"Si se trata de hacer dinero con esto, no puedo hacer mucho al respecto."
Sep. 1885. Callejón sin salida.
Un hombre, de aspecto horrible y tenebroso, se encuentra frente a la puerta trasera de la mansión del Dr. Jekyll, un hombre que conoceremos en el futuro. El cabello del aquel hombre es negro, corto y con unos rulos en las puntas; sus ojos negros, con un destello rojo y unas ojeras debajo de ellos, no inspiran confianza, y su vestimenta es elegante; Un pañuelo rojo, camisa blanca, chaleco negro, pantalones a juego, y el típico bastón... como si fuera de otra clase, la clase alta. Su nombre es Sr. Hyde.
─ Está muy tranquila la noche. ─Dice con una sonrisa, una no muy bonita. ─ Bwajajaja, ja... Es... ─Una espantosa risa se escapa de sus labios. ─ ¡El mundo entero es mi ostra!
Camina por la calle empedrada hasta dar con una tabla de madera.
─ Mira todo esto, es caótico y desaliñado... ─Le da un golpe─ ¡Lo derribaré todo!
La tabla de madera se rompe a la mitad, mira a los lados.
─ ¿...Qué más puedo romper? ─Su sonrisa se ensancha, mostrando sus dientes cual tiburón.
Sigue caminando y da con un puesto de pescado.
─ Este puesto de pescado apestoso, ¡lo destrozaré yo mismo!
En unos segundos el pescado esta regado por el suelo.
─ Bwajajaja. ¡Qué bien se siente!
Sigue su camino y, antes de romper algo más, se cruza con un peatón.
─ Ejem. Muévete.
La expresión del Hyde es seria.
─ ¡...!
─ ¿Por qué te quedas parado ahí? ─de mala gana le vuelve a hablar el peatón.
─ No hay ninguna razón para moverse.
─ ¡Qué imprudente! ¡Un miembro de la Real Sociedad! ─Él hombre exclama nombrando su título.
─ ¿Real Sociedad? ─Hyde sonríe sarcástico. Y esta se ensancha de vuelta. ─ ¡Ja! ¡Un viejo amigo mío es también parte de la Real Sociedad!
─ Hmm. ¿Y qué?
─ Nunca habló de un miembro tan condescendiente como usted. ─La sonrisa sarcástica vuelve. ─ ¡Bwajajaja! ¡Qué vista! ─Su espantosa risa suena.
─ ¡Q-Que rudo, condescendiente...! ─El hombre parece sentir temor, y no dice ni una palabra más.
Hyde se aleja, pero un borracho se acerca, este parece tener hipo.
─ ¡Eh, tú!
─ ¿Por qué me llama, borracho? ─Su expresión es seria de vuelta.
─ Te pareces a... ─suelta un hipido. ─ tú... ¡Escapaste de un hospital mental! ─Le intentan golpear. ─ P...P...¡Piérdete! ¡Bicho raro!
No le toma interés.
─ Debería callarse. ─Su expresión es oscura. ─ Alguien de un hospital mental podría venir a buscarte, ¡Borracho!
Hyde sigue su camino, sin darse cuenta, deja que la luz de una farola le dé.
─...Maldita sea. ─Se nota molesto. ─ Las luces son muy brillantes. ¡Y todas están encendidas! ─Suelta una risa─ ¡Si tuviese una herramienta, las apagaría todas!
Se acerca a un stan de teteras, demasiado ordenado para sus ojos.
─ Cuando veo algo tan ordenado... ¡Quiero destrozarlo!
Es ruido de la porcelana contra el suelo suena por el lugar, acompañado del crujir de la madera. Hyde no para de sonreír.
─ ¡Perfecto! ¡Este sonido! ¡Me encanta!
Cuando va por el camino para llegar por donde salió, se cruza a una niña. Cabello rubio, dos trenzas, una flor en su cabello, y vestido rosa con blanco.
─ Oh... ─Murmura la pequeña apenada.
─ ¿Qué? ¿Una mocosa se interpone en mi camino? ─Él está muy molesto. Y… le da un pisotón.
El grito de la niña se escucha demasiado, y sus sollozos igual.
─ ¡Buahhh! ¡Mamá! ─La gente empieza a acercarse.
─ Tsk, que ruidosa... ¡Cállate! ¡Estás llamando demasiado la atención! ─Frunce su ceño─ Maldita sea, no puedo escapar. ¿Qué debería hacer...?
Un hombre de cabellos rubios, camisa blanca, chaleco crema y saco azul, se acerca enseguida, su nombre es Sr. Enfield.
─ ¡Eh! ¿Qué le ha hecho a esa niña pequeña?
Alguna gente murmura cosas, ¡Será castigado por Dios!, una de ellas. Hyde se acerca al Sr. Enfield.
─ Vi todo. ¡Ni se le ocurra pensar en escapar! ─Su expresión es seria.
El padre de aquella pequeña se acerca a esta.
─ ¡Oh, María! ¿Estás bien? ¿Qué te ha hecho ese hombre?
La niña deja escapar un alarido de dolor.
─¡...Buahhh! ¡Duele!
─ ¡Este hombre pisó a la niña sin clemencia! ¡Mire sus heridas! ─Le explica al padre el Sr. Enfield.
─ ¿Qué? Ese demonio... ─dice mirando a Hyde.
─ ¡Mira su cara! ¡Es horrible! ─Un peatón opina.
Un doctor, que gracias a Dios estaba allí, se acerca a la niña.
─ Dios. Menos mal, la niña no tiene heridas graves. Que alivio.
─ ¡Llevémosle a la policía y lo colgamos! ─Propone el padre.
Enfield mira a Hyde.
─ Ni siquiera piense en mentir para defenderse. ─Se da cuenta de su error─ Un paso en falso, y estarás en serios problemas.