Me elijo a mí

11 | Nuevos actos confusos.

Capítulo 11.

Nuevos actos confusos:




 

Malditos despertadores.

Detesto que mis horas de sueño dependan de un jodido aparato que te avisa que tienes que despertar. Y lo peor, terminas aturdido gracias a lo ruidosamente molesto que es.

Tuve que usarlo ya que Diego me obligó a ponerlo para que no me quedara dormida y pudiera llegar a tiempo. Pero por más que lo intenté, fue imposible. Lo pospuse unas 5 veces, y ahora estoy llegando tarde. Su carro tiene una falla, así tendremos que viajar dos horas en bus para llegar al instituto.

Estoy nerviosa, y no entiendo porqué si hace unos días nos vimos. No puedo evitar ponerme así cuándo se trata de él. Y más si vamos a pasar tanto tiempo justos, aunque sólo sea para ir a informarnos sobre las clases.

Mi corazón se acelera cuándo llego a la parada de buses, y lo veo.

Está esperando fuera del bus, y por lo que noto, me busca con la mirada mientras lleva su celular al oído. Supongo que me está llamando.

La vibración en mi bolsillo me confirma que, efectivamente, está llamándome.

Acelero un poco mi paso, y sonrío cuándo nuestras miradas se cruzaran.
— Hey, por fin llegas. —  dice antes de besar mi mejilla.

— Lo siento. Los despertadores y yo no nos llevamos bien. — suelto una risita.

— ¿Y cómo haces para ir a la universidad? — suelta divertido.

— Mamá es mi despertador personal. — me encojo de hombros.

— Floja.

— Cállate.

Se encoje de hombros - Sólo digo la verdad.

— Basta. Mejor vamos, quiero llegar temprano. —  lo tomo del brazo para subir al bus.

Nos sentamos en unos de los primeros lugares, y tomo el lado de la ventana. Diego suelta una risita cuándo nota mi afán al tomar ese asiento.

— Veo que te gustan las ventanas. — suelta divertido. Y la verdad es que sí. Siempre que viajo en bus, me gusta mirar por las ventanas.

— Pues, acabas de descubrir una de mis manías.

— ¿Mirar por las ventanas?

— Ajá.

— ¿A qué se debe esa manía? — inquiere.

— Me gusta sentir la brisa sobre mi cara, ver los árboles pasar frente a mí rápidamente... no sé, desde pequeña siempre he disfrutado eso.

Eboza una sonrisa — Hay cosas de tí que aún no me has contado. Y me gustaría saberlas.

De pronto quiero desmayarme acá mismo. Acaba de decir que quiere conocer más de mí. Más de lo que ya lo hace. Y vaya que es bastante.

Cuándo más trato de hacer que no me afecte. Él tiene que actuar de ésta jodida manera.

¿A caso no entiende que soy una chica con un corazón de pollo?

Si continúa así, no podré resistirme más.

Que fácil de ablandar eres, niña.

Ay, conciencia preciosa. Te extrañaba.

Lo sé, cariño.

— Creo que ya sabes mucho de mí — suelto una risa nerviosa.

Niega con la cabeza — Yo creo que no.

— Bueno, tendrás que descubrirlo. —  me hago la interesante.

— Yo encantado.

Nos miramos intensamente por unos segundos. Pero aparto la mirada rápidamente hacia el camino. Necesito poner un poco de resistencia, porque sino, terminaré lanzándome para besarlo.

Al llegar al instituto, nos recibe un vigilante que nos da a ambos un pase para poder entrar sin ningún problema. Nos indica dónde queda la oficina administrativa, y luego de agradecerle, nos adentramos al edificio.

Estando en la oficina de administración, la chica que se encarga del área, nos explica sobre las áreas de estudio que hay disponibles, y el método de enseñanza que usan. Por fortuna si podré estudiar acá. Estoy encantada con todo lo que nos va comentando la chica. A Diego le llamó muchísimo la atención Idiomas modernos, así que ya teníamos más que tomada la decisión. Además los pagos por los materiales que nos proporciona el instituto son muy accesibles.

— Y bueno, eso sería todo muchachos. ¿Alguna otra duda?.

Esbozo una sonrisa. — No, ninguna.

— Ninguna. — afirma Diego cordialmente.

Asiente, — Bueno, entonces... cómo les dije, las inscripciones son a partir del próximo mes. —  Se levanta para buscar algo en uno de los archivadores que está en los estantes. — Lo que tienen que hacer es traer los documentos que se requieren para la inscripción. — nos entrega una hoja con todo lo que debemos traer especificado.

—Muchas gracias. —  digo amablemente. —nos vemos en un mes entonces.

Ella sonríe. — Un gusto, aquí los esperamos.

Diego le da una sonrisa de boca cerrada. — Gracias.

Salimos de la oficina. Y cuando vamos caminando hacia la salida, Diego me rodea con un brazo para acercarme a él.

— ¿Te gustó el instituto? —  cuestiona emocionado.

— ¡Me encantó!. Los métodos de enseñanza son espectaculares. No veo la hora de inscribirme.

— Que bueno que te emocione tanto, amor.

¿Que carajos le está pasando a Diego hoy? ¿Se comió un osito cariñocito, o qué?

—  ¿Y a tí, te gustó? — lo evado.

— Muchísimo.

Al llegar a la salida, nos despedimos del vigilante con un gesto de manos.

— Ángel. — me llama.

— Dime.

— ¿Te parece si vamos a un café que está cerca de la para da buses? — propone.

— Está bien. — acepto.

El café no quedaba lejos, así que llegamos rápidamente.

Pasamos por debajo del gran aviso de Time Coffee y entramos al establecimiento. El sonido de la suave música resonando en los altavoces llega a mis oídos, y el olor a café inunda mis fosas nasales. Hay una hilera de mesas, pegadas de un lado. Una chica rubia, nos recibe con una sonrisa amable al otro lado del mostrador.

— Bienvenidos a Time Coffee. ¿Qué desean ordenar?. Nuestro especial del día es un mocca de vainilla, y donas glaseadas.

Diego sonríe con amabilidad — Hola. Dos especiales, por favor.

— Perfecto. En un momento se los llevo.

Le doy una sonrisa de boca cerrada. — Muchas gracias.

Nos sentamos en una de las mesas, y comenzamos a charlar mientras nuestra orden llega. Diego comienza a hacer preguntas sobre mí, y yo sólo me limito a responderlas.




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