-¿ya te vas para el trabajo?- preguntó observando a su marido, él es un trabajador de una no tan importante empresa de jaleas, no responde, simplemente la observa con desdén tomando su maletín.
Su vida de matrimonio al comienzo fue maravillosa, pero años después todos esos sentimientos especiales se esfumaron, Marcela se había casado a una edad muy temprana, sus padres, desde el primer momento en el que vieron a Marco no ocultaron su inconformismo con el joven.
"Ése chico me da mala espina" advertía su madre, Marcela, cegada por el amor y las promesas que su amado le hacía, terminó cediendo, meses después en un lugar muy lejos de sus padres unieron sus vidas en matrimonio.
Todo en su vida era perfecta, creía que tenía el mejor esposo de todos, pensaba que ese amor era incondicional y verdadero, dejó a un lado las palabras de sus padres y seres queridos que lo único que deseaban era su completo bienestar y felicidad.
Tercer año de matrimonio, su esposo le alzó la voz, ella no dijo nada, simplemente en asombro inclinó su cabeza y no echó de ver que ese sería el cominezo del infierno.
Quinto año de matrimonio, la primera vez que recibía un golpe por parte de su marido, ese hombre por el que había dejado todo lo que tenía, rechazó el amor de sus padres, todo para que él arruinara su vida “no es nada, solo ha tenido un pésimo día en el trabajo” se repetía mientras aprendía a cubrir sus heridas, su única amiga no tenía idea de lo que ella vivía, no podía decírselo a nadie.
Sexto año de matrimonio, los golpes eran cada vez más fuertes, su bello rostro había perdido su bella forma, cada una de sus cicatrices eran culpa de su esposo, la situación era cada vez más desesperante, estaba perdiendo el control de ella misma, su esposo estaba enojado por justa razón, o eso decía ella, era un cuerpo que no podía dar vida, no podía tener hijos.
-¿ya llegaste?- preguntó secando sus lágrimas, mientras le daba la bienvenida a su esposo, con la esperanza de que volviera el hombre del que ella se enamoró, pero era sólo una ilusión.
-¿no crees que tu esposo está siendo realmente violento contigo Marcela?- preguntaba su amiga, mientras observaba con horror las marcas en su rostro, el cual había comenzado a deformarse “no es nada” respondía con normalidad –si no haces algo al respecto, vas a terminar bajo tierra- decía con demasiada preocupación, ella no conocía la gravedad del asunto y que las palabras de su amiga podrían llegar a tornarse verdad.
Las semanas pasaban, las dificultades no terminaban, ni siquiera parecían disminuirse un poco, los gritos y golpes eran cosas a las que Marcela se había acostumbrado ya, es demasiado difícil para alguien que dependía tanto de un hombre, separarse de él, para ella, es como si fuese a morir en la desgracia.
Su amiga, cada vez más preocupada, después de haberle advertido a su amiga que su esposo le era infiel y habiendo sido tratada como mentirosa por parte de su amiga, decidió actuar, decidió mostrarle a su cegada amiga, la realidad que se escondía detrás de su esposo.
Fueron meses y meses en búsqueda de pruebas que Marcela no pudiera refutar, evidencias que no dejen duda de que su esposo la engañaba, cuando su recolección llegó al final, fotos entrando y saliendo de hoteles, con diferente mujer, eso sería más que suficiente pensó la amiga, sus buenos deseos dieron fruto, Marcela por fin estaba abriendo los ojos y podría ver al monstruo que tenía por esposo, si es que se le podía llamar así.
El siguiente temor que Marcela tenía, era a quedar sin nada, tenía miedo a quedar abandonada y a acabar con tantos años de “comodidad” ella nunca había trabajado, no podría hacerlo ahora, pensó, pero era inútil mantener esas ideas en su cabeza, ya era hora de sacarlas y luchar no solo por su bienestar, sino también, por su vida.
Comenzaron largos días y noches llenas de preguntas e insomnio, aún no entendía por qué su esposo había cambiado tanto, por qué había olvidado cada una de las promesas que se habían hecho en su juventud, preguntas sin respuesta, su esposo siempre le había prohibido salir a trabajar, pero esa vez, esa vez ella no le haría caso, esa vez y desde esa ocasión ella sería libre, libre para vivir y disfrutar su vida, era hora de echar abajo cada una de esas pesadas murallas que su esposo había construido alrededor de ella, era hora de escapar.
Aprovechó en una de las salidas de su esposo, no llegaría hasta el fin de semana, tomó del dinero que su esposo creía no sabía su paradero, tomó lo que pudo y salió de ese terrible lugar que había llamado alguna vez hogar.
Su amiga siempre fue un enorme apoyo, conoció, gracias a ella, a personas maravillosas, renació, olvidó todo lo que había pasado y volvió a vivir, una sonrisa siempre en sus labios, ella conoció el amor más importante de todos, el amor propio y nunca más dejó que nadie volviera a pisotearla. Y vivió feliz para siempre, el fin.
La mayoría de errores que llegamos a cometer son en nuestra juventud, nos creemos tan libres, tan fuertes e invencibles que olvidamos que no tenemos más de una sola vida, el HOY es cuando sembramos lo que en un futuro será nuestro presente, a pesar de que lleguemos a creer que lo que queremos está bien, hay personas alrededor de nosotros que nos mantienen con los pies en la tierra, la mayoría de las veces son nuestros padres y abuelos, esas personas que velan por nuestro bienestar, son mayores que nosotros y llenos de más sabiduría por tanto les debemos respeto, así a nuestro parecer sean “anticuados” o “demasiado exagerados” ellos han jugado el juego de la vida por más tiempo que nosotros, por lo menos, debemos escucharlos. No seas sabio en tu propia opinión, podemos ser prudentes y seguir siendo jóvenes… Ya saben, los amo mucho y espero que aprendan de Marcela.
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Editado: 31.07.2020