Capítulo 9
Aurora Flecher
Copas de vino iban y venían y nosotros prácticamente no hablábamos, esto era cada uno en lo suyo.
Las palabras que Alexander le había dicho a quien sea que estuviera al otro lado de la línea telefónica eran un tanto «escalofriantes».... Él había decidido llevarme a cenar a no sé dónde, pero algo era seguro, aún nos encontrábamos en Nueva York, solo que estábamos en una parte de la ciudad que no había visto antes. De camino al restaurante, escuché una pequeña parte de una conversación que Alexander había tenido mientras me estaba quedando dormida.
—Sabes lo que tienes que hacer —
¿Quién tenía que hacer qué cosa?
—Alexander —lo nombré.
—¿Sí? —Él estaba pensando en otra cosa y yo quería saber qué era.
—¿Me podrías decir con quién hablabas hace unos minutos? —Mi voz salió calmada.
No quería escucharme como una lunática o, peor aún, una maniática. Los océanos azules que Alexander tenía por ojos me observaban y esta vez no sabría describir de qué forma lo hacían.
—Hablaba con David —dijo mirándome a los ojos.
—Perdóname, pero ¿por qué le dijiste lo que dijiste al final? Y no, no estaba escuchando tu conversación —aunque técnicamente lo estaba haciendo—, solo que cuando salí del auto pude escuchar ese pequeño e inconcluso fragmento de la conversación. —¡Oh, por Dios, pensará que soy una loca!
—Hablábamos de unos asuntos familiares.
¿Él y David eran familia?
—¿Usted y David son familia? —Mis ojos estaban abiertos.
Aunque no sé qué es lo que me impresiona, porque, según he escuchado, su empresa es como una «reliquia» de su familia.
—¿Por qué lo preguntas?
¡Este hombre es un enigma!
—Por lo que dijiste de que eran asuntos familiares —respondí.
—No lo somos. Él es mi hombre de confianza.
Oh. Ahora sí estoy entendiendo.
—No te gusta dar explicaciones a nadie, ¿es así? —dije, debido a que pude notar cómo se tensó al yo hacerle aquellas preguntas.
—A nadie le gusta, Aurora. —Mi nombre en sus labios se escuchaba exquisitamente bien.
La vibración de mi celular molestaba en mi bolso, así que pedí disculpas, como siempre. Saqué el celular de mi bolso y tomé la insistente llamada.
—Buenas noches. —No me había fijado en la pantalla quién me llamaba.
—¿Así es como saludas a tu mejor amiga, a la que tienes tantos días sin hablarle? ¡Responde, desgraciada! —Oh, Lily.
—Perdóname, nena; lo olvidé —dije sincera.
—Claro que lo olvidaste, porque como has estado tan ocupada con tu novio... O ¿cómo quieres que le diga?, ¿futuro esposo? —Era más que obvio que estaba enojada.
—Perdóname, te prometo que mañana hablaremos y te contaré todo.
—Eso espero, Aurora Flecher.
¡Ay, por Dios, dijo mi apellido! Me despedí de Lily para luego encontrarme con los ojos azules del señor Gólem de Hielo.
—¿Quién era? —preguntó Alexander.
—Era mi amiga Lily —respondí con una sonrisa.
—No puedes contarle nada relacionado con los documentos firmados —dijo totalmente serio.
—Pero es mi mejor amiga, no puedo mentirle —dije frunciendo el ceño.
—Tendrás que aprender de Pinocho. Aprende a mentir.
¡Cristo!
—Alexander...
—Está fuera de discusión, Aurora —rugió molesto.
¡Lo siento, Lily! Tendría que mentirle a mi mejor amiga.
Residencial, Midtown, Nueva York
8:52 a. m.
Tercera regla: Nunca, pero nunca, le mientas a tu mejor amiga.
Estaba a punto de quebrantar esa regla, estaba a punto de mentirle a mi mejor amiga por un chico. ¡Oh, otra regla rota!
Quinta regla: Tu mejor amiga y tú no se separarán por nada del mundo, incluso si les llegara a gustar el mismo chico.
No solo estaba haciendo trizas mi amistad con Lily, sino que también acababa con su confianza... Me encontraba tocando el timbre de la casa de Lily, y solo rogaba porque no estuviera en su casa. No quería mentirle. Pero mi familia dependía de eso.
Una señora de cincuenta y dos años, cabello canoso y algunas ojeras abrió la puerta de la lujosa casa con una hermosa sonrisa. La nana de Lily.
—¡Mi niña, qué lindo tenerte por aquí! —dijo dándome un abrazo. Esa mujer era un amor; de pequeñas, a Lily y a mí nos apoyaba en cada travesura. Ella era como nuestra hada madrina y aun después, de grandes y adultas, sigue haciendo cualquier cosa por nosotras.
—¡Hola, nana!, a mí también me da gusto verte otra vez. Te extrañé muchísimo. —La abrazaba como si de eso dependiera mi vida.
—Ven, te llevaré con Lily, y también les llevaré galletas. —Esta subió conmigo a la habitación de mi amiga, la cual estaba acostada en su cama con un smartphone.
—Aquí me tienes, señorita Lily —dije con burla.
—Debemos hablar muchas cosas serias, futura señora Walton —dijo con su temible cara seria.
Posiblemente hoy acababa mi amistad con ella. Era algo que no quería pensar, pero que sabía que podía suceder. Me senté en un pequeño mueble negro que tenía Lily en su habitación, esperando a que ella se dignara a hablar.
—¿No pensabas decirme que te ibas a casar? —preguntó.
—Sí, pensaba decirte.
Solo que no encontré el momento...
—¿Y por qué no me lo habías dicho?
Porque todo es mentira, es una farsa.
—Porque quería esperar a que Alexander tuviera espacio en su agenda para presentártelo en persona.
Aquí vamos con la primera mentira.
—Oh, ¿cómo se conocieron? —preguntó con una leve sonrisa. Por lo menos no está tan enojada.
—Nos conocimos en la empresa de mi padre. —Estaba nerviosa, ¿y si ella no lo creía?
Editado: 04.08.2023