19/01/20
N I S H A
—¡Tanisha, despierta de una vez!
La voz chillona de todas las mañanas no hizo que moviera ni un músculo de mi cuerpo. Y cuidado, porque estoy segura de que cualquier persona hubiera pegado un salto.
Yo, en cambio, estaba tan acostumbrada a lo insoportable que podía ser mi madre por las mañanas que simplemente abrí mis ojos y permanecí mirando el techo pensando qué idea era mejor, si tirarme por la ventana o pegarme la cabeza contra pared. Si elegía la segunda probablemente tendría que seguir escuchando los gritos de mi madre, así que la primera era la más acertada.
La razón de mi repentina ganas de suicidarme —algo que solo consideraba cuando mi madre entraba a mí habitación. O sea siempre— tenía un nombre y se llamaba Élite Mayne School, el colegio más prestigioso de todo el país. El mismo donde se graduó mi madre y al que había tenido la maravillosa idea de inscribirme, no yo, ella. Claramente no iba a salir de mi cabeza una idea tan estúpida como esa.
Mayne era una especie de internado en el que convivías de lunes a viernes como pupilo, los sabados y domingos tenias la oportunidad de irte a tu casa y volver nuevamente el lunes o simplemente quedarte. Primera razón por la que no quería asistir.
Segundo pero menos importante, no tenía amigos. No era algo que me afectara en lo absoluto, pues en donde vivía tampoco tenía. No me gustaban mucho las personas.
En Otherton, el pueblo donde vivía, conocía a todos pero nunca me había dado la oportunidad de entablar una conversación de más de diez minutos con nadie, simplemente porque no me interesaba.
Tercero, no iba a ser algo así como la típica frase “empezar de cero” porque la mayoría de las personas de mi edad que vivían en Otherton habían sido elegidos para asistir a Mayne y no me extrañaba. Otherton era un pueblo habitado por personas altamente conocidas que eran parte de la élite, una clase alta llena de millonarios. Mi madre era una.
Aún así, había una pequeña razón, muy pequeña por la cuál guardaba un poco de emoción por ir y esa razón se llamaba Shepard Clifford. Como dije antes, la mayoría de las personas de mi edad que vivían en Otherton fueron elegidas, y él era uno de ellos.
Shepard fue como el típico amor de infancia que tiene cualquier chica en su etapa de niñez, con la diferencia de que yo nunca cerré esa etapa.
Mi emoción era simplemente porque sabía que al asistir al mismo colegio y ser de la misma edad compartiremos clases, algo que en Otherton nunca hicimos porque íbamos a distintos colegios. Él asistía a Bayern y yo a Glaux.
Ambos colegios contaban hasta tercer año de secundaria y eran los únicos en el pueblo. Tanto él como yo ya lo habíamos finalizado por lo que teníamos que irnos a otro colegio y por orden del destino terminamos los dos en la Élite Mayne School.
Shepard era el típico chico que siempre terminaba obteniendo lo que quería con su sonrisita compradora. Era guapo, atlético, simpático, sonrisa perfecta, rostro perfecto. En fin, todo.
Estaba claro que no le costaba tener a la mujer que quería. Tenía una altura varonil, perfecta para mí. Su pelo castaño oscuro pocas veces estaba peinado, siempre lo llevaba desordenado. Sus ojos, partes de su rostro que nunca se fijaron en mí, eran de un color marrón oscuro. Oh, y tenía un lunar en la comisura derecha de su labio, era lo que más me gustaba de él.
No lo veía mucho y cuando lo hacía solo era a la distancia porque, dah, nunca iba a acercarme si él no lo hacía primero. Yo no quería ser como las otras chicas que corrían detrás de él y se peleaban por tener una cita.
Era absurdo y hasta asqueroso ver cómo eran capaces de arrastrarse tanto por tener la atención de un hombre.
La puerta de mi habitación sonó y supe que no era mi madre. Esa mujer no sabía lo que era tocar la puerta antes de entrar a un lugar. Era Amelia, la mucama.
—Pasé —emití mientras me dirigía a mí tocador para cepillar mi tan horroroso cabello pelirrojo, odiaba desenredarlo.
A través del espejo vi a Amelia dejar lo que parecía ser el uniforme que usaría en Mayne.
—Gracias, Amelia.
—De nada, señorita Nisha. Su madre me dijo que no debe ponérselo, solo empacarlo. En Mayne, el primer día de clases se permite no utilizar el uniforme. Puedo guardarla en su maleta si lo desea.
—Lo haré yo —asentí y sin decir más se fue cerrando la puerta.
Me acerqué a mí cama y lo observé con una mueca pero para mí sorpresa no me disgustaba tanto. La pollera era de un color azul oscuro, la camisa de un color blanco y la corbata era del mismo azul que la pollera con una pequeña “M” dorada en la punta.
La puerta volvió a abrirse.
Mis ojos permanecieron en el uniforme mientras largaba un silencioso suspiro. Supe de quién se trataba en el momento exacto en el que abrió la puerta sin tocar antes.
—¡¿Por qué no estás vestida aún?! ¡Es tarde!
—Porque no se puede tener un poco de privacidad en esta casa.
Su rostro enojado cambió a una sonrisa emocionante antes de sentarse en mi cama y mirarme con entusiasmo.
—¿Preparada para el primer día de clases?
Me sorprendía el talento que tenía para pasar de una emoción a otra en menos de un segundo.
Puse los ojos en blanco y me dirigí a mí escritorio para ponerme un collar de un brócoli animado. Lo llevaba siempre conmigo.
—No —respondí a lo anterior.
—¡Llevaré mi cámara para sacarte todas las fotos posibles!
Detuve mis dedos que estaban rascando la punta de mi nariz en ese momento para mirarla.
—No vas a ir, mamá.
Su sonrisa se borró al instante antes de comenzar a preguntar.
—¿Cómo que no?
—Te dije que no ibas a ir.
—Pero, no pensé que iba en serio.
—No quiero que me molesten.