantenía una sonrisa juguetona dirigida a Newt, sintiendo una chispa emocional en su pecho. "Los temblores..." La voz calmante del duende continuaba su relato, "El duende dice... que los temblores... eran..." Aún en busca de las palabras adecuadas, el goblin frunció el ceño, y la atención se centró en él mientras pronunciaba, "El duende y el goblin... dicen... que los temblores... eran causados por..." El misterio se extendía como un velo, dejando a Maxine y a sus compañeros ansiosos por desentrañar la verdad oculta detrás de los susurros y los gruñidos que acompañaban su viaje hacia el río.
Él la contempló con una pequeña sonrisa, aún impregnada de dulzura y amabilidad. El gesto contrastaba con el desdén evidente en el gesto de rodar de ojos del goblin, aunque el duende reprobó tal actitud con un firme movimiento negativo de cabeza. Una vez más, el duende se dispuso a hablar, introduciendo en el aire la revelación de los misteriosos temblores. "El duende dice... que los temblores... eran causados por un ser que...", sus palabras flotaban en el aire, cargadas de dificultad, pero mantenían ese tono calmante y confiable que había marcado su presencia.
Sin embargo, la frustración se insinuaba en la voz del duende, y el goblin, ahora visiblemente molesto, emitió un gemido profundo antes de expresarse con su característica voz áspera y profunda. Maxine, sintiéndose un tanto aturdida, preguntó con cierta inquietud, "Bueno... pero ¿un ser bueno o malo? ¿Es normal verlo por aquí? ¿O es completamente nuevo?" La respuesta pendía en el aire, desafiando la comprensión de la joven.
El duende se volvió hacia el goblin, compartiendo un susurro con él. Ambos entablaron una breve conversación, sus voces ásperas creando un contraste inusual con su tono inicialmente dulce. Luego, el duende, con una sonrisa, se volvió hacia Maxine, entregando la revelación solicitada, "El duende dice que el ser es malo..." El gruñido del goblin resonó como un eco de disgusto, y el duende, una vez más, se dirigió hacia su compañero para continuar la conversación en su áspero idioma, dejando a Maxine en un estado de desconcierto, sin comprender plenamente los secretos que se desenvolvían ante ella.
La mirada pensativa de Newt se posaba sobre Maxine mientras absorbía las palabras del duende. Un ligero rubor tiñó las mejillas de ella, y desvió la mirada, buscando refugio en su propia timidez. "Ummm, entiendo. Bueno, después lo sabremos... supongo", dijo con una sonrisa, aunque su expresión revelaba cierta reticencia ante el misterioso encuentro que se avecinaba en el futuro.
El duende asintió y se volvió hacia el goblin, entablando una conversación cuyas voces seguían resonando ásperas a los oídos de Maxine. Aun sin entender completamente lo que se decía, la atención de Newt permanecía centrada en ella. Volviéndose hacia Maxine, mantenía su mirada cautiva en la joven de Slytherin.
"El duende dice que sí. Si... encontramos... el ser... que sea... con cuidado. Por su... por su bien", comunicó Newt, dedicándole una suave sonrisa a Maxine. Mientras el duende continuaba su intercambio con el goblin, este último gruñó en descontento. Maxine respondió con una sonrisa cómplice, "Sí, sí... eso pensaba." En medio de las voces ásperas y la promesa de cuidado en el viaje por delante, se forjaba un vínculo peculiar entre ellos, cargado de misterio y anticipación en el oscuro paisaje que les aguardaba.
La comitiva alcanzó la orilla norte del río. El duende, con un asentimiento, intercambió miradas con el goblin. Una breve, pero intensa, conversación siguió entre ellos, con palabras que, aunque incomprensibles, llevaban consigo la carga de una irritación palpable. Newt, ajeno a la disputa, mantenía su atención en Maxine, como un protector velando por su bienestar en aquel entorno desconocido.
Se aproximaban al borde norte del río, y el goblin, gruñendo y pronunciando palabras en un tono áspero, provocó una reacción de desagrado por parte del duende, quien le lanzó una mirada oscura. Aunque preocupada, la mente de Maxine se desviaba hacia el chico encantador y apuesto a su lado, generando un temor más profundo que cualquier enigma que pudiera encontrar. "Ah, sí, algo importante. ¿Qué tipo de criaturas han desaparecido?" preguntó, tratando de desentrañar el misterio que se cernía sobre ellos.
Newt, oyendo con paciencia, no podía evitar que su atención se centrara en Maxine. Su encanto era innegable, y un cosquilleo nervioso se instalaba en el estómago de la joven. En ese momento, el duende, rompiendo el silencio, comenzó a responder, arrojando luz sobre la naturaleza de las criaturas desaparecidas y desentrañando lentamente los enigmas que les rodeaban.
"El duende dice que los dragones, los elfos, los duendes, los hombres lobo, las sirenas, los trolls, los jotuns, los giantos, los unicornios, los faunos, los demonios..." La enumeración del duende resonaba en el aire, una lista que abarcaba criaturas mágicas y mitológicas, cada nombre envuelto en un halo de misterio. La mirada del duende se posó en Maxine, y por un momento, parecía quedarse sin aliento, como si la revelación misma de tales seres pesara sobre sus hombros.
Maxine Borage reflexionaba sobre la gravedad de la situación. "Hombres lobo... ¿viven aquí? ¿Y demonios también?". Surgían interrogantes sobre la posibilidad de la existencia de magia negra en la región, una idea que rondaba sus pensamientos.
Mientras tanto, Newt mantenía su atención en Maxine, como si estuviera aguardando pacientemente a que ella articulase sus pensamientos. La presencia del duende también la envolvía, atenta a cada palabra que pronunciara. El goblin, con su voz áspera, se dirigió a Maxine en una breve conversación, y tras un intercambio con el duende, este último habló nuevamente, revelando que los hombres lobo no habitaban aquel lugar, pero los demonios, en cambio, eran residentes. Un gruñido molesto del goblin añadía una capa de tensión al revelador diálogo.