Capítulo 5.
La llamada.
Tomo mis cosas, y las guardo en la mochila. Salgo rápidamente del aula, y me dirijo a la salida. Ya quiero irme de aquí.
— ¡Oye, Angie! — escucho una voz tras de mí. Detengo mi paso, y giro para ver de quién se trata. Es Vicky, la única amiga que he hecho en la U hasta ahora. Compartimos la mayoría de las clases, y la verdad es que me cae muy bien. Es una chica muy dulce, además de que tenemos mucho en común, cómo la pasión por la gastronomía.
—¡Vicky! — exclamo.
—¿Tienes los apuntes de la clase del Jueves pasado? —pregunta acercándose.
—Sí, espera. — Abro mi mochila, saco mi libreta y se la extiendo. — Ahí está todo. Y disculpa el desastre de apuntes, ya sabes cómo soy. — suelto una risita.
—¡Gracias! — suspira aliviada. — no sé qué haría sin tí, en serio.
—No agradezcas. — digo haciendo un gesto con la mano, restando importancia. — ¿Tienes más clases hoy?
Niega con la cabeza. —No, ya terminé por hoy. ¿Y tú?
—También. Justo estoy esperando a que papá venga por mí. — señalo la salida.
—Si quieres te acompaño mientras lo esperas — ofrece — no quiero llegar a casa aún.
Asiento, y esbozo una sonrisa. —Vamos.
Nos dirigimos a la salida, y esperamos en una de las bancas que hay fuera de las instalaciones. Me cuenta que al terminar el semestre dejaría la universidad. Al igual que yo quería estudiar gastronomía y tenía miedo de hablar con sus padres al respecto, ya que son un poco estrictos, sobre todo su papá. La única diferencia es que ella sí fue capaz de hablarlo.
No es una cobarde cómo tú, querida.
Que linda, ya te extrañaba, conciencia.
—Me dijeron que me iban a ayudar. Pero yo quiero trabajar para costear mis cosas, no quiero que gasten tanto dinero en mí. Por eso llegamos a un acuerdo; Ellos pagan la mensualidad, y yo todos los implementos que pidan.
Le doy una sonrisa de boca cerrada. —Me alegra mucho por ti, Vicky. —digo sincera.
Al parecer nota lo mucho que me bajonea el tema, porque me da una mirada apenada. —Tienes tiempo para hablar con tus papás, Angie. Ellos te entenderán. —aconseja .
Suspiro pesado —He estado pensando en eso — Confieso. Llevo días meditando la posibilidad de hacerlo, aunque me aterra un poco. — cuando papá vuelva del viaje, hablo con ellos.
Ella me sonríe —Hazlo, ya verás que te apoyarán.
—Eso espero. — digo más para mí que para ella. Diviso el carro de papá acercarse, y me levanto. —Llegaron por mí — aviso, y me acerco para abrazarla — gracias por hacerme compañía, Vicky. Y por tu consejo.
—No agradezcas. Gracias por los apuntes, te los devuelvo mañana.
—No hay prisa — Beso su mejilla, y me despido con un gesto de mano — nos vemos mañana. Adiós.
—Adiós.
Subo al auto, y le doy un beso a papá en la mejilla. —¿Cómo te fue hoy, mi amor?.
—Bien, pa — Abrocho el cinturón, y lo miro — ¿y a tí?
—Bien, chiquita. Aunque estuvo un poco movido el día, por lo del viaje y todo eso.
Asiento —Que bueno, pá.
Y sin más, arranca. Conversamos durante el trayecto, reímos y cantamos a todo pulmón las canciones que resuenan por los altavoces. Disfruto mucho pasar tiempo con papá, pero sin dudas los momentos que más amo, son éstos.
Al llegar a casa, lo primero que hago es quitarme la ropa y darme una ducha, ya que lo necesitaba con urgencia. Dani está trabajando, así que cómo no tengo nada pendiente para la universidad, decido leer un rato.
Luego de vestirme con algo cómodo, saco mis lentes de su estuche, los limpio un poco, y me los pongo. Tomo el libro que comencé hace un par de días, que se encontraba en mi mesita de noche, y me dispongo a leer.
Es una novela romántica. Trata sobre dos roomies que a su vez, son mejores amigos. Ella está enamorada de él, pero sus sentimientos no son correspondidos.
Qué ironía, ¿no?.
Bueno... está claro que me siento más que identificada con la chica del libro.
Estoy tan ensimismada, que a duras penas escucho que mi celular suena. Pongo el libro a un lado, y miro mi pantalla para saber quién llama. Siento que mi corazón da un salto.
Es Diego.
Dudo por un instante contestar, pero al final lo hago.
—Hola, ángel —dice con cautela.
—Hola — respondo cortante.
—Perdóname por no haberte hablado ayer en todo el día. — carraspea —estuve algo ocupado.
¿De verdad piensa que me voy a tragar semejante mentira?
Sé de sobra que todo el día estuvo con Danna.
Menudo cínico.
— No te preocupes. No tienes que darme explicaciones de nada.
Me sorprende la frialdad con la que salen mis palabras. Pero no me importa, se lo merece.
— ¿Estás molesta conmigo, verdad?.
¿Tú qué crees?
Guau, qué listo.
— Para nada.
Escucho que suelta una risa ronca. Y yo quiero matarlo en éste instante. Será estúpido. — Angie, te conozco. Sé que estás molesta — afirma.
—Pues, si tanto me conoces la pregunta estaba de más ¿no crees? — digo a la defensiva.
— Ya... no estés molesta conmigo, preciosa. Por favor. — musita.
Él es consciente de lo que es capaz de causar en mí, y lo está usando a su favor. Sabe que con esas simples palabras está a un paso de convencerme. Y lo peor es que lo está logrando.
Suspiro con pesadez. —No lo sé, Diego.
—¿Y si voy personalmente a convencerte?
Esa jodida voz ronca.
La manera en que pronunció cada palabra hace que mi piel se erice, y mi corazón comienza a latir desenfrenadamente. —N-no es necesario, Diego — jodidos nervios que me hacen tartamudear. — te perdono.
No lo puedo ver, pero estoy segura de la sonrisa de triunfo que debe tener en éste momento. Quiero golpearme por ser tan débil ante él.
—Oye... estabas hermosa anoche.
Lo odio.
Repítelo hasta que te lo creas, cariño.
Cállate.
—Gracias. Tú también te veías muy bien. — Mi voz es casi inaudible. Es increíble como me pone los nervios de punta con sólo escuchar su voz.